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Oiga don Miguel/Abril es el mes más cruel Opinión Imagen: Cervantes virtual

Oiga don Miguel/Abril es el mes más cruel

Mauricio Electorat
Por : Mauricio Electorat Escritor y académico chileno. Autor de "El paraíso tres veces al día", "La burla del tiempo", "Las islas que van quedando" y "No hay que mirar a los muertos", entre otros textos.
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En Chile, “nuestros Cervantes” son Jorge Edwards, Gonzalo Rojas y Nicanor Parra, nada mal para un país periférico incluso en la órbita hispanoamericana. El Cervantes es un premio político, pero con una visión integradora.


Cervantes murió el 22 de abril de 1616, tenía 68 años y estaba camino de convertirse en el escritor más leído de todos los tiempos (sólo lo superan hoy los inmumerables “escritores” de La Biblia).

Cervantes fue enterrado al día siguiente, el 23 de abril, en la madrileña parroquia de San Sebastián y su acta de defunción, como era habitual en esa época, dice que falleció el día de su entierro.

Por eso el 23 de abril se celebra el día del libro y los reyes de España entregan el Premio Cervantes, conocido como el Nobel de las letras hispanoamericanas. Aunque yo diría, vistas las ominosas omisiones de la Academia Sueca, que el Nobel debería aspirar a parecerse al Cervantes: un premio “sistemático”, del que no se quedará abajo ningún país y ningún gran escritor (salvo todos los que se queden abajo, claro).

En Chile, “nuestros Cervantes” son Jorge Edwards, Gonzalo Rojas y Nicanor Parra, nada mal para un país periférico incluso en la órbita hispanoamericana. El Cervantes es un premio político, pero con una visión integradora, porque en el estado español hay una clara conciencia de que sin nosotros, los hispanohablantes de América, España deja de ser España. El Nobel también es político –todos los premios asociados a instituciones nacionales lo son–, pero a diferencia del Cervantes, está amarrado por consideraciones de orden geopolítico y, sobre todo, por algo que podríamos llamar la doxa ideológica del Occidente bienpensante.

Por eso la Academia sueca ninguneó a Borges, probablemente el más importante de los escritores en lengua castellana del siglo pasado, pero considerado un escritor “reaccionario” por las oligarquías de izquierda. Por esas u otras razones, el Nobel tampoco reconoció la obra de Alberto Moravia, ni la de Marguerite Duras, que tuvo la mala suerte de morirse antes de que la doxa occidental incorporara el feminismo y el postcolonialismo, una lástima, porque a mi juicio su obra es “mucho más” que la de Annie Ernaux. El Nobel en realidad debería llamarse Premio Sueco de Política Mundial.

Pero bueno, no quería hablar de premios sino de apremios, porque estamos en abril (de nuevo) y esta mañana recordaba el verso de ese enorme poeta norteamericano que es T.S. Eliot: “Abril es el mes más cruel, engendra/ lilas de la tierra muerta, mezcla/ recuerdos y anhelos, despierta/ inertes raíces con lluvias primaverales” (entre paréntesis, ahí hay un Nobel muy bien dado).

En fin, volvamos a los apremios. O sea, a Cervantes. Hay algo que siempre me ha llamado la atención. En 1582, Cervantes solicita al Consejo de Indias “pasar a América”, que era la forma como se postulaba a la administración colonial española. Concretamente, pide la gobernación de la provincia de Soconusco (Guatemala) o, en su defecto, que se le nombre contador del Nuevo Reino de Granada (Colombia), o contador de galeras en Cartagena de Indias.

Para entonces, Cervantes había perdido el uso de una mano en la batalla de Lepanto, había estado cinco años secuestrado en Argel, había sido excomulgado por “embargar el trigo” de varios canónigos. Además, era autor de tres obras de teatro y de una novela pastoril (La Galatea), que habían pasado desapercibidas.

En 1590, Cervantes vuelve a renovar la petición, esta vez para ser corregidor de la ciudad de La Paz. La respuesta del Consejo de Indias, de un laconismo lapidario, es histórica: “Busque por acá en qué se le haga merced”. La pregunta es obvia: ¿Cervantes habría escrito El Quijote de haber vivido en Guatemala, Colombia o Bolivia? Y otra: ¿qué hubiese pasado si la novela más famosa de Occidente hubiese sido guatemalteca, colombiana o boliviana?

Lo cierto es que en 1590 Cervantes tenía 43 años, era un hombre ya mayor para la época, y era sobre todo lo que hoy cualquiera llamaría un escritor fracasado. Pero en 1605 aparece la primera parte de El Quijote y es traducida casi inmediatamente a doce lenguas. En Inglaterra, la “Quixotiq fiction” cambia por completo el curso de la novela, permitiendo que eclosione la gran novela inglesa de los siglos XVII y XVIII. Algo parecido ocurrirá en los otros países europeos. Por eso abril es el mes más cruel. Porque Cervantes pasó su vida preguntándose cómo había que escribir novelas para hacer de la novela un género central, aguantó las batallas, el secuestro, la cárcel, las burlas de sus colegas…

Y cuando el fracaso parecía irremediable, logró lo imposible. “Busque por acá en qué se le haga merced”. Esa frase nos concierne a todos los que alguna vez nos imaginamos que podíamos escribir novelas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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