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El discurso del rey, una lección de dignidad Opinión Crédito: De www.lancashire.gov.uk – Flickr: Filming Colin and Helena, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12700686

El discurso del rey, una lección de dignidad

Alejandro Reyes Vergara
Por : Alejandro Reyes Vergara Abogado y consultor
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El discurso del rey es una película notable. De esas que nos emocionan y marcan para siempre.

En mi opinión, la dignidad atraviesa toda esta historia, que es real. La vemos en los personajes  principales, con sus imperfecciones y debilidades; en la relación de igualdad y amistad del rey con un plebeyo modesto. Y por último, en la gran defensa de la dignidad de una nación y de su pueblo amenazados por la barbarie nazi.

Jorge VI, padre de la actual reina Isabel II, fue coronado en 1936 como rey de Inglaterra, que gobernaba un cuarto de la población mundial.

La película muestra a un Jorge VI conflictuado. No quiere ser rey, pero es su deber. Es tímido, víctima de bullying desde su niñez que lo hizo tartamudo y un zurdo obligado a ser diestro. Hablar en público era su infierno, una lucha fatigosa consigo mismo y con el mundo. Tartamudea y se bloquea en largos silencios que incomodan a su audiencia. A ratos tiene pánico, desespera o llora.

Creo que toda esa fragilidad del rey paradójicamente lo humaniza y lo dignifica ante nosotros. No es un rey perfecto en las alturas, sino un ser humano que tiene problemas y sufrimientos, igual que todos.

Su interés por los problemas sociales, su ayuda a los afectados en la guerra y su permanencia junto a su pueblo en un Londres y un Buckingham bombardeados, lo hizo uno de los reyes más queridos de Inglaterra.

Abrumado con su tartamudez que atrofia su comunicación con el pueblo británico, a través de su incondicional mujer, que conocemos como la reina madre, buscaron confidencialmente ayuda para superarlo. Llegan a Lionel Logue, un aficionado a sanar tartamudeces, sin más preparación que su experiencia con soldados traumados por la Primera Guerra Mundial. Lionel vive y atiende a sus pacientes en un frío departamento subterráneo, de muebles viejos y muros despintados. Pero trasluce un alma digna, educada y respetuosa. Vive modestamente, pero es culto y de humor fino.

La dignidad de Lionel está en hacerse respetar pese a su modestia y en tratar al rey y a la reina como sus iguales en esencia, no como seres superiores, pomposos o sobrenaturales. Para atender a Jorge VI le exige un trato de igual a igual: Lionel no irá al palacio sino que el rey vendrá a su “consulta”, donde regirán sus reglas. Pese al desconcierto del rey, no lo tratará de Su Alteza ni Su Majestad, sino por su apodo familiar, “Bertie”, y deberá tratar a Lionel por su nombre de pila, no como señor, doctor, ni profesor, ni por su apellido. Si no le gusta al rey, puede irse.

Lionel comienza y lo ejercita en trabalenguas, respiraciones y ejercicios estrambóticos. Hace fluir el habla de Bertie hacia un ritmo más pausado, de silencios solemnes y seguros. Le infunde confianza al emperador solitario, lo va dignificando.

El rey y Lionel se pelean y perdonan, se agradecen y conversan de asuntos personales y de la realeza. Van tejiendo una amistad humana entre rey y plebeyo que se reconocen iguales en dignidad y que durará toda su vida.

Al final de la película, Jorge VI hace el memorable discurso del rey, cuando se inicia la guerra contra Alemania. Es un tremendo elogio a la dignidad de una nación y de su pueblo:

“En esta hora difícil… quiero hacer llegar a cada hogar de mi pueblo… este mensaje, que les expreso a todos con la misma emoción profunda como si cruzara los umbrales de sus puertas y les hablara personalmente a cada uno.

“Hemos sido llamados… para afrontar (algo que) … sería fatal para cualquier orden civilizado en el mundo… que despojado de su máscara, es la simple doctrina primitiva que dice que la fuerza es el derecho… (Así), los pueblos del mundo serían sostenidos en la esclavitud del miedo, y todas las esperanzas de paz… y de seguridad de la justicia y la libertad… estarían acabados…

«Llamo a mi pueblo… para que hagan propia esta causa. Les pido que se mantengan firmes, en calma y unidos en este tiempo de prueba. La tarea será difícil. Puede haber días oscuros por delante, y la guerra ya no se limitará al campo de batalla. Pero sólo podemos hacer lo correcto, lo que vemos como justo… si todos y cada uno nos mantenemos… listos para cualquier servicio o sacrificio…, entonces, con la ayuda de Dios, prevaleceremos”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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