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¡Vae victis!: la oposición está confundida Opinión

¡Vae victis!: la oposición está confundida

El Gobierno, pese a todo, conduce y tiene el poder para hacerlo, ocupa todos los espacios y nadie tiene imaginación para desafiarlo con coherencia y equilibrio. La oposición discute sobre acuerdos de corte solo electoral para enfrentar las elecciones unipersonales y, como si estuviéramos en épocas pretéritas, se pretende saltar la opinión del pueblo mediante elecciones manejadas por vías omisivas u otros mecanismos.


¡Ay de los vencidos! Esa expresión dramática que nace del latinazgo del título bien se puede aplicar a lo que hoy día se observa en la oposición al Gobierno de Piñera.

No solo no existen convergencias programáticas claras en lo que fue la vencida Nueva Mayoría y tampoco hay una actuación coherente en el llamado Frente Amplio. Ambos fueron vencidos por una fuerza arrolladora, en una segunda vuelta de impredecible resultado para quienes se encontraban en la alta conducción política, en particular por la manera rotunda en que el pueblo chileno expresó su preferencia.

Algunos analistas y actores señalan que la situación casi no tiene salida. O se está con el Partido Comunista y el Frente Amplio y se pierde por ello, o se los excluye y, en ese caso, ganar también es muy difícil. No existe una figura simbólica, como ocurrió recientemente en México, que sea capaz de colocarse por encima de todo este caos en que se encuentra el grupo de los vencidos en la última elección.

[cita tipo=»destaque»]Si las corrientes abortistas, expresión de la cultura individualista, apoyadas por las grandes cadenas periodísticas, se ha propuesto tomarse la agenda política, la respuesta debiera ser zanjar ahora la controversia entre la cultura de la muerte –aborto libre– y la cultura de la vida, que protege la vida desde la concepción del nuevo ser.[/cita]

Quizás sea necesario colocar algunos puntos de referencia para darles claro sentido a nuestras afirmaciones.

En el curso de este año el principal partido del Gobierno de Bachelet, la DC, ha sufrido una ruptura significativa que hasta ahora no ha minado la existencia del partido, pero habrá que ver cuáles son los efectos electorales. Algunos ex militantes se suman fervorosamente y también con cierto candor a las huestes triunfantes y reciben honores y cargos. Otros importantes militantes de los partidos derrotados se suman, en una especie de emocional estado, a participar en discusiones sobre el futuro de algunos proyectos de ley y más de alguno, de distinguida carrera política, acepta cargos por razón de Estado.                   

Se crean comisiones investigadoras a diestra y siniestra con entusiasmo más que convicción y casi como una forma de enfrentar una llamada sequía legislativa, que en realidad no es más que una evidente decisión del Presidente de enfrentar de otra forma su minoría en el Congreso, con objetivos que no son muy claros, si es para responsabilizar a la oposición de los problemas no resueltos o por venir, o simplemente, porque esta Constitución permite perfectamente administrar cómodamente el Estado, por vías no estrictamente tradicionales, como ha sido legislar sobre todas las materias imaginables.

El Gobierno, pese a todo, conduce y tiene el poder para hacerlo, ocupa todos los espacios y nadie tiene imaginación para desafiarlo con coherencia y equilibrio.

La oposición discute sobre acuerdos de corte solo electoral para enfrentar las elecciones unipersonales y, como si estuviéramos en épocas pretéritas, se pretende saltar la opinión del pueblo mediante elecciones manejadas por vías omisivas u otros mecanismos.

Así, se piensa, se logrará el poder aunque no exista un consenso programático mínimo. Cada partido intenta levantar banderas en extremo complejas para mostrar identidad. Curiosamente el énfasis se pone en temas de fuerte connotación valórica, moral y religiosa para algunos, y se olvida que los grandes problemas de Chile son principalmente económico sociales.

Sería muy beneficioso despejar los temores que dividen y así resolver en el Congreso rápidamente materias que ensombrecen y separan. El aborto llamado malamente libre entre ellos.

Si las corrientes abortistas, expresión de la cultura individualista, apoyadas por las grandes cadenas periodísticas, se ha propuesto tomarse la agenda política, la respuesta debiera ser zanjar ahora la controversia entre la cultura de la muerte –aborto libre– y la cultura de la vida, que protege la vida desde la concepción del nuevo ser.

La oposición está dispersa, confundida, como un ejército en fuga y por eso vemos muy mal el escenario. ¡Ay de los vencidos!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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