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Conflicto Irán-Israel: ¿retaliación moderada y continua? Opinión

Conflicto Irán-Israel: ¿retaliación moderada y continua?

Mladen Yopo
Por : Mladen Yopo Investigador de Política Global en Universidad SEK
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La voluntad de Irán de absorber estos ataques y contestar de manera proxy, reflejaba el temor de Teherán a que una respuesta directa pudiera sacar de las sombras la confrontación con Israel.


Irán lanzó un ataque directo (sin precedentes, pero controlado) contra Israel el 13 de abril pasado, mostrando una nueva escalada en la turbulenta realidad del Medio Oriente. La ofensiva de Irán fue en represalia por el ataque israelí en contra de su consulado de Damasco/Siria, en el que murieron 16 personas, entre ellos, siete miembros de los Guardianes de la Revolución y un alto comandante (Mohammad Reza Zahedi) a principios de mes. Ante ello, el ayatola Alí Jamenei advirtió que “el régimen perverso sionista será castigado” y el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, aseguró que ese “crimen cobarde no quedará sin respuesta”. Reafirmó, la reacción iraní, la barbárica respuesta de Israel en Gaza tras la cruenta e inesperada incursión de Hamas a ese país (7/10/2023) y que dejó más de un millar de muertos y más de 200 rehenes: el masivo bombardeo de Gaza (un verdadero gueto) con más 34 mil muertos (incluyendo miles de niños) y cientos de miles de heridos, un bloqueo que condena a más 2 millones de personas a la inanición por la falta de alimentos, agua, combustibles y medicinas, puso más bencina a esta odiosa relación.

Israel, a su vez, contestó con un ataque con pequeños drones cerca de la base militar de Shekari, del aeropuerto de Isfahan y de la ciudad de Qahjavarestan, sin causar mayor daño. Ni los dirigentes israelíes ni los iraníes han entregado una reacción oficial al ataque, aunque sí han reaccionado diferentes naciones, y organismos internacionales han pedido moderación.

Israel e Irán llevan años inmersos en una guerra proxy (enfrentamiento a través de otros) y una que otra acción directa a partir de diferencias ideológicas, religiosas y geopolíticas. En la guerra de Siria, por ejemplo, Irán envió dinero, armas e instructores a apoyar a las fuerzas del presidente Bashar al Assad frente a los insurgentes que buscaban derrocarlo, lo que hizo saltar las alarmas de Israel. En el 2021, Israel señaló a Irán como responsable de los ataques contra buques israelíes en el golfo de Omán e Irán, por su parte, acusó a Israel de atacar sus barcos en el mar Rojo.

Enfrentado también a Arabia Saudita, la otra gran potencia regional, y consciente de su realidad persa-chiita en un mundo islámico mayoritariamente sunita y árabe, el régimen iraní se dio cuenta hace mucho de la necesidad de desarrollar una estrategia encaminada a prevenir que sus enemigos pudieran algún día atacarlo en su propio territorio. El mantenimiento de la estabilidad y la seguridad de Irán es fundamental para el legado de Jamenei y para el avance de la Revolución islámica, particularmente en un momento en que muchos iraníes han llegado a sentirse inseguros y limitados. Así, por ejemplo, Irán desarrolló la proliferación de una red de organizaciones alineadas que llevaban a cabo acciones armadas favorables a sus intereses, llamada “eje de la resistencia”, y que se extiende por Líbano, Siria, Irak y Yemen, cuya intensidad en la disputa con Israel fluctúa de acuerdo al momento geopolítico.

A pesar de que en 1948 Irán fue el segundo país islámico en reconocer a Israel tras Egipto, en el contexto de la política de dos Estados (inicialmente se opuso a la partición de Palestina), tras la Revolución islámica de los Ayatolas en 1979, Irán convirtió a Israel en el “pequeño Satán” y a EE.UU. en el “gran Satán”. La no entrega del asilado sha Mohammad Reza Pahlevi, la toma de la embajada de Estados Unidos en Teherán y el derribamiento de un avión comercial iraní en el que murieron 290 personas, entre otros hechos, llevaron a Jomeini a calificar al presidente Ronald Reagan de asesino y a declarar que “la guerra entre la opresión y el islam ha comenzado”.

