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El candidato del árbol, sonrisas y memes Opinión

El candidato del árbol, sonrisas y memes

Ariel Grez Valdenegro
Por : Ariel Grez Valdenegro Investigador y docente U. de Chile
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Los dos días siguientes a la primera vuelta, se vivió una sensación de aturdimiento. Al igual que en otras ocasiones, un sector de la población «no vio venir» un resultado que le parecía demoledor, que dio como ganador al candidato de ultraderecha. 

Quizás por esa capacidad que tenemos los chilenos de estar tranquilos en medio de un terremoto, no bastaron los mamotretos de análisis en Facebook y gritos de miedo en Instagram. Fue mejor asumir lo aconsejable en un temblor: poner ambos pies en la tierra y observar para evaluar el nivel de riesgo. 

Sin ningún argumento razonable, había un cierto optimismo idiota que no era el suficiente para efectivamente hacer algo. Sin embargo, al tercer día, empezó a aparecer algo en el horizonte que, si bien no daba seguridad de nada, permitía recuperar sonrisas: la aparición un gran número de memes. 

Partieron con los piolines por Boric, que desde su amarilla ternura te deseaban dulces sueños pensando en Gabriel, o los apuestos Chayannes que llamaban a votar por el magallánico, para más adelante pasar a los Boric Facts, o frases de hazañas imposibles y solo logrables por una criatura mítica, que resultaba ser el candidato. Luego ya se hizo difuso, ya que la cantidad de contenido que aparecía en los inicios de las redes sociales era sencillamente abrumadora. 

Al menos en mi círculo cercano, los boomers estaban devastados y devastadas. Desde esos dos días de pánico, me decían que lo veían «muy difícil», y sospeché no tan en secreto que ya daban por perdida la elección, pero no se atrevían a decirlo. Tal vez por no decretarlo, o quizá por no asustar a alguien como yo que no vivió los horrores de la dictadura en carne propia. Me decían que Boric no era suficiente candidato para frenar el poder que demostraba Kast, cuestión que yo siempre concedí en las conversaciones. Con timidez, comencé a replicar en esas conversaciones con que Instagram había explotado con memes, y que eso era señal de algo. Nunca insistí demasiado, ya que la incredulidad de la mirada de vuelta era absolutamente más fundada que cualquier afiebrado análisis que yo pudiera hacer. 

Creo que los dos postulados de la desazón eran correctos. El candidato no tenía experiencia, y los memes no son necesariamente un predictor de votos. Sin embargo, creo que a la ecuación de la desesperanza le faltaba una variable fundamental, que es que detrás de esos memes había una generación de personas que transformaron su terror al gobierno de Kast en imágenes graciosas cada vez más absurdas, generándose una reacción en cadena. 

Hacer un meme no es repartir un volante. Nadie te entrega el meme, ni debes enfrentar directamente a otra persona y pasárselo con la esperanza de que reciba el mensaje. Hacer un meme es agarrar una imagen de base y torcerla, proponer algo nuevo y lanzarlo a un mar de personas que no necesariamente conoces. Tal vez funcione y tenga un millón de compartidas, o tal vez solo le ponga «me gusta» tu pareja. Pero más importante que su impacto, para que un meme exista, alguien debe tomarse unos minutos y hacerlo. Alguien debe involucrarse. 

Así, vi páginas que antiguamente hacían campaña por Jadue someter a votación entre sus seguidores si se transformaban en «bots» de Boric. En varios casos estos plebiscitos resultaron en un sí rotundo, y en un llamado a transformarse en «bots» del candidato de la oposición. Muchos y muchas hicieron eco del llamado y se transformaron en «bots» orgánicos, que compartían y comentaban contenidos para visibilizar y disputar. Vi a gente que jamás pensaría que apoyaría a Boric compartir memes en forma sistemática y enfermiza. Vi a gente que derechamente odia a Gabriel compartir contenido que en parte era crítica –por ejemplo, por «amarillo»– pero lo visibilizaba, para luego confirmar que su intención de voto era por él, aunque fuera por considerarlo el «mal menor». 

¿Se ganaron votos con los memes? No lo sé, y tiendo a pensar que no. Finalmente, la mecánica de las redes sociales implica que uno termina visibilizando contenido afín a su propia visión, lo que dificulta establecer que mediante ellos se convenció a indecisos e indecisas. Lo que sí pienso, es que de los dos primeros días de silencio, pasamos a un mes de absurdas publicaciones sostenidas por parte de personas que consideraron que aquello ayudaba en alguna manera. 

No me malentiendan, no creo que el candidato del arbolito haya ganado por los memes. Ganó por distintos factores que otras personas explicarán mejor que yo, que incluyen el giro de discurso e imagen o el cambio de estrategia territorial. Y claro, por el rechazo a un candidato pinochetista y el miedo a un programa que era de no creer. Así que no, no ganó por los memes. Ganó por la gente. Y esa gente, entre las mil cosas que se pudieron hacer en forma inorgánica para hacer frente a la derecha, también hizo memes. 

Tal vez ahora vendrá el momento para que otras personas analicen lo que ocurrió en estos días en el internet. Sin embargo, el domingo de la elección, al presenciar el contundente resultado, mi corazón terminó de aliviarse. Mi optimismo inicial era tal vez ridículo, ya que su sostén eran argumentos tan absurdos como el número de piolines y Chayannes que circulaba. Sin embargo, creo que el fenómeno viral que ocurrió era parte de una expresión de un pueblo, a través de dinámicas que todavía estamos empezando a entender. Y si no lo logramos, al menos nos habremos reído un montón de las mil y una ocurrencias de nuestra maravillosa gente. Y sea lo que sea que venga ahora, debe ser con sonrisas.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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