Es impresionante que, cuando salen a luz este tipo de casos, son los hombres quienes de manera tenaz defienden las premisas del patriarcado con frases como “la sanción debe ser de acuerdo a la ley”, “la investigación debe proteger al acusado” y “tiene que haber total discreción”. Allí la víctima queda aislada de este “pacto patriarcal”. El patriarcado respeta las leyes cuando son los hombres los agresores y, en esta doble moral de ese pacto, una vez más queda claro que las mujeres somos sus objetos y no sujetas de derecho: la víctima no dijo que no explícitamente, que andaba vestida de tal o cual manera, que había bebido mucho alcohol, son las frases que siempre escuchamos. O lo más grave: la víctima queda atrapada en la burocracia de una institución.
Sofía Brito, estudiante de Derecho de la Universidad de Chile, denunció a su profesor Carlos Carmona por acoso. Ella contó –en medio de la ola de tomas– que tuvo que esperar por un proceso que se alargó por más de nueve meses de investigación. Sufrió todo tipo de consecuencias: psicológicas, morales y sociales. Ese es el resultado de la falta de eficiencia del sistema. Ni hablar de la sanción irrisoria al acosador: tres meses de suspensión.
Por este y otros casos de la Universidad Austral, comenzaron las tomas feministas que hoy tienen a la mayoría de las universidades y colegios emblemáticos exigiendo una educación no sexista y el fin de la violencia de género.
Ahora se habla de todas las acosadas, incluidas las que callan.
Cuando un profesor o jefe traspasa el límite de espacio físico y transgrede el cuerpo de una mujer, también transgrede su dignidad, su derecho a vivir en paz, su desarrollo, su aprendizaje, su salud mental, entre tantas otras cosas. Luego (supongamos que hay una denuncia), vienen las justificaciones y relativización de lo que realmente ocurrió. En casos extremos hay aceptación y naturalización del acoso e incluso realización de actos sexuales por miedo a las consecuencias.
Todo eso, al parecer no es suficiente evidencia para el llamado pacto patriarcal.
[cita tipo=»destaque»]¿Qué es el pacto patriarcal? Es cuando solo el hombre se considera a él y a otros congéneres como sujetos de derecho y la mujer un objeto de deseo de los sujetos. De esa forma, se las despoja de todos sus derechos y las mujeres tenemos que probar una y otra vez que somos personas. Rita Segato, antropóloga y feminista argentina, habla de este tema sobre de la defensa absoluta e incuestionable hacia los derechos del hombre agresor y cómo todas las persecuciones y sospechas siempre son hacia la víctima, una mirada constante sobre nosotras: “La sospecha es que somos sujetos inmorales. Nosotras lo hacemos de forma automática: cuando nos miramos al espejo y pensamos si nos ponemos una blusa ajustada o suelta, a eso lo hacemos de manera indolora e incolora porque no nos damos cuenta de todos los cálculos que realizamos todos los días sobre cómo nos vamos presentar bajo la mirada del otro, para que el otro nos vea como sujetos morales. En cambio, el hombre lo hace para ser visto como sujeto potente y esa es una gran diferencia”, dijo en una entrevista.[/cita]
¿Qué es el pacto patriarcal?
Es cuando solo el hombre se considera a él y a otros congéneres como sujetos de derecho y la mujer un objeto de deseo de los sujetos. De esa forma, se las despoja de todos sus derechos y las mujeres tenemos que probar una y otra vez que somos personas. Rita Segato, antropóloga y feminista argentina, habla de este tema sobre de la defensa absoluta e incuestionable hacia los derechos del hombre agresor y cómo todas las persecuciones y sospechas siempre son hacia la víctima, una mirada constante sobre nosotras: “La sospecha es que somos sujetos inmorales. Nosotras lo hacemos de forma automática: cuando nos miramos al espejo y pensamos si nos ponemos una blusa ajustada o suelta, a eso lo hacemos de manera indolora e incolora porque no nos damos cuenta de todos los cálculos que realizamos todos los días sobre cómo nos vamos presentar bajo la mirada del otro, para que el otro nos vea como sujetos morales. En cambio, el hombre lo hace para ser visto como sujeto potente y esa es una gran diferencia”, dijo en una entrevista.
Los actuales protocolos en las universidades han demostrado no respetar el principio de realidad, señalando que existe una diferencia de poder entre un profesor o una jefatura que representan una institución y una alumna. Por otro lado, si hablamos de prevención y sanción: un acoso existe porque la institucionalidad y el Estado lo permiten.
Un ejemplo de este “pacto patriarcal” enquistado en las instituciones educacionales fue la férrea defensa del historiador Gabriel Salazar a sus colegas, en específico a su compañero Leonardo León, profesor acusado por sus alumnas de acoso y abuso. Con su declaración dejó claro de qué lado estaba: “Hay profesores que buscan más que una relación de amistad con las alumnas, pero a ellas (las denunciantes) yo las veo muy pintiparadas. Dando declaraciones de acá para allá. Yo no las vi muy destruidas psicológicamente. Los que sí están destruidos son los dos profesores acusados, Ramírez y León. Están jodidos. Yo no sé si un acoso estúpido da para la pérdida que se produjo por esto (la destitución de ambos). En la balanza es donde hay que ver”, comentó.
Estas situaciones también se extienden al mundo laboral y académico. Se escuchan frases como “la sanción debe ser de acuerdo a la ley”, “la investigación debe proteger al acusado” y “tiene que haber total discreción”. Allí la víctima queda aislada de este “pacto patriarcal”.
Es impresionante que, cuando salen a luz este tipo de casos, son los hombres quienes de manera tenaz defienden esas premisas. El patriarcado respeta las leyes cuando son los hombres los agresores y, en esta doble moral de ese pacto, una vez más queda claro que las mujeres somos sus objetos y no sujetas de derecho: la víctima no dijo que no explícitamente, que andaba vestida de tal o cual manera, que había bebido mucho alcohol, son las frases que siempre escuchamos. O lo más grave: la víctima queda atrapada en la burocracia de una institución.
En esta ola feminista está avanzando en nuevo pacto, un pacto de coraje que trata de terminar con el silencio. Mujeres que gritan “Nosotras te creemos”. Por todo eso, llegó la hora de rediseñar todos los protocolos, las leyes e incluso la Constitución, estar atentas en la elaboración y participación de este cambio, revisar las sanciones, que no nos engañen con medidas paliativas.
Un acosador sistemático no se rehabilitará de sus rasgos psicopatológicos, el acosador necesita de un objeto de acoso, necesitará terapia como mínimo. Las sanciones deben ser precisas y en relación con la gravedad de los actos.
Llegó el momento de tomar consciencia y deconstruir esta alianza patriarcal para avanzar todos y todas en un nuevo pacto: no más silencio.