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Hechos sobre los cuales no caben opiniones Opinión

Hechos sobre los cuales no caben opiniones

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Patricia Politzer
Por : Patricia Politzer Periodista y ex Convencional Constituyente.
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El documental “Hawker Hunter: el ruido del silencio” emitido por TVN, reveló que la puntería de los aviones del FACH no fue tan precisa como se proclamó. Además del ya conocido bombardeo al hospital de la propia institución, mientras se atacaba la casa del Presidente Allende, en la población San Gregorio, a menos de dos kilómetros de la antena de radio Corporación un proyectil cayó en la casa de la familia Fuentealba. Los hermanos Jeannette y Humberto jugaban saltando sobre la cama cuando la explosión desintegró el techo y los niños volaron por la pieza. Humberto aún tiene las cicatrices de las esquirlas en la cabeza y un hombro. Jeannette, de solo 11 años, quedó bajo la cama con su enagua blanca completamente teñida de sangre. Fueron llevados rápidamente al hospital. Jeanette murió 22 días después. La causa, según el parte médico: “meningitis purulenta”. Otro hecho, en el que no cabe opinión.


El tenista alemán Alexander Zverev estaba a punto de pegarle a la pelota para iniciar un nuevo juego en el famoso US Open de Nueva York, cuando quedó paralizado ante el grito de un espectador. A pesar de la concentración que le demandaba el partido en el cuarto set, no tardó ni un segundo en reaccionar indignado al escuchar: “Deutschland über alles” (Alemania por encima de todo). Detuvo el partido y se dirigió sin dudarlo al juez de silla, para gritarle que esa era “la frase más famosa de Hitler” y que le parecía inaceptable.  En unos minutos, el autor de esta apología al nazismo estaba fuera del estadio.

Han pasado 90 años desde que Hitler llegó al poder en Alemania y 78 años desde que terminó la II Guerra Mundial, con todo lo que ello significó, pero en la memoria de Alexander Zverev y de la mayoría de los alemanes los hechos siguen presentes y sin atenuantes frente al horror vivido.

Me cuesta imaginar a un deportista chileno que en una situación similar, en la que se hiciera apología a Pinochet y su dictadura, reaccionara como lo hizo el tenista alemán. Y es que en su país, el cataclismo nazi y el valor de la democracia han sido intensamente debatidos y enseñados. En Chile, a 50 años del golpe militar, el país está fuertemente polarizado y en la memoria colectiva se confunden hechos y opiniones.

Señalar que sin Allende no hubiese habido golpe militar, o que sin la intervención de Estados Unidos el golpe no se habría producido, son opiniones. Afirmar que la Unidad Popular se encaminaba irremediablemente a una dictadura comunista es una opinión. Asegurar que el diálogo convocado por el cardenal Raúl Silva Henríquez fracasó por culpa de Allende, o que la responsabilidad fue de la DC, es una opinión. También se puede discutir sobre la profundidad de los errores del gobierno de la Unidad Popular y sus avances sociales. Se puede debatir cuán relevante fue la decisión de nacionalizar el cobre sin un dólar de indemnización. Lo que no es opinable ni discutible son los hechos.

Y los hechos son escalofriantes en su crueldad e inhumanidad.

Gracias a Peter Kornbluh, que ha dedicado su vida a obtener la desclasificación de documentos secretos de los gobiernos de Estados Unidos, conocemos en detalle la intervención del gobierno de Nixon para derrocar al Presidente Allende desde el momento en que fue electo, incluso antes de que fuera ratificado por el Congreso Nacional. También sabemos que Pinochet estuvo directamente involucrado en el asesinato del ex canciller Orlando Letelier. Puede o no gustarnos esta realidad, podemos opinar sobre las motivaciones que cada uno tuvo para actuar, pero los hechos son lo que son.

Aunque ya pasó medio siglo, gracias a los medios a los medios de comunicación, nacionales y extranjeros, que en estos días han publicado decenas de documentales, reportajes, podcast y entrevistas, seguimos conociendo nuevos episodios de aquellos años oscuros de nuestra historia.

