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¿País o parcela? Opinión

¿País o parcela?


Durante este mes de agitación y protesta se ha hablado mucho del “despertar” de Chile. Y me parece una descripción afortunada de lo que sucedió. Ha habido un despertar a nuestro yo interno, al propio y personal. Cada uno de nosotros hizo un pequeño alto en su andar y se miró preguntándose: ¿Es esto lo que algún día soñé? ¿Tengo lo que necesito?

Y tan importante: ¿Necesito lo que tengo? ¿Me depara esta vida las sensaciones y emociones que me complacen? ¿Es ésta mi vida?

Y tanto o más importante que ese “despertar” personal me parece que ha sido otra experiencia que nos ha removido socialmente: Nos hemos “encontrado”.

He ahí lo que siento es la gran novedad, la revolución del inconsciente personal y colectivo.
Durante 40 años nos han estado inculcando una política, una doctrina que nos obliga a competir, a sospechar de todos, a ver en nuestro entorno a rivales, a adversarios que debo vencer porque están siempre intentando vencerme. O ellos me ganan o les gano yo… ante esa disyuntiva más vale que gane yo.

Eso significa que si somos diez, uno vencerá y nueve se frustrarán. Y si somos cien, los frustrados serán 99.

No ha sido fácil vivir así. Hemos competido en la escuela, en el trabajo, en la familia, en la calle, en el bus y arriba del automóvil. ¿Para qué?

Esta política económica, que nos determina socialmente, nos ha programado, nos ha encajonado, y conducido como si perteneciéramos a una secta. Nos convierte en fanáticos irreflexivos siguiendo las directrices porque es la única alternativa que se nos permite ver.

Y sí. Creo que esto ha cambiado, que ahora nos hemos reencontrado, que miramos a quienes están a nuestro lado en las marchas y vemos a un cercano, a un igual, a un compañero.

Y no tratamos de ganarle, no lo vemos en términos comparativos: es más alto, es más gordo, es más rico, es más pobre…

Lo vemos como lo que es: alguien que marcha junto a mí así como yo soy alguien que marcha a su lado. Si algo nos sucede yo lo ayudo o él me ayuda. En este marchar por las calles somos iguales y cercanos.

¿Por qué no en la vida?

Por primera vez en muchos años nos hemos visto con ojos de generosidad, un sentimiento que no vivíamos hacía tiempo. Y he ahí el cambio que creo se está produciendo en cada uno de los muchos que somos.

La política de libre mercado nos impone la competencia a todo evento (y no la colaboración), la adquisición de bienes materiales (y no la satisfacción de necesidades), el crecimiento económico (y no la felicidad) como fin último de nuestro trabajo.

Trabajo al cual debemos dedicar prácticamente todo nuestro tiempo para que el otro, mi hermano, mi vecino, mi amigo, mi compañero no me gane.

La política de libre mercado es antisocial.

Y, sepámoslo o no, es contra ella que se está rebelando el pueblo de Chile.
Necesitamos encontrarnos más intensamente, construir juntos, emocionarnos juntos, vivir cerca y amistosamente.

Tenemos un país que construir para todos. Y no una parcela para cada uno.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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