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Guardiola: el hijo de albañil que ganó todo con el Barça

Christian Buscaglia
Por : Christian Buscaglia Periodista El Mostrador
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Se dice que a diferencia de José Mourinho, entrenador de El Real Madrid, Guardiola no ensuciaba los partidos, no despotricó sobre el adversario ni tampoco murmuró sobre sus futbolistas. “Guardiola jamás se volverá contra Xavi, Piqué o Iniesta, y menos contra Messi, y el núcleo de poder que generó, sino que atemperará su caída con el mismo savoir faire que alimentó su auge”, comenta al respecto Ramón Besa, redactor jefe de deportes en Cataluña del diario El País.


El técnico Josep Guardiola dejó hoy el Barcelona con un positivo balance. En cuatro años su equipo convirtió 619 goles, consiguió 13 titulos y el extraordinario récord de ser el que más partidos ha ganado en una temporada (31) y el que más puntos ha conseguido (99). Desde un comienzo logró convencer a los más escépticos: ganó la Copa del Rey (2008/2009) ante el Athletic. Luego consiguió la Liga, la Liga de Campeones, la Supercopa de España, la de Europa y el Mundial de clubes.

Se dice que a diferencia de José Mourinho, entrenador de El Real Madrid, Guardiola no ensuciaba los partidos, no despotricó sobre el adversario ni tampoco murmuró sobre sus futbolistas. “Guardiola jamás se volverá contra Xavi, Piqué o Iniesta, y menos contra Messi, y el núcleo de poder que generó, sino que atemperará su caída con el mismo savoir faire que alimentó su auge”, comenta al respecto Ramón Besa, redactor jefe de deportes en Cataluña del diario El País.

Por su parte, David Truena (columnista del mismo diario) señala que tras la historia personal del técnico –marcada por el esfuerzo y la integridad- está la clave de su éxito.

Para hablar de Pep, sostiene, hay que reparar en lo siguiente: “En catalán, al albañil le dicen paleta, en ejemplo prodigioso de metonimia popular. La paleta es también el arma del pintor. Y nadie había reparado en el hecho fundamental de que Guardiola es hijo de un paleta”.

“Su padre, Valentí, representa para él un ejemplo de integridad y esfuerzo. La familia en la que ha crecido, en el pueblo de Santpedor, le ha inculcado valores antiguos, de cuando los padres no tenían ni dinero ni propiedades que transmitirles a los hijos, sino solo principios y dignidad. A la hora de juzgar o estudiar a Guardiola hay que tener en cuenta que debajo del traje elegante, el jersey de cachemir y la corbata elegida está el hijo de un paleta. Que dentro de los caros zapatos italianos hay un corazón en alpargatas”, indica Truena.

Ejemplo de ello, escenifica el columnista, fue cuando Guardiola aceptó la propuesta de entrenar El Barça B, el equipo que tiene el club catalán que había descendido a Tercera División.

“Sus amigos de la profesión le aconsejaron que no aceptara el encargo. ‘Pep, la Tercera es un infierno, no tiene nada que ver con el fútbol que conoces’ Con otras palabras, todos le dijeron lo mismo: ‘No te ofrecen un caramelo, sino que tendrás que masticar piedras’. Pero Guardiola aceptó. Se moría de ganas de entrenar. ‘Búscame un equipo’, le decía a sus amigos, ‘necesito entrenar’. La oferta de hacerse cargo del equipo en Tercera le enfrentaba a una decisión difícil. Pero Pep siempre tuvo claro que la vida consiste en el atrevimiento para equivocarse. A ser posible, equivocarte con errores propios y no ajenos”, hace hincapié el periodista.