La televisión pública alemana acaba de develar la intensa relación de la  embajada de la República Federal Alemana con Augusto Pinochet y sus agentes de seguridad, incluyendo la venta de armas a nuestro país, a través de Colonia Dignidad. Quien realizaba las operaciones era un ex oficial de la SS, Gerhard Mertins, que según la investigación alemana, habría contado con el beneplácito del Servicio Federal de Inteligencia y habría enviado armas previamente a los opositores al gobierno de Allende. Durante los primeros días después del golpe, el embajador alemán se negó a asilar personas que tocaban su puerta para salvar su vida. Son hechos.

El documental “Hawker Hunter: el ruido del silencio” emitido por TVN, reveló que la puntería de los aviones del FACH no fue tan precisa como se proclamó. Además del ya conocido bombardeo al hospital de la propia institución, mientras se atacaba la casa del Presidente Allende, en la población San Gregorio, a menos de dos kilómetros de la antena de radio Corporación un proyectil cayó en la casa de la familia Fuentealba. Los hermanos Jeannette y Humberto jugaban saltando sobre la cama cuando la explosión desintegró el techo y los niños volaron por la pieza. Humberto aún tiene las cicatrices de las esquirlas en la cabeza y un hombro. Jeannette, de solo 11 años, quedó bajo la cama con su enagua blanca completamente teñida de sangre. Fueron llevados rápidamente al hospital. Jeanette murió 22 días después. La causa, según el parte médico: “meningitis purulenta”. Otro hecho, en el que no cabe opinión.

Uno de los principales partidarios del golpe, el abogado Hermógenes Pérez de Arce, terminó con las especulaciones sobre el eventual plebiscito al que llamaría Allende en esos días de tensión extrema. Según dijo en una entrevista con Chilevisión, el 9 de septiembre de 1973, el Presidente citó a Pinochet a su casa de Tomás Moro, para informarle que esa semana llamaría a plebiscito para superar la crisis. Aquella tarde el general se sumó al golpe ya planificado. Hechos.

Hace ya décadas, a través de testimonios entregados en tribunales y en los informes Rettig y Valech, sabemos de la bestialidad con que fueron tratadas miles de personas detenidas. Violaciones, electricidad, simulacros de fusilamientos, entre muchas otras monstruosidades que cuesta imaginar. Según datos oficiales, 377 personas fueron ejecutadas sin juicio alguno, existen aún 1.092 detenidos desaparecidos. Sólo se ha logrado identificar a 307. No se sabe cuántos fueron lanzados al mar. Son  hechos documentados e indesmentibles.

Estas conductas brutales comenzaron el mismo 11 de septiembre como lo demuestran los cuerpos flotando en el río Mapocho y los numerosos cadáveres que se acumularon en el Servicio Médico Legal. Sin que hubiera guerra civil, más allá de unos pocos enfrentamientos en algunas fábricas de los cordones industriales. Las armas prometidas al pueblo y los combatientes preparados militarmente jamás llegaron.

En medio de la actual polarización, la dirigencia política se ve una vez más alejada de la ciudadanía, cansada de la pelea inútil, de mirada corta y cuentas mezquinas en beneficio propio.

Se han hecho declaraciones inaceptables, como las que denunció Alexander Zverev en Nueva York. Se siguen repitiendo, sin importar el daño que provocan a la convivencia democrática y, sobre todo, a las víctimas de la dictadura y sus familiares.

Es indispensable separar drásticamente los hechos inhumanos e irrepetibles de los debates políticos legítimos, que no justifican la tragedia, sino que iluminan para entender que no podemos volver al diálogo de sordos que destruye la democracia.

Cuesta asumir que al cumplirse 50 años de los horrores injustificables provocados por el golpe cívico-militar, la elite no haya sido capaz de suscribir rápidamente un compromiso para no repetir esta tragedia. Una vergüenza.

El gobierno ha sido errático. El presidente Gabriel Boric tampoco se preocupó de cuidar sus dichos. Sin embargo, hay una decisión del Ejecutivo que pasará a la historia en esta conmemoración: el Plan Nacional de Búsqueda de Víctimas de Desaparición Forzada en Dictadura, encabezado por el ministro de Justicia, Luis Cordero. Por primera vez en medio siglo, el Estado de Chile acepta sin complejos su responsabilidad frente a este grupo de compatriotas que, de acuerdo a los hechos, el mismo Estado intentó exterminar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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