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Sufriendo y tratando de no depender de otros: la opinión de Pablo Flamm DEPORTES

Sufriendo y tratando de no depender de otros: la opinión de Pablo Flamm

Pablo Flamm
Por : Pablo Flamm Periodista deportivo
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Sufriendo y tratando de no depender de otros. Seguimos igual en el discurso de conformarnos con avanzar una ronda, cuando en la década de los noventa los equipos chilenos sí fueron protagonistas. Campeón 1991, subcampeón 1993, cuartos de final permanentes y los equipos que visitaban Chile se iban sin nada entre las manos. Había otra jerarquía de jugadores, seleccionados de sus países y, además, la base de la selección chilena estaba en territorio nacional. Fue un momento especial donde sí podíamos disputar de igual a igual con las potencias del barrio. Hoy, pareciera –y es una sensación extraña y dura– no tener las armas para hacerse respetar. Así es muy difícil y ya, en los últimos años, varios papelones se han visto en nuestras canchas.


La Copa Libertadores nos volvió a dar una cachetada dura y fuerte esta semana con los dos mejores equipos de nuestra liga. U. Católica y Colo Colo supieron del potencial y categoría de dos grandes candidatos al título, como son Flamengo y River Plate, con presentaciones muy bajas y además con 7 goles recibidos y ninguno marcado.

Los cruzados, y actuales campeones de Chile, recibieron una dosis de fútbol brasileño y bien pudieron ser más de tres, de no ser por la excelente actuación de Sebastián Pérez. Algo muy similar ocurrió en Buenos Aires, donde los de Gallardo explotaron muchas de sus cualidades y vencieron categóricamente al que parecía ser el más cercano equipo para avanzar a octavos de final.

Quedó una vez más la claridad de que dos de nuestros mejores representantes intentan competir, pero finalmente hay una diferencia de intensidad, precisión y categoría que hacen la diferencia. Ellos, argentinos y brasileños, se refuerzan para ganar la copa, nosotros por intentar pasar a la siguiente ronda, casi como un ruego divino y celestial.

[cita tipo=»destaque»]Por ahora no se puede y la suerte de nuestras escuadras está en manos de pensar tal vez en la segunda competencia de orden continental.[/cita]

Claramente tienen más y mejor presupuesto, traen jugadores de Europa en su nivel competitivo aún, nuestros equipos tratan de buscar jugadores de segunda o tercera línea, que vengan a tratar de ser aportes y refuerzos.

Pero en la cancha, la velocidad y exactitud con que ejecutan estos equipos es de primer nivel. Es cosa de fijarse en los pases, cambios de ritmo y técnica que poseen al momento de armar o definir las jugadas claves de cada partido.

Por ahora no se puede y la suerte de nuestras escuadras está en manos de pensar tal vez en la segunda competencia de orden continental. Lo de los cruzados deja nuevamente una estela de frustración, porque, salvo Flamengo, era un grupo para que los actuales monarcas pudieran quedarse con el segundo lugar. Hoy la opción real es la Sudamericana y para ello deben vencer a Talleres.

Lo de los albos pasa por no poder concretar las opciones que tuvo. El partido de Santiago ante Alianza era para un marcador más holgado y terminó ganando y sufriendo por 2-1. Lo de Lima, fue una farra de aquellas. Podían haberse ido al descanso con tres goles arriba y terminó empatado 1-1. Estos partidos son los que se deben asegurar para no pasar complicaciones y ahora solo le queda de vencer a Fortaleza de local, para asegurar la clasificación a la siguiente ronda.

Entonces, seguimos igual. Sufriendo y tratando de no depender de otros. Seguimos igual en el discurso de conformarnos con avanzar una ronda, cuando en la década de los noventa los equipos chilenos sí fueron protagonistas. Campeón 1991, subcampeón 1993, cuartos de final permanentes y los equipos que visitaban Chile se iban sin nada entre las manos. Había otra jerarquía de jugadores, seleccionados de sus países y, además, la base de la selección chilena estaba en territorio nacional. Fue un momento especial donde sí podíamos disputar de igual a igual con las potencias del barrio. Hoy, pareciera –y es una sensación extraña y dura– no tener las armas para hacerse respetar. Así es muy difícil y ya, en los últimos años, varios papelones se han visto en nuestras canchas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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