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Ezzati enfrenta fuerte cuestionamiento interno por su actuación en el caso Zamudio

Alejandra Carmona López
Por : Alejandra Carmona López Co-autora del libro “El negocio del agua. Cómo Chile se convirtió en tierra seca”. Docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile
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Las quejas de Rolando Jiménez al obispo por su ausencia mientras duró la agonía del joven en la Posta Central, son las mismas que sustentan varios sacerdotes y dignatarios. Al interior de la institución aseguran, sin embargo, que este hecho no habría sido tan grave si no existiera un hito, a su juicio, lamentable: la visita que la autoridad máxima de la Iglesia hizo a Karadima en diciembre pasado.


Horas antes de que el reloj marcara las 19:45 del 27 de marzo. Horas antes de que la muerte de Daniel Zamudio alimentara —como si fuera una hoguera— la ira nacional, las críticas y las ofensas no habían caído sólo sobre los victimarios del joven y la brutal golpiza que finalmente lo mató. Los 24 días de agonía de Zamudio, también habían arrastrado a la figura más importante de la Iglesia Católica en Chile al centro de los cuestionamientos.

Rolando Jiménez, líder del Movilh, señaló un día después de la muerte de Zamudio que sentía “vergüenza como ciudadano, de que el obispo de Santiago tenga tiempo para visitar a un pedófilo y a un abusador y que no haya dicho una palabra de solidaridad para la familia” de Daniel.

La guerra de declaraciones que vino después entre Jiménez y Ezzati, encendió los micrófonos de radio Cooperativa. El arzobispo de Santiago acusó al Movilh de “aprovecharse de una situación que objetivamente no es como ellos la presentan, y lamento que una persona tan pública pueda acusar de ‘mentiroso’ a otra persona sin tener los elementos objetivos para hacerlo. Es muy dañino para una sociedad que nos tratemos de esa manera”, dijo el obispo aludiendo a quienes criticaban su ausencia durante la agonía del joven.

Sin embargo, los cuestionamientos no sólo venían de Jiménez ni de los cercanos a Zamudio. Cuando Jiménez lanzó el dardo, una molestia profunda ya se había instalado en el seno del clero. Y se arrastraba desde Navidad.

El regalo de Ezzati

El 24 de diciembre del año pasado, Ricardo Ezzati visitó por cerca de 15 minutos al ex párroco de El Bosque en el convento de las Siervas de Jesús de la Caridad en Providencia, donde cumple una condena por abuso sexual a menores y abuso de poder. La fotografía paseó por los medios de comunicación y entonces varios sacerdotes expresaron en círculos cerrados su incomodidad por el hecho; una incomodidad que volvió a emerger debido a la ausencia del sacerdote en la Posta Central, durante la agonía del joven.

[cita]Una alta fuente al interior de la Iglesia, comenta que la fotografía del sacerdote visitando a Karadima generó un alto impacto. Para la Iglesia, las denuncias ya habían sido un golpe desestabilizador que incluso se dibujaba en cifras: la aprobación de la institución cayó de un 50% en octubre de 2009 hasta un precario 37% a fines del año pasado. Una cifra que no ayudó a levantar Ezzati con su agenda.[/cita]

Juan Carlos Cruz —una de las víctimas de Karadima— recuerda que esta vez, en medio de los cuestionamientos por la ausencia de la Iglesia en la agonía de Zamudio, recibió los mismos comentarios que en diciembre, cuando Ezzati concretó la visita al cuestionado sacerdote. “Dos religiosos me comentaron lo mismo: que por qué va a ver a Karadima y no a Zamudio”. Cruz agrega más datos: “Varios sacerdotes me dijeron en diciembre que les molestaba mucho la visita de Ezzati a Karadima y que incluso le habían advertido que no fuera; menos con la prensa como testigo. Sin embargo, Ezzati hace lo que quiere. Es sabido que es muy monarca para llevar la diócesis”, dice.

Una alta fuente al interior de la Iglesia, comenta que la fotografía del sacerdote visitando a Karadima generó un alto impacto. Para la Iglesia, las denuncias ya habían sido un golpe desestabilizador que incluso se dibujaba en cifras: la aprobación de la institución cayó de un 50% en octubre de 2009 hasta un precario 37% a fines del año pasado. Una cifra que no ayudó a levantar Ezzati con su agenda.

