A 40 años del golpe de Estado, la división por el legado de Augusto Pinochet se mantiene. ¿Qué argumentos esgrimen sus partidarios para defender su figura y su régimen?
A menudo sorprende a los extranjeros que visitan Chile descubrir que el general Augusto Pinochet todavía tiene partidarios aquí.
Fuera de Chile, es casi universalmente vilipendiado, recordado como un dictador despiadado cuyo régimen militar mató a más de 3.000 opositores políticos, torturó a muchos más y forzó el exilio de miles.
Pero en el país hay matices.
Esta semana se cumple el 40º aniversario del golpe militar que lo llevó al poder, y las posiciones hacia el régimen de Pinochet (1973-1990), y del gobierno socialista de Salvador Allende que le precedió, todavía son complejas y objeto de un intenso debate.
Aunque la mayoría de los chilenos consideran al general como un dictador y aborrecen los abusos contra los derechos humanos cometidos durante su gobierno, todavía tiene un pequeño pero ferviente grupo de seguidores de derecha que lo consideran como un héroe.
Dicen que al sacar del poder a Allende el 11 de septiembre de 1973, el ejército impidió que Chile se deslizara hacia una guerra civil y salvó al país de convertirse en «otra Cuba», un Estado comunista.
«Las Fuerzas Armadas me salvaron», le dijo a la televisión estatal este mes el diputado derechista Iván Moreira. «Ellos me salvaron de vivir bajo un régimen, una dictadura marxista. Pinochet salvó la vida de toda una generación».
Cuando Pinochet murió en 2006, alrededor de 60.000 personas acudieron a su velatorio. Algunos lloraban. Otros se aferraban a bustos de bronce y fotografías del general.
A los visitantes extranjeros a veces les resulta difícil de creer, pero hay un museo de Pinochet en Santiago, en honor a su memoria. Contiene sus uniformes militares, su escritorio, sus medallas y su extensa colección de soldados de juguete de los diferentes regimientos del ejército chileno.
El diputado Moreira dice que el régimen ha tenido mala prensa.
«¿Hasta cuándo vamos a seguir aceptando que la historia de Chile ha sido escrita por la pluma de la izquierda?», se preguntó.
«Soy un hijo de la dictadura», dice Karen, una chilena que conocí recientemente en Santiago.
«Crecí con los dos lados de la historia. Mi madrina es comunista, pero mi madre es pro-Pinochet. Son mejores amigas, pero nunca hablan de política. Nunca».
«No creo que la dictadura fuera tan mala», me dice. «Fue un momento de más seguridad en las calles para la gente normal. Ahora vas a las afueras de Santiago y hay un montón de drogas. No había en aquel entonces».
«Algunos jóvenes que no vivieron la dictadura piensan que todo era malo. La gente de mi edad, que la vivieron, pueden recordar lo bueno y lo malo».
Una reciente encuesta publicada por la firma de opinión pública CERC en la víspera del 40º aniversario del golpe nos da una idea de la visión de los chilenos.
Mientras que tres cuartas partes de los encuestados consideran a Pinochet como un dictador, el 9% dijo que será recordado como uno de los grandes líderes de la historia chilena.
Mientras que el 55% de los chilenos considera los 17 años de la dictadura, ya sea como malos o muy malos, el 9% dijo que eran buenos o muy buenos.
Más de un tercio de los encuestados o bien no tenía opinión o consideró los años de la dictadura como una mezcla de bueno y malo.
Otra encuesta, publicada el domingo en el principal diario del país El Mercurio, preguntó a los chilenos si el Estado había hecho lo suficiente para compensar a las víctimas de la dictadura de las atrocidades que sufrieron. Mientras que el 30% dijo que sí, el 36% dijo que no. El resto se mostró indeciso.
Casi la mitad de los encuestados (46%) dijo que el Estado debe encontrar nuevas formas de compensar a los familiares de los «desaparecidos». Sin embargo, el 27% no estuvo de acuerdo.
Historiadores de derecha utilizan dos argumentos para defender el legado del régimen de Pinochet.
En primer lugar, dicen que el golpe debe entenderse en el contexto de la época. En 1973, Chile era un país profundamente polarizado, al borde de la guerra civil y el colapso económico.
En segundo lugar, aseguran que las reformas de libre mercado implementadas por el gobierno militar en los setenta y ochenta sentaron las bases de la prosperidad económica posterior.
Es cierto que en 1973 Chile se encontraba en un estado lamentable. Allende había estado en el poder tres años y el país estaba cada vez más dividido por la ideología.
Una serie de huelgas de camioneros y mineros del cobre había debilitado la economía. Grupos paramilitares de derecha estaban saboteando líneas de energía y rutas de transporte. El pan y la harina escaseaban.
«Ya en diciembre de 1971, las mujeres salieron a las calles en lo que se conoció como ‘la marcha de las cacerolas vacías’, debido a los problemas para adquirir productos de primera necesidad», dice Adolfo Ibañez, historiador y columnista de El Mercurio.
«Y en 1972 y 1973 la situación empeoró».
Evelyn Matthei, candidata de la derecha en las elecciones presidenciales de noviembre, dijo este mes que en septiembre de 1973, «la inmensa mayoría» de los chilenos querían el fin del gobierno de Allende.
Las razones de esta animosidad y de la tormenta económica de la época todavía son objeto de acalorados debates.
La derecha dice que la administración de Allende era incompetente. La izquierda dice que el poderoso y conservador lobby empresarial, apoyado por una financiación encubierta de Estados Unidos, debilitó al gobierno.
Fue con este telón de fondo que el golpe de Estado tuvo lugar.
Tras tomar el poder, el gobierno militar abrió la economía al libre mercado.
Las empresas mineras extranjeras, cuyos bienes habían sido expropiados bajo el gobierno de Allende, fueron invitadas a regresar al país. Se vendieron las empresas estatales y se privatizaron los sistemas de educación y de pensiones.
La derecha dice que estas reformas contribuyeron a que Chile se convierta en lo que es hoy, uno de los países más ricos de América Latina.
Pero cuánto de la prosperidad se debe a las políticas de Pinochet, y cuánto tiene que ver con las de los últimos gobiernos de centro-izquierda y la vasta riqueza mineral del país, sigue siendo una cuestión de debate.
El 40º aniversario de esta semana ha reavivado el debate en Chile sobre los aciertos y errores del golpe de Estado, los fallos del gobierno de Allende y el legado del régimen militar.
En última instancia, sin embargo, para el resto del mundo, es probable que Pinochet sea juzgado por su historial de derechos humanos en lugar de sus logros económicos.
Según cifras oficiales, 40.018 personas fueron víctimas de abusos contra los derechos humanos durante el régimen de facto y 3.065 fueron asesinadas o resultaron desaparecidas.
Esa sigue siendo, por lejos, la mayor mancha del legado de Pinochet.