Opinión
Hay vasta evidencia en neuropsicología que muestra que ambientes educacionales marcados con violencia generan altos niveles de cortisol (la hormona del estrés), la que es incompatible con el aprendizaje, lo que que nos muestra que buenos resultados escolares y salud mental son temáticas que van de la mano, pero los adultos tampoco nos salvamos.
El pasado 31 de Julio apuñalaron a una estudiante luego de sufrir Bullying durante años, un hecho lamentable que se enmarca en un contexto poco esperanzador. Según informa la Superintendencia de Educación, solo en los primeros seis meses del 2022 se ingresaron casi tres mil denuncias sobre violencia escolar, mil 700 más que en los dos años anteriores. En la misma línea, la ONG internacional Bullying sin fronteras sostiene que el aumento de casos de violencia escolar llega a un 40% en Chile, mientras que es solo cerca de un 20% en Argentina, Perú y Colombia.
La educación chilena cursa una crisis, pero no es su único frente. Hace semanas se dieron a conocer los resultados del SIMCE y estos mostraron una difícil realidad. En lectura se aprecia una baja de cuatro puntos en cuarto básico y de seis puntos en segundo medio. En matemáticas hay una considerable baja de 10 y 12 puntos en cada uno de los niveles. Frente a este panorama de inmediato se señaló a la pandemia como la gran responsable ¿pero será la única?
Hay vasta evidencia en neuropsicología que muestra que ambientes educacionales marcados con violencia generan altos niveles de cortisol (la hormona del estrés), la que es incompatible con el aprendizaje, lo que que nos muestra que buenos resultados escolares y salud mental son temáticas que van de la mano, pero los adultos tampoco nos salvamos.
La Superintendencia de Seguridad Social reveló que la mayor causa de licencias médicas durante el 2022 fue por trastornos mentales (con casi 30% del total), seguida desde lejos por las de COVID-19 (con solo un 16,8%). Chile transita por una crisis de salud mental, pero hay esperanzas.
El año 2022 se conformó la red de Centros de Atención Psicológica Universitarios (CAPUs) constituido por once centros universitarios de la Región Metropolitana[1] que, junto con brindar atención psicológica a escolares y adultos, también genera datos para posibles investigaciones. Durante el año pasado se atendió a casi cuatro mil pacientes distintos, del cual mil 343 eran escolares, cuya inmensa mayoría pertenecía a establecimientos educacionales de bajos recursos. En la práctica, los CAPs de las universidades absorben buena parte de la demanda de la salud mental, descongestionando el ya sobrepasado sistema público.
Con todo, hay brechas. Menos de la mitad de los centros cuenta con psiquiatra (ya sea infanto-juvenil o adulto), lo que desnuda una realidad país poco visibilizada: En Chile se forman pocas personas con esta especialidad. Junto con eso, los CAPs en general nos vemos con trabas a la hora de derivar pacientes más graves al sobrepasado servicio público.
Frente a estas dificultades hay posibles soluciones ¿Y si se hiciera una colaboración público-privada para ayudarnos a financiar psiquiatras para la red? Si ese fuera el caso, podríamos tratar pacientes de mayor complejidad y absorber una mayor demanda, descongestionando de mejor manera la red pública ¿Y si junto con eso se articula un protocolo de derivación con la red pública para los pacientes más graves? Agilizar ese proceso solo beneficiaría a nuestros usuarios y aplacaría la crisis de salud mental. Sin lugar a duda el desafío es grande, pero existen soluciones posibles, solo hace falta llevarlas a cabo.
[1] UGM, U. Autónoma, UCSH, UHC, USS, UAH, U. Mayor, U. Andes, UAC, U. Central, UDP, UNAB.