El nuevo régimen de Jomeini (una teocracia republicana, autoritaria y antioccidental) también abrazó la causa palestina por la cercanía fáctica de muchos de sus líderes con la lucha de este pueblo. Irán rompe relaciones con Israel, dejó de reconocer su pasaporte y se apoderó de la embajada israelí en Teherán para cedérsela a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que entonces con Yasir Arafat lideraba la lucha por un Estado palestino autónomo. Incluso, en diciembre de 1999, Alí Jamenei, líder supremo de Irán, expuso la destrucción de Israel como la única solución para poner fin al sufrimiento del pueblo palestino y alcanzar la paz en Oriente Medio.

A pesar de esta radicalidad, las dos naciones también han tenido incipientes acercamientos, incluida la venta de armas por parte de Israel a Teherán durante la guerra que mantuvo con el Irak de Saddam Hussein entre 1980 y 1988 (murieron 200 mil iraníes), pero desde la llegada al poder en Irán del ultraconservador Mahmud Ahmadineyad (2005-2013) los desencuentros no han cesado. Incluso, el cambio interno en Irán con el arribo del moderado Hasán Rohaní (2013-2021) al poder no logró calmar esas aguas turbulentas.

Los mensajes de Teherán

El actual primer ministro israelí, el ultraderechista Benjamín Netanyahu, por otra parte, ya en 2015, en un discurso ante el Congreso de EE.UU., denunció que el pueblo judío sufre “otro intento de destrucción” por parte de Irán y ese mismo año rechazó el acuerdo en materia nuclear alcanzado en Viena entre Teherán y el Grupo 5+1. De acuerdo con el Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo, Israel poseería actualmente unas 90 ojivas nucleares, contraviniendo el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares de la ONU (no lo firmó), lo que lo coloca en la lista de fuerzas nucleares mundiales junto a EE.UU., Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán y Corea del Norte. Según expertos, el Estado judío mantiene esta política nuclear para preservar sus intereses de seguridad y evitar más inestabilidad en Oriente Medio, donde busca retener su superioridad militar ante el resto de países y enemigos declarados como Irán.

El ataque al consulado iraní en Damasco (inusualmente reconocido por personal israelí), que rompe con toda norma del derecho internacional, se inscribió en la estrategia de Israel de golpear a oficiales iraníes estacionados en Siria que apoyan con entrenamiento, armas y otras capacidades a grupos insurgentes que luchan/atentan en contra de Israel, como Hezbollah y Hamas. Esta es una política que viene desarrollando desde 1972, cuando once atletas israelíes fueron asesinados en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972 por el comando Septiembre Negro e Israel, con su “nunca más”, le dio chipe libre al Mossad para romper normas mínimas de convivencia internacional y poner en marcha la operación “Cólera de Dios”, que permitía asesinar a miembros palestinos de Septiembre Negro estuvieran donde estuvieran.

Irán ha tenido que soportar con vergüenza esta ampliación punitiva, la que hace tiempo ha alcanzado el ambiguo campo preventivo, con el asesinato de oficiales de alto rango, como el general
Hassan Tehrani Moghaddam, responsable de los programas de armamento de los Guardianes de la Revolución (la explosión dejo 36 muertos en 2011), y el coronel del mismo cuerpo, Sayyad Khodai, en mayo de 2022 en Teherán. También están los científicos nucleares asesinados por bombas o tiros como Massoud Ali Mohammadi, Majid Shahriari (fundador de la Sociedad Nuclear Iraní), Fereydoun Abbasi Davani el 2010, el científico Dariush Rezainejad el 2011 o Mohsen Fakhrizadeh-Mahavadi en el 2020. Igualmente, están los continuos ciberataques que han afectado a sitios militares, instalaciones nucleares e infraestructura civil en todo Irán.

La voluntad de Irán de absorber estos ataques y contestar de manera proxy, reflejaba el temor de Teherán a que una respuesta directa pudiera sacar de las sombras la confrontación con Israel. Sin embargo, la acumulación de estos actos, el tema palestino y la firme decisión de avanzar en el desmantelamiento de la antigua arquitectura de seguridad en Oriente Medio, incluida la retirada de las fuerzas estadounidenses, los llevó a una fórmula más osada que no buscaba desencadenar una guerra, pero sí demostrar capacidad y voluntad (un espectáculo para el mundo). Por ejemplo, dio tiempo e información a Israel y sus socios para prepararse para el ataque (Washington estuvo 10 días dialogando con sus aliados para preparar la defensa y con otras potencias para evitar una escalada), e Irán tuvo conversaciones secundarias para dejar en claro que no buscaba desencadenar una guerra. Los drones y misiles lanzados apuntaron a instalaciones militares y no civiles. Sus socios, Hezbollah en Líbano, los hutíes en Yemen y grupos apoyados por Irán en Siria e Irak también atacaron a Israel, pero sin mayores consecuencias. Y una vez finalizado el ataque, la misión iraní ante la ONU emitió un comunicado diciendo que “el asunto puede considerarse concluido”.

