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Cuando la tierra campesina se convierte en desierto Opinión

Cuando la tierra campesina se convierte en desierto

Ante esta crisis, es imperativo que se tomen medidas urgentes y coordinadas, porque profundizar pozos, como se está haciendo ahora, no alcanza.


Estamos en una situación crítica como país. La sequía que azota los territorios de la Región de Coquimbo debe ser una prioridad nacional, hace años dejó de ser una preocupación y se transformó en una crisis de subsistencia para la agricultura campesina de las provincias de Choapa, Elqui y Limarí. Ha dejado su huella en los campos y en la vida de quienes dependen de la tierra para sobrevivir.

Las imágenes son desoladoras: campos resecos, cultivos marchitos, reducción del ganado y, el que sobrevive, languideciendo en busca de agua y alimento. La sequía no solo ha agotado las reservas hídricas en los embalses, principal fuente de agua para riego, sino que ha dejado a los agricultores campesinos en una lucha diaria por mantener sus fuentes de trabajo y medios de vida. No está de más recordar que la Región de Coquimbo es la que presenta el mayor número de organizaciones campesinas en todo el país.

Los efectos de esta sequía no se limitan al ámbito agrícola; se extienden a toda la comunidad, con particular impacto en la población rural. Las familias sufren largos racionamientos de agua y las nuevas familias no tienen acceso a arranques para su abastecimiento. Las familias campesinas, que dependen de la tierra para cultivar alimentos y generar ingresos, se enfrentan a la incertidumbre y la precariedad. La falta de agua, además de afectar la producción de cultivos, también perjudica la alimentación del ganado, lo que agrava aún más la situación. Estamos presenciando una crisis que afecta no solo la economía, sino también las estructuras territoriales y la vida de las familias rurales.

Es importante que se entienda más allá de una preocupación local: sus consecuencias se extienden a todo Chile. La agricultura campesina, el sustento de muchas familias en el país, está en peligro, y de no tomar medidas de manera inmediata, las ramificaciones serán graves a nivel social, ambiental y económico en toda la nación. El desierto está en constante expansión.

¿Cómo es posible que nos enfrentemos a esta situación sin un plan integral y a largo plazo? Es alarmante ver cómo el Estado, a pesar de todas las advertencias, en lugar de anticiparse a esta situación, ha actuado, nuevamente, de manera reactiva. Durante años, hemos tenido evidencia clara de cómo el desierto avanza hacia el sur y, sin embargo, la respuesta oficial ha sido insuficiente, ¿acaso la sequía será real solo al llegar a Santiago?

Ante esta crisis, es imperativo que se tomen medidas urgentes y coordinadas, porque profundizar pozos, como se está haciendo ahora, no alcanza: proporcionar asistencia a los agricultores afectados, incluyendo acceso a recursos hídricos alternativos, programas de capacitación en técnicas de conservación de agua y subsidios para mitigar las pérdidas económicas. A mediano plazo, la promoción y reconversión a prácticas agrícolas sostenibles como la agroecología y la soberanía alimentaria como principio, son un camino esperanzador antes esta crisis.

Para llevar a cabo lo anterior, es fundamental reconocer dos cosas: primero, que el campo no está deshabitado, como nos han dicho durante años. Estos territorios están poblados y llenos de vida, conocimientos y capacidades, y es nuestra responsabilidad proteger y apoyar a quienes los cultivan. Segundo, la sequía es una consecuencia no solo de la crisis climática global, sino también de las políticas y legislaciones nacionales e internacionales sobre la propiedad del agua y la producción de alimentos. Es imprescindible identificar el problema real: privatización de los derechos de agua, prácticas de fragmentación del territorio y el uso irresponsable de la naturaleza es de nuestra exclusiva responsabilidad como sociedad.

Es hora de que el Estado actúe con valentía y diligencia para enfrentar esta crisis, y se una a nuestros esfuerzos. El futuro de la agricultura campesina, de nuestras comunidades y de nuestro país depende de ello. En la lucha contra la sequía, la solidaridad y la acción colectiva son nuestras mejores herramientas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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