“El problema no es que Ezzati haya ido o no a ver a Zamudio, porque sí fueron los vicarios. El problema real y que tiene molestos a varios sacerdotes, es que haya aparecido en diciembre visitando a Fernando Karadima”, aseguran al interior de la Iglesia.

El 13 de enero una importante opinión se imprimió en la página 45 del diario La Segunda. Cristián Castro, encargado de la Oficina Pastoral de Denuncias de Santiago —organismo clave levantado para hacer frente a abusos de religiosos— , criticó en duros términos al obispo: “Tenemos que tener mucha delicadeza de trato. Uno nunca sabe cómo les llegarán a las víctimas las cosas. Imagine que la foto que salió en la prensa de Monseñor Ezzati yendo con un regalo en la mano a visitar a Karadima es una imagen que ha causado mucho daño. Se lee que hay más condescendencia con los victimarios que con las víctimas. Sé que esa fotografía le hizo daño a una persona que quería denunciar…”, contó.

Curas de la calle

Si bien los cuestionamientos que se han levantado en la Iglesia Católica tras la muerte de Zamudio, tienen al interior de la institución una raigrambre en lo ocurrido en diciembre, también responde a diferentes visiones acerca de cómo enfrentarse a los homosexuales, un hecho que ha llevado a varios sacerdotes a pedir mayor apertura con el tema.

“Es sano para la iglesia que podamos expresar la divergencia. Somos iglesia y no un regimiento”, señala el sacerdote y Superior Provincial de la Congregación de los Sagrados Corazones, Álex Vigueras.

Vigueras agrega que la “voz más jerárquica” sigue más amarrada a la doctrina, pero no pasa lo mismo en la vida cotidiana. “Muchas veces la doctrina no calza quizás con la persona, pero la persona está en primer lugar. La persona está por sobre la doctrina. Por la doctrina no puedo aplastar a la persona. Nos equivocamos porque ponemos la ley primero, siendo que las personas revientan cualquier ley o dogma. Si uno mira a Jesús, Jesús es así siempre”. Vigueras va más allá y desliza una explicación para la actitud que asume la jerarquía: “Hay algo del rol que les impone ese resguardo de no caer en el error, pero desde abajo pensamos que es con mucha sumisión. Uno quisiera escuchar una voz de pastores, una voz más libre, que no tuviera miedo de entrar en conflicto con Roma”.

Según Jaime Coiro, vocero de la Conferencia Episcopal, el desafío del acompañamiento pastoral a las personas homosexuales no es un asunto nuevo en la Iglesia. “Los obispos lo han venido reflexionando, en comunión con el magisterio de los Papas y la Santa Sede, y también las comunidades pastorales y los agentes evangelizadores laicos”, dice. Sin embargo, reconoce que como en muchos otros temas de la vida cotidiana, una cosa es el discurso y la disposición teórica, y otra es la experiencia concreta de acoger y acompañar a personas homosexuales en el contexto de su vida espiritual y de la pastoral de la Iglesia. “Pero la firme convicción cristiana de respetar la dignidad de las personas homosexuales, así como de no discriminarlas ni estigmatizarlas y de condenar cualquier violencia en contra de ellas, es un asunto al que la inmensa mayoría de las comunidades católicas adhiere sin ningún cuestionamiento”, asegura Coiro.

Pablo Romero tiene 34 años y es sacerdote jesuita. Acompaña a un grupo de homosexuales católicos que se reúnen cada 15 días en Plaza Italia. Con ellos vivió la agonía de Daniel Zamudio, pero desde sus inquietudes y su asombro de que algo así les pudiera ocurrir también a ellos.  Pablo no tiene dudas respecto a la acogida que debe tener la Iglesia con los homosexuales: “La Iglesia es y debe ser un lugar para los homosexuales, un lugar donde sientan que hay un camino de felicidad y plenitud, donde el evangelio es un proyecto de plenitud para ellos y si no lo está siendo, hay un desafío muy grande”.

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