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El valor del aporte de los jóvenes al país Opinión

El valor del aporte de los jóvenes al país

Nelson Vásquez Lara
Por : Nelson Vásquez Lara Rector Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Presidente del Consejo de Rectores de las Universidades de Valparaíso
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Respecto al país, los jóvenes que lo dirigen hoy son parte de una generación que entró a la política con altas expectativas de cambiar el Chile de las últimas décadas.


La Pontificia Universidad Católica de Valparaíso acaba de cumplir 96 años. Durante este tiempo, hemos alcanzado niveles de excelencia que nos llenan de orgullo. Esta universidad centenaria es hoy uno de los cinco planteles del país que han logrado el máximo de acreditación: siete años, lo que avala nuestra permanente búsqueda de la calidad.

Durante estos 96 años de vida, cada generación de jóvenes ha contribuido con sus ideales y objetivos. Estas ideas han enriquecido desde nuestra región el debate nacional y han sido el impulso necesario para que nuestro país haya alcanzado logros y con ello, una mejor calidad de vida para todos los chilenos y chilenas.

Hoy contamos con estudiantes que nos interpelan constantemente en diversos ámbitos del quehacer universitario. Tenemos que acostumbrarnos a leer este contexto histórico sin nostalgia del pasado, pero con gratitud a los que nos antecedieron, y con una visión estratégica de largo plazo, recientemente renovada en nuestro caso, con el concurso de toda la Comunidad Universitaria en el Plan de Desarrollo Estratégico Institucional 2023 – 2029.

Respecto al país, los jóvenes que lo dirigen hoy son parte de una generación que entró a la política con altas expectativas de cambiar el Chile de las últimas décadas. Sin embargo, transcurrido un tiempo, estas expectativas se han ido adecuando a la realidad y se ha demostrado que el enfrentamiento intergeneracional, vociferado por algunos, no es tan profundo como se ha planteado en el termómetro en el que se han convertido las diferentes redes sociales.

Debo poner el acento en que no se trata de un fracaso de los jóvenes chilenos y chilenas. Son los jóvenes de la élite centralista los que no han tenido la capacidad de conducir la enorme diversidad de anhelos y realidades existentes en nuestro país, simplificando la complejidad de los problemas nacionales, como si el origen de éstos fueran solo un asunto comunicacional.

Quisiera poner como ejemplo la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, y es que nuestra casa de estudios es una clara muestra de una convivencia sana entre las diferentes generaciones que forman esta comunidad.

Los jóvenes son enormemente diversos. En la PUCV formamos personas que quieren salir adelante en la vida y apoyar a sus familias. Asimismo, los liderazgos se deben ganar por las capacidades propias, demostrados en proyectos concretos y reales. En el Chile de hoy los privilegios y las herencias no convencen y ya no se toleran.

Las universidades son una creación de Occidente y de la Iglesia Católica. Hoy son espacios de formación de personas, generación de investigación de frontera y vinculación con el entorno. Generamos oportunidades, pero ante todo somos el alma de la cultura, un modo de vida, una forma de pensar en libertad.

De este modo, las universidades actuamos con la fuerza de la razón. De allí el cuidado que todos debemos poner en nuestra convivencia institucional y en el modo cómo formamos a los jóvenes. La confianza se construye en la buena fe y es la base de la convivencia civilizada.

En este sentido, las prácticas alejadas de la razón y de la dignidad que merecen todas las personas conducen a escenarios donde se pierden oportunidades, especialmente entre los más vulnerables de la sociedad.

La ira y la frustración de expectativas y sueños no ayudan a la convivencia. En los últimos años, en Chile, hemos visto cómo se ha deteriorado la fraternidad democrática. Quien iba a imaginar que el llamado “Desalojo” y la alternancia natural en democracia cambiaría tanto los años de progreso, construidos con tanto esfuerzo ciudadano.

Hoy podemos constatar que cuando las teorías y las estrategias políticas pensadas desde la frustración se llevan a la práctica, o se olvidan de las personas, tarde o temprano se termina dañando el intercambio de ideas, el diálogo ciudadano y la sana política.

Las universidades debemos estar distantes de toda polarización y dar un ejemplo para todos y todas. En tal sentido, los que formamos parte de una Comunidad Universitaria -por opción y libertad personal- tenemos que estar disponibles al debate y generar espacios crecientes de mayor expresión.

Cómo decía Aldo Moro: la libertad en la sociedad moderna se expresa con el poder de la innovación que portan los jóvenes, en una edad que albergan futuro y esperanza, transportada por trabajadores y por mujeres. Porque la vida no es la misma, pero es mejor si los jóvenes pueden ser jóvenes y las mujeres pueden vivir en plenitud y sin constricciones.

Nuestros jóvenes son ciudadanos con el mayor grado de dignidad. No cabe duda que nosotros, como profesores universitarios, constructores de la sociedad moderna, seremos juzgados por nuestra capacidad de interpretar estas características y adoptar una posición adecuada al respecto.

Gestionar una universidad implica hacer muchas cosas que son importantes y esperadas. Pero, en el fondo significa promover y defender la condición humana en toda su dignidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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