Publicidad
¿Hay que separar la obra del autor? Opinión

¿Hay que separar la obra del autor?


La escritora Isabel Allende presentó hace algunos días Violeta, su nueva novela. En su encuentro virtual con los medios, la autora de afamadas obras como La casa de los espíritus e Inés del alma mía se refirió a la polémica que ha surgido durante los últimos años en torno a la figura de Pablo Neruda. El Nobel de Literatura narra en una de sus obras que violó a una mujer de escasos recursos mientras se desempeñaba como embajador en Ceilán (actualmente Sri Lanka), lo que le ha valido un repudio por parte de agrupaciones feministas y, en ocasiones, un llamado, no solo en Chile, a “cancelar” su obra. Allende, en concreto, sostuvo que “si en el caso de un artista como Neruda nos vamos a quedar con lo que hizo, revisemos su vida privada, pero no eliminemos todo, porque si no ningún títere queda con cabeza. No eliminemos la historia, vamos a revisarla para que se cuente como se debe contar”.

Las declaraciones de la escritora reavivaron una discusión que ha desatado pasiones durante los últimos años y que vive un apogeo a nivel mundial: ¿hay que separar a la obra de su autor?

En términos estrictos la obra no puede separarse de su autor; emergió de él, y aquello la condiciona, le da un sello con el cual no hubiese podido contar si cualquier otro hubiese intentando elaborar el mismo trabajo, por muy análogo que este hubiese sido. Sí es posible, en cambio, valorar la obra a pesar de su autor o, incluso, ciñéndose a la vida del mismo, pues cada quien estimará cuáles fueron los actos que lo constituyeron como artista. Si es este el camino que elegimos seguir –el de exponernos a la obra de todos modos– no debiese haber espacio para censuras según el tipo de vida que tal o cual artista haya vivido, sobre todo considerando que además existen razones pragmáticas para oponerse a la “cancelación” de obras, fundada en los actos de quienes les dieron vida.

En primer lugar, es menester considerar que inmiscuirse en la obra de un autor contribuye a que podamos comprender de manera más envolvente la época en la que este habitó. Aquello, a su vez, nos puede ayudar a entender de modo más completo cómo nuestra cultura y nuestra civilización han llegado hasta donde se encuentran. Excluir la obra de un Neruda –por utilizar el ejemplo al que aludió Allende– no solo despojaría de nuestras manos valiosas piezas literarias, sino que también nos haría desprendernos de trozos claves de nuestra historia; el trato a la mujer de la época, la admiración hacia los Soviéticos, y el rol de los intelectuales en la política de aquella época se entienden con más profundidad si Neruda se encuentra en el mapa.

Del mismo modo, un panorama de la Argentina contemporánea sin la figura y la idolatría hacia Maradona –a quien también se cuestionó luego de su muerte–, a todas luces quedaría incompleto. Algo similar ocurriría si borramos de la escena ochentera y noventera a Michael Jackson. Es preferible, desde este punto de vista, no eliminar la historia –como planteó Isabel Allende– sino contarla como se debe contar.

Dicho lo anterior, es inevitable preguntarse por qué una “cancelación” como la que algunos plantean debiese limitarse a artistas o a figuras con una fuerte connotación pública. Si atendemos al fondo del argumento deberíamos, en consecuencia, eludir la utilización de cualquier creación cuyo autor haya cometido delitos o se haya convertido en un criminal. Una innovación tecnológica –en los términos de quienes buscan “cancelar”, por ejemplo, a Neruda– también debiera dejar de utilizarse si a su autor se le descubre un pasado oscuro. Una cuestión como aquella volvería insostenible a la sociedad que habitamos.

Por último, vale la pena destacar el hecho de que nadie puede legítimamente privar a otro de los beneficios que la literatura, la música, el deporte o cualquier creación humana pueda proveerle. ¿Cuántos habrán escrito sus obras a partir de la inspiración que en ellos surgió al leer a Neruda? ¿Cuántos se habrán atrevido a patear al arco tras alucinar con Maradona? Hace algún tiempo incluso se habló –casi en términos anecdóticos, para ser justo– de “cancelar” a Aristóteles por haber defendido la esclavitud. ¿Se imaginan el vacío en la filosofía sin sus ideas?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias