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Agua en el desierto Opinión

Agua en el desierto

Daniel Benoit M.
Por : Daniel Benoit M. Especialista en Derecho Ambiental y Recursos naturales
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El tiempo pasa y además de ganar sabiduría se espera también que esta casa que habitamos y donde nadie debiese sobrar, la estrujamos a diario sin reparar en los miles de litros o galones consumidos sin cuidar el agua que derrochamos, resultando insostenible e irresponsable. La solidaridad intergeneracional que quizás tiene por fuente a la enseñanza del informe Brundtland, que puso sobre la mesa el concepto de sustentabilidad hace ya 23 años, nos ha venido enrostrando, día a día y gradualmente, la finitud de los recursos hídricos y que los hijos de nuestros hijos nos pedirán cuentas no muy alegres del porqué les entregamos una “casa desolada” en circunstancias que la recibimos distinta.

Así las cosas, para gestionar mejor este pasivo, primero nos pusimos a medir la huella de carbono y al poco tiempo la huella hídrica, que nos involucra en cuidar los recursos hídricos no solo por su finitud, ya conocida, sino porque el ciclo del agua lo comenzamos a modificar y que “sembrando vientos cosechamos tempestades”, como el  irredargüible fenómeno de la rotura de la capa de ozono y luego el cambio climático y nuestra necesaria adaptación. Después de más de 10 de estrechez hídrica, agradecemos los esfuerzos desplegados para racionalizar el uso del agua en actividades como mineras que usan 3 y 4 veces las aguas y también se deben reconocer mejoras en prácticas agrícolas con una mayor y más eficiente red de riego y fertilización por goteo, acompañados con la creación y puesta en marcha de nuevos embalses de tamaño disimiles.

Lamentablemente en el desierto más árido del mundo, como es el nuestro, una minera extrajo ilegalmente por años, por medio de más de 35 pozos, el 25% de la recarga natural del Acuífero Pampa del Tamarugal. Hubo una demanda por el daño ambiental cuya sentencia no incorporó la exigencia que la obligaba a recargar el acuífero inyectándole H20, técnicamente posible, ya que a esa fecha la sequia de la Cuidad de Barcelona había sido resuelta a través de la inyección desde buques cisterna o aljibes a las instalaciones de la Empresa Sanitaria Española.

Mirando a escala individual, ya se encuentra medida la cantidad de agua necesaria para producir un bien o servicio con su correspondiente huella hídrica y habrá que tener en cuenta que para disponer de un jeans se consumieron 10.000 litros; 2400 litros para 100 gramos de chocolate o 180 litros para 1 kilo de tomates.

Quizás ahora llegó el tiempo para actuar en consecuencia.

 

*A la Memoria de Juan Escudero Ortúzar y homenaje al reciente Premio Cervantes entregado a Raúl Zurita. La Vida Nueva, Canto a los Ríos que se aman http://www.letras.mysite.com/zurita080102.htm

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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