Publicidad
La reducción de los cultivos anuales Opinión

La reducción de los cultivos anuales

Sergio Arancibia
Por : Sergio Arancibia Doctor en Economía, Licenciado en Comunicación Social, profesor universitario
Ver Más


El VIII Censo Nacional Agropecuario y Forestal, CAF, se realizó en el año 2021 y sus resultados se terminaron de publicar en el año en curso. Pero como el anterior censo de la misma especie data del año 2007, la diferencia en las cifras que arrojan ambos es tan fuerte que da pie para todo tipo de críticas y suspicacias –no siempre inocentes– con relación a los datos más recientes. Mal que mal, los datos del 2007 se han tenido por buenos, sin mayor análisis, durante más de una década, y los cambios no siempre son bien recibidos.

Pero aun cuando existan cuestiones de carácter técnico que todavía están por dilucidarse, hay ciertas tendencias en las cuales coinciden todas las fuentes estadísticas. Una de esas tendencias dice relación con la disminución de la superficie destinada a cultivos anuales.

Los cultivos anuales son aquellos como los cereales, tubérculos, verduras, legumbres y algunos cultivos industriales, tales como el rap y la maravilla, en los cuales la siembra y la correspondiente cosecha tienen lugar a lo largo de un período máximo de doce meses. Las plantaciones no anuales son aquellas como los frutales y los forestales, cuyo ciclo de plantación y cosecha toma varios años.

Según el censo de 2007, la superficie con cultivos anuales cubría en ese año un total de 620.275 hectáreas. En 2021, según el censo de este año, esos cultivos solo cubrían un total de 536.474 hectáreas. Noventa mil hectáreas menos. Los datos intercensales, publicados por la Oficina de Estudios y Planificación Agrícola, Odepa, aun utilizando cifras diferentes, muestran una caída de aproximadamente 95 mil hectáreas en los cultivos anuales entre esos mismos años. Es decir, una cantidad muy similar a la que se desprende de los censos del 2007 y del 2021.

¿Qué pasó con esas 90 o 95 mil hectáreas? Hay varias respuestas posibles. Los parcelamientos en las tierras cercanas a las grandes ciudades llevan a que tierras que antes se destinaban a cultivos anuales, ahora han dejado de utilizarse para esos fines. También es posible que procesos de erosión y desertificación estén afectando a ciertas tierras de cultivo, sobre todo en la zona norte del país. Se puede agregar que la prolongada sequía ha obligado a dejar sin cultivar terrenos que antes estaban en plena producción. Pero la hipótesis que queremos explorar en la presente columna es la que postula que parte de los cultivos anuales han sido sustituidos por plantaciones permanentes, lo cual cambia la estructura económica –e incluso la geografía– del campo chileno.

Veamos. Según los censos mencionados, la superficie plantada con frutales pasó de 324.293 hectáreas en 2007, a 374.809 hectáreas en el 2021. Es decir, un salto de 50 mil hectáreas, que en parte puede explicar la reducción de la superficie destinada a cultivos anuales. Según los datos de Odepa, que se refieren a datos año a año, la superficie plantada con frutales aumentó en aproximadamente 100 mil hectáreas en el período analizado. Se utilizan cifras diferentes, pero en cualquier caso, se postula un aumento sustantivo de la superficie plantada con frutales, que tiene que haber tenido algún otro uso diferente, antes de su uso actual. Las plantaciones de uva para fines vitivinícolas no se contabilizan, a su vez, en las estadísticas agrícolas, como producción frutal, sino como un insumo industrial y la superficie correspondiente aumentó en 20 mil hectáreas entre los dos censos analizados.

Otro tanto sucede con las plantaciones forestales. Según los censos del 2007 y del 2021, la superficie correspondiente pasó de 1.805.976 hectáreas a 2.068.401 hectáreas. Un aumento aproximado a las 250 mil hectáreas entre los años mencionados. También aquí es posible postular que eso se ha hecho a expensas, por lo menos parcialmente, de tierras anteriormente dedicadas a cultivos anuales –como el trigo en la zona de La Araucanía, por ejemplo–, aun cuando también es cierto que la plantación forestal no solo ocurre en anteriores terrenos de cultivo.

En síntesis, hay antecedentes suficientes que apuntan a que desde hace varios años, e incluso en el presente, se ha vivido en el país un lento pero inexorable proceso de modificación en el uso de las tierras, en especial en lo que dice relación con la reducción de la superficie dedicada a cultivos anuales y con la expansión de las plantaciones frutales y forestales.

La reducción de los cultivos anuales y la ampliación de las plantaciones frutales y forestales implica, en alta medida, una reducción de los cultivos encaminados a abastecer el mercado interno y una creciente orientación de la producción nacional hacia el mercado internacional. Todo ello, a su vez, incide sobre las concepciones que se manejan en torno al tema de la seguridad alimentaria, que propician que una proporción importante de los alimentos de consumo habitual dentro del país –aun cuando no necesariamente todos– sean producidos en el territorio nacional, como mecanismo de protección frente a los vaivenes del mercado internacional y, en particular, de las decisiones que se tomen por parte de agentes económicos trasnacionales y que incidan en los precios y las cantidades comercializadas de los productos alimenticios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias