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40 horas ¿verdes? Opinión

40 horas ¿verdes?

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Pedro Glatz
Por : Pedro Glatz Colaborador Rumbo Colectivo
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La reciente aprobación de la ley que rebaja la jornada laboral a 40 horas semanales es, probablemente, el mayor logro que el Gobierno ha conseguido hasta ahora. A través de esta medida la izquierda ha retomado una de sus demandas históricas que, tal como se ha señalado a lo largo del debate legislativo, tiene múltiples efectos positivos que sin duda se observarán en los próximos años. Los beneficios incluyen la disminución del estrés o mejoras en la salud física y psicológica de los trabajadores; en definitiva, un avance en la calidad de vida debido a la mayor disponibilidad de tiempo libre. Sin embargo, la discusión no ha contemplado, al menos de manera masiva, los potenciales efectos ambientales que una menor jornada laboral puede producir. ¿Es posible hablar de unas “40 horas verdes”?

Durante los últimos años, la discusión sobre la reducción de la jornada ha vuelto a ser una temática relevante a lo largo del planeta. Los aumentos de productividad, la pérdida de empleos o la búsqueda de más bienestar para las personas, han justificado el crecimiento en el interés sobre la materia. Por ello, se han desarrollado experiencias piloto en varios países, los cuales han demostrado que varios de los efectos positivos esperados realmente ocurren. Asimismo, ha crecido la producción académica que ha intentado medir el real impacto ambiental que tiene trabajar menos horas. Las conclusiones de la mayoría de los estudios es clara: existe evidencia suficiente para plantear que jornadas laborales más cortas tienden a disminuir el consumo energético y las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Así lo demuestra un reciente estudio que sostiene que, para el caso estadounidense, existe esta correlación entre ambas variables.

Este menor impacto ambiental se explicaría por varias causas. En primer lugar, el simple hecho de trabajar menos horas permitiría un menor consumo energético en los espacios de trabajo. Por otra parte, el comportamiento de las personas podría cambiar al contar con más tiempo, reemplazando actividades intensivas en emisiones de GEI (como aumentar el uso del transporte público en detrimento del privado). Si a esto sumamos la posibilidad de que algunos trabajadores disminuyan sus jornadas laborales a 4 días, o mayor flexibilidad para el teletrabajo, la baja en emisiones podría ser aún mayor. Sin embargo, creo que las mayores transformaciones hacia una sociedad de menor impacto ambiental pueden venir del cambio cultural que puede generar la continua disminución de las horas de trabajo. Más tiempo libre puede abrirnos el camino hacia actividades que la mayoría de la población simplemente no tiene espacio para hacer. Practicar periódicamente un deporte, aprender algún oficio o habilidad, movilizarse en bicicleta o a pie, o simplemente descansar, son solo algunas formas de ocupar la recientemente adquirida libertad para avanzar hacia una sociedad en armonía con los ecosistemas.

Las 40 horas son una gran noticia para nuestro país. Pueden jugar, además, un rol fundamental en la lucha contra la crisis climática y ecológica. Para ello, esta reforma debe considerarse como un elemento más de las múltiples medidas necesarias para construir formas de habitar sustentables, como la construcción de más espacios públicos, infraestructura cultural o ciudades más compactas. Solo así avanzaremos hacia una transición socioecológica justa.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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