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La política no es aritmética: el dilema de Revolución Democrática Opinión

La política no es aritmética: el dilema de Revolución Democrática

Carla Moscoso
Por : Carla Moscoso Magister en Comunicación Politica, Universidad de Chile y PhD (c) en Sociologia, University of Cambridge.
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Dentro del debate sobre la política de alianzas de Revolución Democrática, algunos hablan de la existencia de un falso dilema entre la necesidad de un RD de ofensiva, que mantenga su carácter impugnador al orden político y económico, y la posibilidad de alianzas electorales con las fuerzas de la ex Nueva Mayoría.

Dicha posición sostiene que no existiría tensión entre una política de alianzas que fortalezca la participación de RD en espacios de representación formal y el carácter transformador de su propuesta. Por el contrario, aseguran que ambos pueden incluso ser complementarios (más espacios formales aumentan la voz del programa transformador). Así visto, lo ‘pragmático’ de la estrategia no tendría por qué eliminar lo popular del proyecto (¿pragmatismo popular?).

Asimismo, se sostiene que en vista de la incapacidad del FA y RD de levantar una base popular de apoyo, la no alianza con la ex NM implica el serio peligro de que no solo la oposición quede desarticulada, permitiendo el avance de la derecha en las municipales, sino que el FA retroceda considerablemente en sus conquistas de las elecciones anteriores.

Esta posición, así planteada, parece razonable. Sin embargo, escarbando un poco, podemos encontrar un error troncal en su propuesta: se piensa la política con calculadora en mano, como si se tratara de un ejercicio de carácter exclusivamente aritmético. Si la derecha crece, pues la solución es sencilla: sumar alianzas con la centro-izquierda para vencer electoralmente. Con más votos, se suman triunfos en posiciones formales y eso suma voces a la batalla para impugnar al orden vigente.

Pero la política no es un ejercicio aritmético. A veces de la suma resulta una resta.

Si RD y el FA quieren salir triunfantes de esta contienda, primero tienen que comprender la bancarrota de la estrategia de la ex NM y el estancamiento de la derecha. La primera ha derivado del desgaste de sus cuadros políticos y de la implosión de su alianza. La NM fracasó en su intento de consolidar reformas estructurales o proponer nuevas ideas. Sin brújula clara, sin cuadros nuevos y sin un proyecto que pueda re-encantar a sus bases electorales, la NM puede hoy por hoy ser menos un aliado estratégico y más un peso muerto.

La derecha, por su parte, ante su incapacidad de afrontar exitosamente los dos pilares sobre los cuales construyó su relato, ‘crecimiento y seguridad’, comienza a perder terreno. La economía no repunta, dejando claro que los problemas económicos actuales poco tienen que ver con las reformas del gobierno anterior y parecen estar más asociados con el carácter de la estructura productiva. Por otro lado, la seguridad como discurso, ha estallado con la muerte de Camilo Catrillanca, haciendo explícita la forma represiva y militarizada de comprender la seguridad que tiene este gobierno (y los de la Concertación/Nueva Mayoría, dicho sea de paso).

En ese escenario, el FA tiene la posibilidad real de erigirse como un núcleo a partir del cual se articule una nueva fuerza social que supere el punto muerto entre un centro político desacreditado y una derecha estancada. No debemos olvidar que el FA no viene solo a derrotar a la derecha, sino a ofrecer una alternativa al compromiso político entre la centro-izquierda, el empresariado y la derecha que constituyó la transición y que hoy tocó sus límites económicos (estancamiento exportador y productivo) y políticos (incapacidad de resolver los problemas que emergen en la sociedad –zonas de sacrificio, pueblo mapuche, etc.– y en la institucionalidad –corrupción en carabineros, militares, etc.–).

En resumen, tenemos dos adversarios: uno en bancarrota y otro estancado, en un contexto donde se hacen evidentes los límites del orden instaurado (no crecemos, no resolvemos los problemas sociales y se hace explícita la corrupción en el Estado).

Es verdad que cuando ciertos órdenes entran en un estancamiento general, surgen las alternativas conservadoras y reaccionarias. Precisamente en este contexto límite reside la amenaza de la emergencia de alternativas populistas en su versión light (Lavín) y radical (Kast). Pero ante esa amenaza, lo que menos se necesita es una táctica de alianzas electorales aritméticas y más una izquierda que responda con un proyecto transformador.

¿Qué alternativa política le podemos ofrecer a Chile? La de una Revolución Democrática ciudadana, centrada en la consolidación de un proyecto político alternativo y audaz. No hay razón para que centremos nuestros esfuerzos en sacar a la centro-izquierda de su bancarrota, poniendo nuestro capital político a su servicio. No es razonable tácticamente ni, más importante, honesto con las bases militantes del partido que construyen día a día FA junto a otras orgánicas.

Dentro de este debate también se ha establecido como punto importante para promover alianzas con la NM, el que para el FA la creación de un tejido social y popular es aún una tarea en construcción y, por ende, sería ‘necesaria’ una alianza electoral para suplir ese vacío. Pero esta reflexión nuevamente se ubica en lo formal y aritmético. Los éxitos del FA en las elecciones anteriores se debieron al voto de descontento de las bases de la ex NM y algo de la gente que no votaba. El siguiente paso es avanzar hacia ese gran espacio de descontento con la política en general y las elecciones que se avecinan son una oportunidad para presentar nuestro proyecto y disputarle el espacio a otro adversario: la desconfianza con el orden político en cuanto tal. Solo un optimismo febril vería en el FA (y sus menos de dos años de vida) un agente político capaz de imponer su sello crítico y transformardor por sobre la cultura política de los viejos partidos de la ex NM. La presencia del FA no resuelve los problemas de la NM, solo los maquilla.

No obstante, la tarea de constituir un FA con fuerza política propia no implica, en absoluto, una rigidez táctica y no se traduce en erigir una muralla china con partidos y fuerzas políticas de la ex NM. Creemos en la política, es por ello que seguiremos abriendo caminos para llegar a acuerdos en temas que son importantes para nuestro país. Pero esta conversación, no puede plantearse como un acuerdo entre las bases territoriales y la NM, ni siquiera entre RD y la NM. Esta conversación es entre RD y la comunidad frenteamplista, porque el domicilio político de RD está en el FA.

Si la política, como nos advertía Maquiavelo, es el juego entre la virtud (la voluntad, la convicción y auto-confianza) y la fortuna (las coyunturas y las ventanas de oportunidad), la izquierda hoy necesita más virtud para sobrellevar la fortuna.

Disputemos este juego, atrevámonos a vencer.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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