Publicidad

Lágrimas por los nuevos ‘náufragos’ de Robinson Crusoe

Los que han sobrevivido al maremoto que el pasado sábado sacudió la bahía de Cumberland, lo han perdido todo, sus casas, sus pertenencias, sus negocios, e incluso a miembros de su familia, amigos o vecinos.


Cuando el 17 de diciembre de 2009 la expedición de la Ruta Quetzal BBVA desembarcó en la isla de Robinson Crusoe, nadie podía imaginar que dos meses después una ola de quince metros iba a arrasar el pueblo de San Juan Bautista y a convertir a sus habitantes en los ‘náufragos’ del siglo XXI.

Los que han sobrevivido al maremoto que el pasado sábado sacudió la bahía de Cumberland, donde los ‘ruteros’ arribaron a bordo de la barcaza «Valdivia», lo han perdido todo, sus casas, sus pertenencias, sus negocios, e incluso a miembros de su familia, amigos o vecinos.

«Es triste ver la devastación y la pena que te produce, sobre todo cuando conoces a gente que ha fallecido, como el pequeño de ocho años al que todo le hacía ilusión cuando llegamos, es muy duro pensarlo», señaló a Efe Íñigo de la Quadra-Salcedo, administrador web de la Ruta e hijo del director de la expedición, Miguel de la Quadra-Salcedo.

Cuando los expedicionarios llegaron al archipiélago de Juan Fernández, ubicado a 700 kilómetros del continente, para rememorar las aventuras del famoso personaje surgido de la imaginación del escritor británico Daniel Dafoe, los isleños, entonces personas anónimas, los recibieron con una hospitalidad difícil de encontrar hoy día.

De la Quadra-Salcedo recuerda Robinson Crusoe hoy como «una isla especial para todos, por la convivencia, el trabajo realizado, la gente, eran todos una maravilla, el ambiente que se formó fue muy especial».

Con los habitantes de la isla, los ‘ruteros’ compartieron techo, el de preciosas cabañas de madera con vistas al mar; comida, elaborada con suculenta langosta cocida, en empanada o en perolo, y cerveza de suave sabor a miel y de producción propia.

Expedicionarios y moradores mantuvieron largas conversaciones sobre la vida, los sueños y las ilusiones de unos y de otros mientras compartían un ‘piscola’ en la terraza del bar «Cumberland», escenario donde los hermanos Balbontín, fornidos guías a caballo de día y músicos de noche, entonaban cantos a su isla.

Más que nunca resuena ahora en la mente de los que tuvieron la suerte de conocer el pequeño paraíso de Robinson Crusoe la frase de Pedro Nieva, dueño de «El Pez Volador», cuando dijo que «el auténtico tesoro de la isla, es la isla en sí misma».

«Comparar las fotos del antes y el después y no reconocer nada es increíble. No ha quedado nada, ni la plaza donde los chavales de la Ruta ofrecieron un concierto a los isleños. Se te parte el alma. Sabemos que la volverán a construir, pero ya no será nuestra isla», reflexionó De la Quadra-Salcedo.

Ruteros de todas partes del mundo mantienen vivo el deseo de colaborar en la reconstrucción de lo que el mar se llevó en apenas unos minutos.

«Ahora lo más importante es concentrarse en animar y alentar a esa comunidad con la que compartimos tanto, y en ese sentido en increíble ver como la gente, cada uno desde su lugar, intenta aportar su granito de arena», subrayó.

Ante la imposibilidad de hacerlo directamente, los miembros de aquella expedición encuentran el consuelo momentáneo en las noticias que van llegando gota a gota, a través de Facebook, e-mail o mensajes de teléfono.

Saben que la Armada ya envió tres buques a la isla con ayuda, porque Alejandro, marinero del «Valdivia», así lo confirmó antes de partir hacia el sur del país para colaborar en la reconstrucción de los pueblos costeros más afectados.

Se alegran también de cada noticia que les indica que algunos de los amigos que dejaron en Robinson siguen con vida, y aferrados a no salir de allí porque quieren trabajar «desde ya» para reconstruir el pueblo que les vio nacer o que les acogió en algún momento de su vida.

«Arriba Chile!» o «Fuerza Chile!», exclaman en sus mensajes a través de la red los que han vivido de cerca la catástrofe y recuerdan a los que están lejos que, «se acabó el lamento», porque es hora de «animar y dar cariño» a los que lo han perdido todo para que puedan empezar de nuevo.

Publicidad

Tendencias