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¿Cuánto Estado, cuánto mercado? Una pregunta clave del gobierno de Boric Opinión

¿Cuánto Estado, cuánto mercado? Una pregunta clave del gobierno de Boric

Enrique Fernández Darraz
Por : Enrique Fernández Darraz Doctor en Sociología, académico.
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Gabriel Boric llegó al poder, entre otras razones, porque encarna la esperanza de gran parte de la ciudadanía, de que algunos aspectos fundamentales de su existencia ya no dependan de las violentas y, en ocasiones, insultantes veleidades del mercado.

Una ciudadanía que aspira a no tener que pasarse la vida pensando cómo resolver problemas tan básicos como qué hacer para financiar una enfermedad, cómo sobrevivir después de la jubilación, cómo costear la educación de los hijos, cómo conseguir una vivienda o cómo asegurarse la provisión de agua, por mencionar los más acuciantes y evidentes.

El futuro gobierno de Boric representa, en ese sentido, la posibilidad de acceder a algunas garantías necesarias para que las personas puedan desarrollarse y proyectarse con mayor tranquilidad existencial.

Algo que puede parecer una obviedad, no lo es en un país que en la década de los 80 entregó el bienestar social al mercado, haciendo que éste dependa de cuánto gana cada quien.

Desandar este camino no será una tarea fácil, ya se ha dicho, por varias razones: la dependencia del sistema financiero de los ahorros previsionales, los intereses de grupos económicos que han hecho de la seguridad social un rentable negocio y la atávica costumbre de ciertas elites chilenas de parasitar los recursos públicos.

La pregunta que habrá que intentar responder es ¿cómo debería ser hoy un proyecto de izquierda que desarme estructuralmente la ideología y el modelo neoliberal? Esto no es tan evidente como parece y los gobiernos de la ex Concertación cayeron en trampas extraordinarias, como la gratuidad universitaria, que terminó siendo un voucher que se entrega a las instituciones dependiendo de cuantos estudiantes matriculan, o la infinidad de bonos que subvencionan y legitiman los bajos salarios de un precarizado sistema laboral.

Esta pregunta se podría resumir en ¿cuánto Estado y cuánto mercado se requiere para avanzar hacia una sociedad más justa y una vida más digna? O, más preciso aún: ¿qué necesidades de la vida social se proveerán desde el Estado y cuáles se delegarán al mercado?

Los mercados funcionan, básicamente, bajo tres premisas: la provisión de bienes y servicios tiene una lógica comercial (de compra y venta), se basa en transacciones monetarizadas (se pagan precios fijados por los proveedores) y se realiza con la expectativa de generar lucro privado (quienes los ofrecen se apropian de las ganancias).

Eliminar la lógica neoliberal del bienestar social no consiste en subvencionar con dinero a quienes tienen menos, para que puedan acceder a él, comprándolo en un mercado. Al contrario, ello la consolida, ya que alimenta los tres principios mencionados, a costa de los ingresos de quienes requieren el servicio y de los impuestos de los contribuyentes. En el fondo, lo que se subvenciona no es a quien gana poco, sino las utilidades de quien vende.

Eliminar la lógica neoliberal implica, entonces, sacar el bienestar social del mercado, dándole el carácter de prestación no “comprable” (sino de derecho), no monetarizada y por lo mismo, no dependiente del ingreso de cada quien (aun cuando se pueda pagar un valor definido por el Estado, no un precio fijado por proveedores particulares) y que no genere ganancias de apropiación privada. 

Esto, por supuesto, no excluye la existencia de seguros que complementen los estatales, sino que impone a estos últimos garantizar una vida digna y sin incertidumbres existenciales evitables si se practica un mínimo de solidaridad social.

Así como en los años 80 se decidió que el bienestar social sería provisto mayoritariamente por privados bajo lógicas de mercado, el nuevo gobierno está ante en desafío de retrotraer dicha decisión. La ruta más fácil seguirá siendo, sin duda, la de los bonos y el aplauso de corto plazo. La más difícil será intentar realizar cambios estructurales.

En los años que vienen veremos hasta dónde llega la claridad para comprender estas diferencias, el coraje para enfrentar los intereses de los más poderosos y la capacidad política para conseguirlos. En el fondo, veremos en qué medida el gobierno de Boric tendrá la voluntad y será capaz de desandar el camino trazado por la dictadura, y qué ayuda le prestará en ello la nueva Constitución.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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