En las elecciones del 2 de octubre de 2022 en Brasil, el actual presidente Jair Bolsonaro alcanzó poco más del 43% de los votos, que resulta sorprendente por dos razones principales. Primero, por el error de las encuestas, las que hablaban de una diferencia de alrededor 10 puntos con su contrincante más próximo, Lula Da Silva, quien ganó la primera vuelta con más del 48%. En segundo lugar, a pesar del mal manejo gubernamental realizado durante la pandemia, que lo llevó a enfrentamientos con gobernadores y los otros poderes del Estado, el actual presidente obtuvo una muy alta votación.
Además, algunos de los personeros más cercanos al presidente han conquistado puestos importantes en los Estados y en el congreso nacional. En el importante Estado de Sao Paulo, Tarcisio Gomes de Freitas, de Republicanos, partido aliado de Bolsonaro, se impuso a Fernando Haddad, aliado de Lula, pero, no alcanzando el 50% de los votos, deberá haber una segunda vuelta. Por su parte, en el Estado de Río de Janeiro fue elegido en primera vuelta Claudio Castro, del Partido Liberal, superando a Marcelo Freixo, del Partido Socialista Brasileiro.
El Partido Liberal, donde milita el presidente, se convierte en la tercera mayor fuerza en la Cámara de Diputados y logra avances importantes en el Senado. En el congreso nacional salen victoriosos dos exministros del gobierno de Bolsonaro: Ricardo Salles, de Medio Ambiente, acusado de corrupción; Eduardo Pauello, de Salud, criticado por su mal manejo de la pandemia. Otros tres ex primeros ministros resultaron electos en el Senado: Damares Alves, Tereza Cristina y Rogerio Marino.
De este modo observamos un importante avance de las fuerzas de ultraderecha, aliadas y/o cercanas a Bolsonaro. Este panorama político planteará nuevos desafíos en las elecciones del 30 de octubre a la candidatura de Lula da Silva. Si logra ganar la Presidencia, contará con una fuerte oposición en las gobernaciones de algunos de los Estados más importantes del país, y también en el Congreso. En caso de ser derrotado, consolidará el triunfo de la extrema derecha en América Latina, convirtiéndose en un nuevo hito del auge de estas fuerzas políticas a nivel mundial.
