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Una sociedad sin alma

Por: Verónica Campino García Huidobro


Señor director:

Esta semana supimos de un terrible caso en Puerto Varas que terminó con la muerte de una mamá y su hijo de 6 años. La información que se maneja hasta el momento -que se ha dado a conocer a través de medios de comunicación y redes sociales- es que el niño de 6 años y su mamá de 39 años tenían trastorno del espectro autista (TEA) y, según ha trascendido, sufrían de bullying por parte del colegio y la comunidad.

Esta columna no tiene por objetivo analizar los detalles del caso sino ir al fondo: cómo será el nivel de angustia y desesperación de esa mamá para llevarla a decidir que están mejor fuera de este mundo. Un síntoma claro de una sociedad sin alma, que no tolera la diversidad y juzga a las personas bajo estándares de perfección y estereotipos validados socialmente: niño(a)s tranquilo(a)s, con “buen” comportamiento, buenas notas y ojalá que en el futuro puedan ser abogado(a)s e ingenieros para así generar ingresos económicos. Una sociedad que castiga todos los días a miles de mamás que dejan los pies en la calle para poder llegar a fin de mes y a la vez poder estar con sus hijo(a)s. Una sociedad que sólo valora aquello que genera ingresos y evade aquellos valores que nos hacen humanos: la empatía, colaboración, resiliencia, coherencia y, por sobre todo, amor. Por lo mismo, la maternidad y la crianza -un acto de profundo amor por un otro que no genera ingresos económicos- es castigada todos los días.

Es esta sociedad que tiene a la infancia, a la adolescencia y a las madres coqueteando con la idea de quitarse la vida -el suicidio es la principal causa de muerte en jóvenes entre 20 y 24 años y segunda causa de muerte en adolescentes entre 15 y 29 años- pues simplemente no pueden cumplir con los estándares. Una sociedad solidaria en los acontecimientos excepcionales -terremotos, tsunami, incendios- pero incoherentes en el día a día. ¿Cuántas veces escuchamos la frase “no contratamos mujeres con hijos porque son un problema? ¿Colegios que le hacen la vida imposible a padres y madres porque sus hijos son “diferentes”? ¿Vecino(a)s y apoderado(a)s que valoran la diversidad siempre que la tengo lejos?
Lo(a)s hijo(o)s no son el problema. Esta sociedad, cada día menos humana, es el problema. Es realmente el mundo al revés. En vez de apoyar a aquellas personas, en especial mamás, que se sacan la mugre para darle oportunidades y mayor bienestar a sus hijo(a)s, las empujamos al abismo y les hacemos creer que tienen la culpa. A todas aquellas mamás que se sienten identificadas con esta columna: no son ustedes quienes están fallando, es nuestra sociedad quien les está fallando a ustedes y su familia.

Han pasado 48 horas desde que sucedió esta noticia y no es tema en la opinión pública. Los medios están cubriendo extensamente la ENADE del día de ayer y evaluando las palabras de sus expositores. Pero del caso de la mamá de Puerto Varas, ningún análisis.

Soy madre de cuatro hijo/a, tres mujeres y un hombre. Cuando le conté a una de mis hijas lo sucedido me dijo: “¿no tenía esa mamá acceso a salud mental y una red de apoyo que la hayan sostenido para no tener que tomar una decisión así?”. Una respuesta empática, sin críticas. La miré y pensé: ¿en qué minuto dejamos de ser seres humanos? ¿En qué momento vamos perdiendo el alma?

Es momento de reflexionar sobre cómo recuperar el alma de nuestra sociedad. La verdadera valentía es enfrentar nuestros temores y seguir adelante a pesar de ellos. A veces debemos sentir que lo estamos perdiendo todo para encontrarnos a nosotro/as mismo/as.

Verónica Campino García Huidobro
Cofundadora Fundación YoQuieroEstar

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