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Segundo tiempo sin descuentos Opinión AgenciaUno

Segundo tiempo sin descuentos

Guido Romo Costamaillère
Por : Guido Romo Costamaillère Director de Encuestas y Opinión Pública Gemines Consultores
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Negarse a aceptar que la gente cree lo que cree, que solo piensa por los matinales y culpar solamente a la “mala prensa” y a constructores de percepciones, es una inaceptable distorsión del juicio de realidad.


Dos años de Gobierno han pasado. Que se ha avanzado en muchas cosas, claro está. Que hay muchas más pendientes, también está claro. El Gobierno lista sus avances, la oposición sus faltantes. El Gobierno habla de sus aciertos, la oposición de sus errores. La opinión pública observa y se van construyendo percepciones y opiniones, mediadas por los actores intermedios con sus propios intereses, más electorales, más de trincheras que de ideas país.

Ahora, el problema para el Presidente Boric no está aquí en lo absoluto. Está en que la validación del mensaje antigobierno pasó de la tolerancia cívica a la ingenuidad total y el discurso opositor es hoy lo que alguien llamaría el “sentido común” contra lo cual los datos no pasan de verse como un vulgar pataleo. Ejemplo claro: un alcalde “estrella” del FA pidiendo militares en la calle, contra su propio Gobierno. Así no se puede.

Ya no queda tiempo para buscar el relato correcto (y quienes están a  cargo no han encontrado el camino) y al Presidente no le quedará otra que dedicarse al control de daños para lograr un hipotético segundo Gobierno de su sector, probablemente más ampliado y socialdemócrata que lo que él mismo soñó.

Descontando la anomalía de los años 2020 y 2021, por la pandemia del COVID, los datos muestran que desde 2022 los delitos totales han ido bajando. Sin embargo, esta baja es engañosa. Los delitos violentos, como la infracción a la Ley de Armas y robos a vehículos motorizados, han registrado un alza preocupante. Esto ha generado un aumento en la sensación de miedo e inseguridad en la población. Negarse a aceptar que la gente cree lo que cree, que solo piensa por los matinales y culpar solamente a la “mala prensa” y a constructores de percepciones, es una inaceptable distorsión del juicio de realidad y un desprecio al pueblo.

Para tomar el toro por las astas, lo primero es hacer política, es decir, tomar decisiones y pagar costos. Esto opera con cierta lógica o juicio racional, pero en mucha menor medida que hace unos años. Hoy estamos en la política de las emociones que se gatillan por las percepciones. Ahí hay un batalla enorme que la izquierda pierde todos los días. Es hora de ser asertivo en esta área también, sin echarle siempre la culpa al empedrado mediático. ¿Que la cancha es dispareja? Claro que sí y ese dato se ha sabido desde siempre. Si el partido viene duro, hay que prepararse más y jugar mejor, no reclamar porque los otros juegan sucio, dado que contra ese juego hay que ganar.

Ya no importa lo que algunos actores digan, ni el pasado que tuvieron, ni sus vueltas de carnero. Los que hoy han logrado posicionarse como poseedores de la verdad revelada están por sobre esas minucias. Y ese es un dato de la causa hoy día.

Por lo tanto y dado que se inicia el segundo tiempo real del Gobierno (uno con muchas interrupciones por las elecciones a todos los niveles que se avecinan), ya parece necesario dejar hablar tanto sobre el pasado y cómo se recibió el país, por ejemplo, y más bien concentrarse en el relato del futuro y de lo que país puede espera del Gobierno en los próximos dos años. Dónde se concentrarán los esfuerzos, cómo se entregará el país al final de su mandato, qué podemos esperar para el tiempo que queda. Y esto ya conociendo los problemas, las desventajas, las oposiciones de todo calibre y sector.

Los problemas son complejos, nada nuevo bajo el sol, pero sí ya con dos largos años de aprendizaje no es presentable que aún no se sepa o piense –al menos– en cómo solucionarlos. Ya no es tiempo de excusas y tampoco habrá descuentos para goles de último minuto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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