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La paradoja republicana en el Consejo Opinión

La paradoja republicana en el Consejo

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Esto es tan ridículo como llamar a votar en contra de una obra escrita, dirigida y ejecutada por uno mismo. El grupo que se está inclinando por rechazar, pese a poder imponer su mayoría en el Consejo, está encabezado por Rojo Edwards y secundado por Johannes Kaiser, además de otros dirigentes de la colectividad. Incluso, el propio José Antonio Kast dejó entrever esa posibilidad después de las primeras votaciones del Pleno.


Parece ser la versión bizarra de una serie política de Netflix. Desde el partido que tiene mayoría en el Consejo Constitucional (obtuvo el 35% de los votos) y que, junto con los otros tres partidos de derecha totalizan 33 representantes –es decir, el 66% del órgano que está redactando el texto que se votará el 17 de diciembre– y, por tanto, tienen la mayoría absoluta (pudiendo redactar a su antojo la nueva Constitución), comenzaron a instalar, la semana pasada, que evalúan llamar a votar “En contra”. Esto, motivado por el hecho de que dos enmiendas que consideraban cruciales –el derecho a la vida, según ellos, y la cueca y rodeo como baile y deporte nacionales- fueron rechazadas en el Pleno. ¿Por quién? Por cuatro consejeros de sus aliados de Chile Vamos.

Esto es tan ridículo como llamar a votar en contra de una obra escrita, dirigida y ejecutada por uno mismo. El grupo que se está inclinando por rechazar, pese a poder imponer su mayoría en el Consejo, está encabezado por Rojo Edwards y secundado por Johannes Kaiser, además de otros dirigentes de la colectividad. Incluso, el propio José Antonio Kast dejó entrever esa posibilidad después de las primeras votaciones del Pleno.

La impresión inicial que deja esta insólita paradoja es que los republicanos creen que el proceso constituyente es un juego en que, si no logran todo lo que ellos quieren, simplemente lo dejan caer. Vale decir, una especie de niños amurrados que, si no les dan el pastel completo, rompen el tablero.

Pese a lo poco democrática de la posición, hasta podría ser razonable en caso de que fuera el oficialismo –la izquierda– el que los hubiera frustrado de ganar todo, pero fue la propia derecha la que les impidió lograr el 100 por ciento de sus deseos. Porque, digámoslo con todas sus letras, los consejeros de izquierda –más el único representante de los PPOO– han sido un simple adorno, en un proceso en que la derecha ha impuesto completamente sus términos. Un verdadero espejo de la Lista del Pueblo en 2021.

Sin embargo, una lectura más profunda permite deducir la estrategia que busca el Partido Republicano. Esta amenaza de rechazar su propia Constitución –Kastitución– aparece justo en el momento en que la encuesta Cadem alertó que quienes estaban por aprobar el texto bajaban 7 puntos en un mes y el rechazo llegaba a 57% a menos de tres meses de la votación. Coincidente esto con la discusión pública de las enmiendas republicanas, como liberar a los presos mayores de 75 años –casi todos están en Punta Peuco–, poner en riesgo la Ley de Aborto en tres causales, consagrar el rodeo –cuestionado duramente en una sociedad cada vez más animalista–, no reconocer a los Pueblos Originarios, entre otras.

Es decir, los republicanos prefieren matar el proceso ellos mismos, a sabiendas de que una derrota, como se prevé hoy en día, podría superar largamente el 62% del Rechazo del plebiscito anterior.

Si esa es la estrategia –autodestruir su propia obra–, los republicanos se están condenando a recibir un castigo enorme de la ciudadanía, en especial por parte de aquellos que votaron por sus candidatos simplemente como un voto castigo al Gobierno, a la Lista del Pueblo, a Stingo y la tía Pikachu. Realmente, si quienes impulsan esta paradójica estrategia piensan que podrán levantar el relato de “ganamos igual al mantener la Constitución de Pinochet” y, con eso, beneficiar a un partido que pasó a tener el 10% de adhesión en un año, es que no entienden nada de política y, menos, a los chilenos. Ese escenario, de seguro, significaría no solo tirar por la borda la candidatura de José Antonio Kast, sino que además correr la misma suerte de Parisi y su Partido de la Gente.

Y, claro, la posición final que asuma Republicanos está condicionada al comportamiento de sus socios de Chile Vamos. De ahí que el tercer eslabón de la estrategia de la tienda de Kast es poner el balón en el piso de RN, la UDI y Evópoli. Sin duda, el primer día de votación del Pleno del Consejo el quiebre fue evidente, lo que provocó la ira republicana. Pero, a partir del segundo día, Chile Vamos volvió a tomar una posición más conservadora y temerosa frente a sus aliados. De ahí que se logró aprobar –siempre con el voto en contra de todos los consejeros de la centroizquierda– completa la agenda propuesta por el Partido Republicano, incluso la cuestionada enmienda de excluir el pago de contribuciones a la primera vivienda, que incluyó un duro cuestionamiento de Evelyn Matthei.

Veremos, de aquí al 4 de octubre –cuando terminen las votaciones del Pleno–, si los consejeros republicanos logran reencauzar a sus socios para seguir pasando la aplanadora, lo mismo que le criticaron a la izquierda y, en particular, a la Lista del Pueblo. Y veremos también si la pataleta de “me aprueban todo o tiro el mantel” pueden sostenerla cuando venga la revisión de los 12 bordes por parte de los expertos. Aunque, de fondo, el 17 de diciembre será una prueba de fuego para el Partido Republicano, ya que estará en juego su viabilidad.

La próxima semana seguiremos con un nuevo capítulo de la serie política más bizarra de Netflix, que tiene a un segundo proceso constitucional –algo inédito en el mundo–, no solo al borde de ser rechazado por paliza, sino que, además, completamente huérfano, sin nadie que diga hasta ahora “yo votaré A favor”, con los dueños del Consejo en contra de su propia obra, porque –por lo visto–, partiendo por los republicanos, nadie está dispuesto a aprobar algo que no tenga el 100% de sus aspiraciones. Y, claro, definitivamente no será “la casa de todos”, tampoco la que “nos una” y, menos, la Constitución del amor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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