El mantenimiento de la estabilidad y la seguridad de Irán es fundamental para el legado de Jamenei y para el avance de la Revolución islámica, particularmente en un momento en que muchos iraníes se sienten inseguros y perciben a sus líderes como conservadores y represivos, pero a quienes los aúna el sentido nacional y la voluntad y capacidad mostrada. Fue un mensaje interno-externo de Teherán: “Mostró los dientes”. Por el lado israelí, se demostró la eficiencia del sistema de defensa aérea Cúpula de Hierro desde que entró en funcionamiento en 2011 (efectividad de un 90%, de acuerdo a la firma de defensa Rafael Advanced Defense Systems Ltd.) y se confirmó el férreo compromiso de Estados Unidos y otros países (Francia, Reino Unido, Jordania) con la seguridad israelí. A Tel Aviv también se le abre la oportunidad de recuperar algo del apoyo internacional, tan erosionado por su horrenda conducta en Gaza.

La preocupación de Biden

El presidente Biden advirtió al autoritario primer ministro israelí Netanyahu que EE.UU. no apoyaría un contraataque israelí contra Irán. Biden está preocupado de que Netanyahu lo arrastre a un conflicto más amplio con dos países con capacidades estratégicas (uno nuclear y otro posiblemente, pero sí con capacidades en otras armas de destrucción masiva), con el involucramiento del resto de los países de la zona con claras consecuencias geopolíticas y económicas (el petróleo mueve el mundo y hoy esta más limitado con la guerra en Ucrania), con una guerra con compromisos de seguridad que el electorado estadounidense ya no comprende con la actuación israelí en Gaza (en la estrecha carrera presidencial, el voto joven liberal demócrata y/o de la comunidad árabe cuenta) y, por último, con un EE.UU. que no puede abrir nuevos teatros de confrontación teniendo ya la guerra de Ucrania, un Oriente Medio perturbado y una República Popular China que espera.

Conflictos/guerras como las de Darfur, Yemen, Siria, Ucrania, Gaza y ahora Irán-Israel, demuestran que los marcos de seguridad global han “fracasado”, poniendo en peligro la seguridad internacional, la vida e integridad de las personas y el futuro humano y democrático, al fragilizar aún más el multilateralismo y sus normas. El principal marco de seguridad, constituido por la ONU con su Consejo de Seguridad y el capítulo VII de su Carta (Acción en caso de amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o actos de agresión), como se ha constado desde mitad del siglo XX, ha respondido más a los intereses de los países con asientos permanentes (con derecho a veto) que a los principios de la Carta o a la gran mayoría de la voluntad mundial. Incluso más, muchos de estos actores han sido protagonistas y/o avales de los grandes conflictos de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, quebrantando la propia institucionalidad internacional que debían proteger.

Recientemente, por ejemplo, Estados Unidos vetó el proyecto de resolución que recomendaba la admisión del Estado palestino como miembro de pleno derecho de la ONU. El proyecto contó con 12 votos a favor, el veto de EE.UU. y la abstención del Reino Unido y Suiza, desconociendo una vez más la resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, votada el 29 de noviembre de 1947, y que establece la partición de Palestina en un Estado judío, un Estado palestino y una zona bajo régimen internacional particular.

Evitar la continuidad de este conflicto o de su escalamiento pasa por medidas que construyan la paz, entre ellas, la fundamental construcción de un Estado palestino soberano y seguro que comparta fronteras con un Israel también seguro (incluye la partición de Jerusalén), tal como lo ha entendido el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, quien ha iniciado una gira por Europa en busca del reconocimiento del Estado palestino por parte del bloque de Los Veintisiete (ya ha logrado la adhesión de Noruega, Irlanda, Eslovenia y Malta).

Al final y como expresó el gran prócer mexicano Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Esperemos que Israel e Irán asuman este desafío, aunque, dada la dinámica de desconfianza actual, pareciera que en el futuro próximo y mediano primarán más las confrontaciones moderadas y/o proxies que la búsqueda de fórmulas que permitan avanzar en la construcción de la paz.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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