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¿Qué te pasó Álvaro? ¿Qué le pasó a Elizalde? Opinión

¿Qué te pasó Álvaro? ¿Qué le pasó a Elizalde?

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Elizalde es un hombre inteligente, hábil y sagaz. Su carrera fue siempre en ascenso. Como si estuviera en camino a convertirse en un referente de la política chilena.


Álvaro Antonio Elizalde Soto es una persona que podríamos calificar como un político de tomo y lomo. Un político profesional, me atrevería a decir. Tiene una trayectoria de esas sacadas de los libros de historia. Presidente de la FECH, presidente de la Juventud Socialista, presidente del Partido Socialista, Superintendente de Seguridad Social, ministro, senador, presidente del Senado.

Elizalde es un hombre inteligente, hábil y sagaz. Su carrera fue siempre en ascenso. Como si estuviera en camino a convertirse en un referente de la política chilena, un líder del sector al que pertenece y, por qué no, Presidente del país. Hasta que la historia lo dejó instalado en el lugar preciso, en el momento exacto para experimentar un salto cualitativo en su larga ruta como político. Estaba ocupando la presidencia del Senado cuando le tocó traspasar la banda al Mandatario más joven de nuestra historia y, también, cuando ocurrió la primera gran tragedia de nuestra democracia posdictadura: el rechazo doble al intento por cambiar la Constitución.

Elizalde se transformó en un actor clave, en protagonista del acuerdo constituyente, segunda parte. Planteó la idea de un órgano mixto y se jugó por elaborar un texto minimalista, lo opuesto al proceso anterior. Se ganó el respeto de la oposición por su capacidad de establecer puentes, además de tener un antecedente que gustaba al establishment de los senadores: en el primer proceso constituyente había mostrado su total discrepancia con el planteamiento de una parte de la izquierda que buscaba eliminar el Senado. Para él, las instituciones tradicionales de la República debían respetarse. Bueno, mal que mal, Elizalde había pasado por varias de ellas.

El rol cumplido en el acuerdo político para implementar el nuevo proceso constitucional y la cercanía que mostró con el Mandatario en esa época fue tal, que Boric se entusiasmó con la idea de dar un golpe de timón y traerse a Elizalde a La Moneda. Teniendo a Ana Lya Uriarte fuera de combate por razones de salud, el senador podía ocupar un puesto clave para el Gobierno: conducir el proceso político para la elaboración de un texto medianamente aceptable que pudiera llevar la firma de Gabriel Boric. Sin duda, algo que quedaría como el gran legado del joven Presidente. Pero, además, Elizalde podría transformarse en un negociador de lujo –considerando su experiencia como presidente del Senado– para impulsar la agenda legislativa que le permitiera a La Moneda concretar algunos de los grandes proyectos estratégicos para el Primer Mandatario, más aún cuando el programa inicial había quedado totalmente desdibujado con el cambio de sensibilidades del país –el giro conservador post-18/O y pospandemia–.

Como un verdadero rockstar, Álvaro Elizalde asumió de ministro Secretario General de la Presidencia a fines de abril de 2023. Precedido de los mejores pergaminos, y considerado el hombre fuerte del PS, su aterrizaje fue visto como una gran oportunidad para el Gobierno. Todo estaba dado para que el exsenador –que le dejó el cupo a Paulina Vodanovic– se convirtiera en un jugador clave de Boric. Pero, a diferencia del Senado, que le permitía brillar con luces propias, en el gabinete se encontró con dos mujeres fuertes –Tohá y Vallejo– y con las restricciones que impone el sostener la línea del Gobierno sin salirse del margen.

Y las expectativas se diluyeron rápidamente, pasando a ser un ministro más bien secundario, pese a la importancia de la secretaría de Estado que lleva las relaciones políticas con el Congreso. Fue como que hubiera perdido el impulso del que venía precedido. Su figura dejó de brillar –el contraste con su rol de presidente del Senado fue notorio– y, por tanto, Elizalde ministro dejó atrás la imagen de Elizalde senador. Perdió visibilidad en la tramitación de los proyectos estructurales –pacto fiscal, reforma de pensiones y reforma a la salud– en manos de los ministros sectoriales, pero también se desdibujó en el tema que lo había catapultado como estrella: el proceso constitucional, segunda parte.

Fue similar a lo que le ocurre a un asesor estrella, cuando pasa a ser parte de la organización a la que aconsejaba como externo. Perdió brillo y prestancia, además, el proceso constituyente terminó siendo un fracaso rotundo, y las reformas se estancaron. A ratos, daba la impresión de que Elizalde ya no estaba en el Gobierno. Un efecto parecido al de Ana Lya, con la diferencia de que Álvaro no tenía licencia.

Tan escasa ha sido su visibilidad durante estos once meses que ha estado en el cargo, que recién se convirtió en protagonista de la agenda por el duro golpe que sufrió La Moneda en la constitución de la mesa del Senado, donde la oposición no solo no cumplió su palabra de honor, sino que además el oficialismo se enredó de tal forma que terminó por entregar la testera a la derecha y le concedió un triunfo a la dupla Rincón/Walker.

Los esfuerzos por no perder la mesa de la Cámara –se elige el 15 de abril– han traído de vuelta a Elizalde. El ministro sabe que tiene poca capacidad de maniobra, más aún cuando debe manejar las complejas relaciones dentro de la coalición, considerando la caída del Frente Amplio y que ha relevado la disputa entre el mundo del PS/PPD con el PC. Pero, además, la posible presencia del partido de Lautaro Carmona en la testera ha despertado una reacción visceral de la oposición, que tiene a Chile Vamos a punto de mandar por la borda, por segunda vez, la palabra empeñada.

Elizalde sabe que, si se repite lo que ocurrió en la Cámara, su imagen quedará bastante debilitada. De ahí el esfuerzo que incluso lo ha llevado a negociar con el PDG, un partido que, más allá de las declaraciones, es claramente de derecha.

Independientemente de cómo termine el impasse por las testeras de ambas Cámaras, Elizalde tiene su gran prueba de fuego en las negociaciones del pacto fiscal y la reforma de pensiones. Es su oportunidad de recuperar ese capital que lo tenía como una estrella en el Senado y que hoy lo ha llevado a un deslucido rol secundario de la historia. Porque reconozcamos que Álvaro Elizalde es un político de peso, de esos de antaño, pero que se convirtió en un fantasma de lo que era hasta hace un año, antes de asumir como ministro. Sin embargo, nunca es tarde para hacer un giro en la propia historia y, por supuesto, en la del Gobierno. El potencial está, ¿cierto, Álvaro?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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