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Viaje entre dos Santiago Opinión

Viaje entre dos Santiago

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Bernardo Muñoz Aguilar
Por : Bernardo Muñoz Aguilar Antropólogo Social Universidad de Tübingen, Alemania.
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El espacio público se torna más agreste y carente de indicadores que permitan una adecuada calidad de estos para la distracción y confort de los vecin@s.


Creo que se debe dar en otras capitales latinoamericanas, pero lo que quiero narrar es el abismo cultural existente entre Vitacura y Lonquén. Solo 30 kilómetros de distancia entre estos dos puntos y una gran diferencia. Bajar desde Vitacura, pasando por Providencia hasta llegar a la estación central debe abarcar una distancia aproximada de 20 kilómetros. Pero la diversidad cultural, social y económica se observa a todas luces.

Desde la comodidad de Vitacura, sus parques abiertos, sus ciudadanos bien vestidos, gente relajada en patines, estudiantes de colegios particulares, una infraestructura pública y privada de alto nivel hasta llegar a la plaza de la dignidad nos muestra ya una diferencia. En los parques de Providencia se divisan ya los primeros rucos, más amplios que los del común que se ubican en la alameda Bernardo O’Higgins. 

Comienzan a surgir ya las personas en adicción y en situación de calle. Al desplazarse desde Ahumada hasta la estación central la situación se torna abruptamente diferente, ya que en este transecto se ubican por docenas los rucos y los parques públicos decaen en calidad. 

El espacio público se torna más agreste y carente de indicadores que permitan una adecuada calidad de estos para la distracción y confort de los vecin@s. Vendedores ambulantes copan las calles con puestos no autorizados, los malos olores pueblan las calles, los turistas se sienten más desprotegidos ante la masa humana. 

La seguridad se torna deficitaria, los carabineros circulan a pie o se establecen montados a caballo en el centro de la Alameda. Antes, visitamos los locales establecidos en el paseo Ahumada y en el paseo Huérfanos que abren sus puertas ofreciendo sus apetitosos productos. Circulan personas pidiendo una limosna ante la mirada atónita de los garzones.

El centro cultural y turístico de la comuna de Santiago se ve amenazado por los vendedores ambulantes y el comercio informal de toda clase. Turistas desprevenidos portan su cámara fotográfica en el pecho, la cual de pronto le es arrebatada en un rápido ataque.

Este traslado y la llegada a la estación central, encabezada por el trabajo de Eiffel, solo denota la fractura cultural y social existente. Ya la muchedumbre copa la estación y también los andenes de buses buscando trasladarse a todo el país.  Galerías con múltiples productos anteceden la llegada hasta los andenes. Aquí el trabajo informal es lo predominante. Nos encontramos con los andenes llenos. En los locales del Mall Estación Central trabajan gran cantidad de extranjer@s. 

Tomamos una micro que nos lleva hasta el paradero 31 del camino a Lonquén en Calera de Tango. Durante el camino observamos barrios vacíos con extranjer@s caminando, casas antiguas con sus puertas y ventanas cerradas, ya no hay negocios, solo depresión económica y edificios derruidos. 

Es una zona deprimida. Avanzando en nuestro viaje la micro entra a la caletera y se comienzan a ver rucos nuevamente y casas con banderas venezolanas en evidente estado de desafección y semiderruidas. Los rucos son espeluznantes, carecen de toda humanidad, pequeños y con materiales de pésima categoría. Una animita nos saluda. Son los no lugares de los cuales habla Marc Augé.

Luego aparecen los primeros restaurantes con sus fachadas atractivas, pero denotan una improvisación en sus construcciones interiores. Ya cerca del paradero 18 camino a Lonquén, comienzan a situarse elegantes y cómodos restaurantes de diversas especialidades y aparecen los autos de alta gama poblando la carretera. 

Avanzando más aún aparecen plantaciones de frutales anunciando la presencia de perros y la prohibición de cazar. Todo esto para anunciar que más al sur se ubican parcelas de alto costo y condominios lujosos que guardan silencio detrás de las arboledas y lujosas cercas.

Últimamente hemos realizado este viaje hasta la bella comuna de Isla de Maipo, que se alza como un reducto territorial a escala humana, pero antes de esta, solo podemos observar un deterioro creciente al borde de la carretera, a escasos veinte kilómetros del punto cero de la región metropolitana. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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