Otro hecho destacable –asegura- es que Guardiola en sueños habla de fútbol. “Tiene curiosidad por muchas cosas que no están en el fútbol. Pero a veces uno tiene la impresión de que las codifica de una manera especial. Que las futboliza. Si tú le cuentas una anécdota de Paco de Lucía o de Belmonte o de Cary Grant, él la archiva con devoción, pero la aplica a su juego, como si fuera un ejercicio, como si le regalas a un cocinero una raqueta de pimpón y lo primero que pensara es cómo usarla de sartén. Esa curiosidad por otros mundos, no tan habitual en los deportistas de éxito, le llega como una solución al enigma de vivir. Pep quizá no conoce los versos sabios de Emily Dickinson: «El éxito les parece lo más dulce a aquellos que no alcanzaron el éxito», pero los ha vivido en carne propia. El deporte de alta competición, por mucho que desde fuera se sitúe en una perspectiva privilegiada, marcada sobre todo por la estima social hacia el dinero y la fama, también deja un rastro de apresuramiento, de vida robada, de vacío. Por eso, acercarse con interés a la moda, al cine, a la lectura, a la música, han sido síntomas de que Guardiola valoraba la consistencia de vivir en algo más que ser reconocido en tu oficio”.

Entonces se detiene en la conversación que tuvo Guardiola con Marcelo Bielsa. “Se prolongó durante 11 horas, tras un asado en su casa de campo en las afueras de Rosario. Allí hubo discusiones acaloradas, consulta al ordenador, repaso de técnicas, puesta en escena de posiciones. Hubo preguntas complicadas: «¿Por qué usted, que conoce toda la basura que rodea al mundo de fútbol, el alto grado de deshonestidad de cierta gente, aún quiere volver ahí, y meterse además a entrenar? ¿Tanto le gusta la sangre?». Pep no se lo pensó dos veces: «Necesito esa sangre».

“Marcelo Bielsa, que es un entrenador compulsivo, un arquitecto del caos, tuvo palabras de ánimo, también sembró de incertidumbres el camino. Le explicó por qué no concedía entrevistas personales a los medios de comunicación. Se resistía a caer en esa especie de juego con los locutores influyentes, con los grandes grupos mediáticos. «¿Por qué le voy a dar una entrevista a un tipo poderoso y se la voy a negar a un pequeño reportero de provincias? ¿Por qué voy a acudir a una emisora líder cada vez que me llame y en cambio jamás a una pequeña radio del interior? ¿Cuál es el criterio para hacer una cosa así? ¿Mi propio interés? Eso es ventajismo». Guardiola adoptó la medida nada más hacerse cargo del primer equipo del Barcelona. Decidió no conceder entrevistas personales. Someterse, por supuesto, a las ruedas de prensa, tres por semana, sin vetos ni duración acotada, pero no pasar de ahí. La decisión, controvertida y contestada por muchos periodistas que veían despreciada su labor o su importancia, finalmente se ha impuesto como un rasgo distintivo más”.

“A Guardiola le gusta mucho el fútbol. Y ganar, porque en eso consiste el juego. Pero hacerlo dignificando la propuesta. Él ofrece un sistema, solo pide que confíen en él, que sean fieles. El día en que nota a sus jugadores poco comprometidos, apáticos, con dudas, aunque sea tras un entrenamiento sin relevancia, es un hombre triste, desmoralizado, con ganas de dejarlo todo. Nadie debería confundirse en esto. Es un profesional obsesivo, detallista, porque sabe que los detalles deciden. Venera el club donde trabaja y se impuso como regla no ser más que una pieza del entramado. Cobrar su sueldo por un año y jamás exigir ni un café sin pagarlo. No aspira a ser reconocido como un adoctrinador, un gurú, un guía. No quiere ser nada más que un entrenador, un buen entrenador. Lo otro, lo demás, lo bueno y lo malo, se lo echa encima una sociedad necesitada de modelos. Quizá hastiada de tramposos, de ventajistas, de canallas, de gente que impone valores de egoísmo, oportunismo y egolatría, desde la tribuna privilegiada de la televisión o los medios o los negocios o la política. Él pertenece a esa sociedad. Y la dignifica, de una manera muy simple, tratando de hacer bien su faena, ayudando a hacer prosperar el sentido común desde su parcela de exposición pública. Con la misma callada dignidad con la que un buen paleta, sin que nadie mire ni aplauda, pone un ladrillo sobre el cemento”, concluye el columnista de El País.

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