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Protección y apertura Opinión

Protección y apertura

Desde distintos lugares, identidades y realidades, la ciudadanía reclama protección, en un sentido muy amplio, que comprende desde la seguridad pública hasta la justicia social. En ello encontramos un elemento clave de unidad que los chilenos y chilenas proponen (proponemos) para rearticularnos como comunidad política. Por lo mismo, el desafío radica en generar una propuesta que se haga cargo de este elemento, sin llegar a convertirse en un programa político estático. La invitación entonces es a trabajar por encontrar una fórmula constitucional que combine protección y apertura hacia el futuro.


El nuevo proceso constituyente abre un nuevo camino para dejar atrás la Constitución de 1980 y para rearticularnos como comunidad política. En este contexto, resulta urgente que demos respuesta a varias interrogantes: ¿qué características debe presentar el nuevo texto?, ¿debe ser breve o extenso?, ¿con muchos o pocos derechos?

Tanto en el plano nacional como internacional, resulta relevante tener a la vista las lecciones aprendidas sobre los puntos mínimos que debiese contener un texto constitucional. Una de aquellas lecciones dice relación con el rol de la Constitución como ley fundamental de una comunidad política. En lo que sigue, reflexiono sobre esta cuestión en el contexto del proceso constituyente que está por arrancar.

En primer lugar, sabemos que una Constitución es una ley fundamental. Pero ¿qué es lo fundamental? El carácter de fundamental no se define en abstracto; lo que resulta fundamental se refiere a aquello que es determinante para una comunidad en cierto momento histórico; lo fundamental es, entonces, todo aquello que se considere como mínimamente necesario para sostener la unidad política.

En segundo lugar, cabe preguntarse: ¿qué impacto tiene que lo fundamental se plasme en un texto constitucional? La idea es que lo fundamental represente aquellos acuerdos que permitan dar unidad a una comunidad que es plural, en tanto está compuesta por diversas personas y grupos. En este sentido, de lo que se trata es de buscar aquellos aspectos que faciliten la integración de la comunidad y su estabilidad en el tiempo.

Esta idea es valiosa y es el mérito de los movimientos constitucionalistas de la historia, pero al mismo tiempo plantea un problema: si algo se consagra en la Constitución, se extrae del proceso político democrático de las mayorías. Es decir: aquello que se plasma constitucionalmente no puede ser regulado libremente por la ley (el instrumento emblema de la democracia moderna). Por lo tanto, debemos considerar cuidadosamente cuáles serán esas cuestiones fundamentales.

En tercer lugar, es importante tener presente que pueden existir muchas cosas que se estimen fundamentales en los términos ya descritos. Pero mientras más aspectos y temas se consideren de naturaleza constitucional, el texto correrá el riesgo de convertirse en un programa político estático. Este último aspecto es relevante no solo porque –como se dijo– supone extraer aspectos del proceso político democrático, sino también porque aleja a la ciudadanía del proceso constituyente, en cuanto esta deja de comprenderlo como un gran debate acerca de los aspectos fundamentales que proveerán a la comunidad plural de unidad, y pasa a identificarlo como un debate político más entre tantos otros.

El carácter fundamental de una Constitución no puede determinarse con independencia de la comunidad; y por lo mismo, más allá de los tecnicismos, el nuevo proceso constituyente solo podrá evaluarse como verdaderamente exitoso si logra situar a todos los chilenos y chilenas en el centro de la discusión.

Desde distintos lugares, identidades y realidades, la ciudadanía reclama protección, en un sentido muy amplio, que comprende desde la seguridad pública hasta la justicia social. En ello encontramos un elemento clave de unidad que los chilenos y chilenas proponen (proponemos) para rearticularnos como comunidad política. Por lo mismo, el desafío radica en generar una propuesta que se haga cargo de este elemento, sin llegar a convertirse en un programa político estático. La invitación entonces es a trabajar por encontrar una fórmula constitucional que combine protección y apertura hacia el futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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