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¿O el asilo contra la opresión? Opinión

¿O el asilo contra la opresión?

Diego Pérez de Castro
Por : Diego Pérez de Castro Periodista, Magíster en Comunicación Política y Asuntos Públicos en la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Es hora de no solo saberse la letra del himno, sino de comprenderlo y que su significado sea movilizador para quienes dirigen el país.


Cuando Estados Unidos apoyó e intervino en el golpe de Estado en Chile el año 73, lo hizo bajo el contexto de una Guerra Fría en que se pretendía evitar la expansión del comunismo en Occidente. Sin embargo, el acto pasaba a llevar su principal bandera de lucha ideológica… la democracia.

Chile era el único país en el mundo en que el socialismo había llegado por los votos y Estados Unidos veía con muy malos ojos que otras naciones se “entusiasmaran” con la idea de seguir el experimento chileno. Por ello, la administración del presidente Richard Nixon vio con buenos ojos el derrocamiento de Allende y estableció rápidamente relaciones con el régimen de Pinochet.  

Ese apoyo comenzaría a dar una voltereta en 1976, cuando el servicio de inteligencia la dictadura militar de Pinochet (DINA) abusó en suelo norteamericano de ese matrimonio anticomunista que le brindó Estados Unidos, asesinando al excanciller de la Unidad Popular, Orlando Letelier. 

La Operación Cóndor de la DINA ya había asesinado al general Carlos Prats en Argentina y atentó fallidamente contra Bernardo Leighton en Italia. Pero realizar una maniobra de inteligencia en Estados Unidos, sin el consentimiento y conocimiento del dueño de casa, fue pasarse no solo tres pueblos, sino que un continente completo. 

Ya no estaba Richard Nixon, había asumido Jimmy Carter, quien puso énfasis en los derechos humanos y a medida que avanzaba la investigación y se acumulaban las evidencias del involucramiento de agentes de la DINA, Estados Unidos exigió a Chile que extraditara a los responsables y cooperara plenamente con la investigación. El régimen se negó a la extradición, solo llamó a retiro a Contreras y a disolver (momentáneamente) la DINA, hasta que se le cambiara el nombre a lo que fue la posterior CNI. 

Al conocerse la semana pasada sobre el caso del secuestro del exmilitar venezolano refugiado en nuestro país, Ronald Ojeda, la historia parece repetirse (ojalá que no con el mismo desenlace), pero la evolución de los procedimientos de los regímenes totalitarios ya no conlleva la morbosidad de un atentado directo, sino que a camuflarlo con un secuestro, detención con posterior encarcelamiento y/o casos más sofisticados con envenenamientos espontáneos, si no pregúntenle al mandatario ruso Vladimir Putin. 

Especialistas nacionales en materia de inteligencia han dado su diagnóstico sobre lo ocurrido y dan dos alternativas: si no es un autosecuestro, es un arresto político.

La primera alternativa según los analistas es viable debido a lo corto (45 segundos aprox.) y pacífico del procedimiento al ser sacado de su departamento sin oponer resistencia camino al ascensor. No es descabellada la maniobra, considerándose que los refugiados políticos venezolanos son activistas que están en constantes estrategias de derrocamiento del régimen de Maduro.

La segunda alternativa es tanto o más viable aún, considerándose que en Chile quedó de manifiesto, tras el estallido social, que pese a tener una agencia de inteligencia, como la ANI, esta tiene un carácter más testimonial que funcional. Nunca se logró ni anticipar la destrucción de las estaciones de metro, ni las responsabilidades, aspecto que cualquier agencia de inteligencia debería tener. 

Independientemente de que se determine cuál de las dos alternativas fue lo que realmente ocurrió, carecemos gravemente de un organismo que brinde la inteligencia para anticiparse a acontecimientos como el ocurrido la semana pasada. 

Si se comprueba que fue una detención de corte político, sería un símil de lo ocurrido en 1976 en Estados Unidos y una muestra del poco respeto que tiene el régimen por nuestras fronteras y soberanía, creyendo que puede hacer lo que quiera en nuestro territorio, amparándose en el apoyo y simpatía que tiene el régimen con gran parte del oficialismo, especialmente el Partido Comunista. 

¿Dónde quedó la parte de nuestro himno cuando dice o el asilo contra la opresión? ¿Dónde quedó la vuelta de mano a Venezuela en materia de asilo político cuando durante la dictadura cívico militar el país caribeño recibió y entregó protección a miles de compatriotas? Es hora de no solo saberse la letra del himno, sino de comprenderlo y que su significado sea movilizador para quienes dirigen el país. A trabajar para detener todos estos crímenes importados que no existían en el ADN chileno, como los secuestros, y así como dice nuestro escudo nacional, que sea por la razón o la fuerza. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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