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El político «cuico», según la bloguera de Cuicoterapia

El político «cuico», según la bloguera de Cuicoterapia

«El cuico político no se refiere necesariamente a los actuales políticos tipo senadores, diputados o alcaldes (aunque también hay), sino al cuico ese con ‘vocación de servicio público’, ese que trabajó en el gobierno… pero en el de Piñera», reza el texto.


La ingeniera comercial Josefina Reutter (36) ya se ha consagrado como bloguera a través de su sitio «Cuicoterapia». Allí, publica sus controvertidas columnas en donde expone, con lujo de detalle, algunos de los carices de quienes ella define como los «cuicos» chilenos. Aunque no todos han aplaudido sus publicaciones, los textos claramente no han pasado inadvertidos. Actualmente el blog ha recibido más de 400 mil visitas y numerosos comentarios en sus posteos.

En su última publicación, Reutter puso la mira en la clase política. «El cuico político, como todos los cuicos, tiene ese afán de ser cercano a la gente ‘humilde’. En el caso del cuico político es más patente, porque por definición tienen que abrazar y besuquear a todo tipo de gente, entonces nada mejor para ellos que contar que la Junta de Vecinos de Conchalí les hizo un desayuno (aunque íntimamente comenten: ‘con esas tortas de crema asquerosas’) o que fueron a una feria en Pedro Aguirre Cerda», describe la ingeniera.

A continuación, lea el posteo completo sobre el «cuico» político chileno.

El cuico político no se refiere necesariamente a los actuales políticos tipo senadores, diputados o alcaldes (aunque también hay), sino al cuico ese con “vocación de servicio público”, ese que trabajó en el Gobierno… pero en el de Piñera. Ese que trabaja en el Libertad y Desarrollo, o en el CEP, o en algún otro Think Tank.

El cuico político se gesta en muchos casos en el colegio: el clásico(a) que participa o es Presidente del Centro de Alumnos, que participa en todo tipo de actividades extraprogramáticas (sociales sobre todo) del colegio. Después entran a la universidad y seguramente entran al Centro de Alumnos, o a la FEUC (la mayoría son de la Católica, convengamos), organizan los trabajos de invierno, seguramente hicieron clases en INFOCAP… y por supuesto, su salto definitivo al mundo político, el TECHO. El Techo es como el semillero de cuico político, ese cuico solidario con vocación de servicio “real”, el que quiere cambiar la política, que no está por el poder, sino por una real preocupación por el prójimo. Probablemente muchos también pasaron por la Fundación Jaime Guzmán, donde se hicieron de buenos “contactos” y tuvieron su adecuado entrenamiento político.

El cuico político es bueno para estudiar, seguro va a hacer algún diplomado o magíster en políticas públicas (donde se encuentra con los abajistas o los progre), o en medioambiente, o en administración pública, lo que sea. Pero tiene que estar siempre al día, siempre informado. Es muy común que el cuico político haga clases en alguna universidad, porque su vocación de servicio también se extiende a “formar a los más jóvenes”.

El cuico político siempre quiere hablar de temas “interesantes”, de temas contingentes, polémicos. Es de esa gente que lee el cuerpo C de El Mercurio de adelante para atrás (y no de atrás para adelante como hace la mayoría de los mortales que prefieren leer primero la parte de espectáculos y se saltan la política). Se saben los nombres de todos los diputados, senadores, intendentes, probablemente conocen a muchos, y por supuesto hablan de ellos por su nombre de pila: “el otro día estuve con Jovino” o “con el Mumo (Edmundo Eluchans)”, o peor todavía, con “el alemán (José Antonio Kast)”, como para demostrar que él es cercano a ellos, y a la vez asumiendo que todos saben de quién están hablando. De hecho también hablan de los grandes empresarios por su nombre de pila “Sven (von Appen)”, “Andrónico (Luksic)”, porque obviamente también los conocen (¡de dónde sacan la plata para sus campañas si no!).

El cuico político, en cualquier reunión social, se va a asegurar que todos sepan en qué trabaja, y generalmente no se despega de su celular, porque siempre va a estar recibiendo información importante, y es probable que haga algún comentario del tipo “uh quedó la cagada entre Girardi y Moreira”, obviamente algo que no se ha sabido públicamente, como para demostrar que tiene información privilegiada y como si fuera lo más importante de ese momento (aunque esté en un asado donde estén hablando de algo cotidiano, como los niños o el fútbol y su comentario sea una interrupción).

El cuico político tiende a mirar con un poco de desdén a sus amigos cuicos no-políticos, los encuentra un poco ignorantes, poco informados, y probablemente les diga “es que no cacho qué hacen Uds., los abogados comerciales” (reemplace abogados comerciales por cualquier profesión y cargo que no sea político: product manager, analista financiero, lo que sea). Como que para ellos no hay nada más importante y valioso que el quehacer nacional actual. Y sufren si alguien no entiende o no está al tanto de las últimas novedades políticas. Y además le encanta discutir, entonces no pierde oportunidad para enfrascarse (y enfrascar a todos a su alrededor) en acaloradísimas discusiones de la contingencia política, por supuesto demostrando su superioridad en cuanto a los conocimientos y opiniones que tiene al respecto (aunque no las tenga, las va a inventar).

El cuico político, como todos los cuicos, tiene ese afán de ser cercano a la gente “humilde”. En el caso del cuico político es más patente, porque por definición tienen que abrazar y besuquear a todo tipo de gente, entonces nada mejor para ellos que contar que la Junta de Vecinos de Conchalí les hizo un desayuno (aunque íntimamente comenten: “con esas tortas de crema asquerosas”) o que fueron a una feria en Pedro Aguirre Cerda. Les encanta “tener calle”, saber los nombres de los barrios humildes, conocer al “Chile real”. Demostrar que ellos son “de terreno” y no es que se anden llenando la boca. Ojalá poder contar que comieron una sopaipilla de carrito o cosas que el resto de los cuicos encuentra “asquerosas” (y probablemente ellos también), sólo para demostrar su real vocación.

El cuico político es –en su grandísima mayoría– de derecha, y vuelca toda su ira cuica en sus rivales políticos (la concertación, o la Nueva Mayoría (Nueva Pillería, como obviamente le dicen)). Son todos unos “rotos”, con cara de picantes, que no le han ganado a nadie, ordinarios, mala clase, ladrones, corruptos, etc. La izquierda es la encarnación del mal. Nada bueno sale de ellos, ninguno salva. El cuico político es bien polar en su pensamiento. La derecha es incomprendida, la izquierda es mala. No hay mucho más que eso. Y “la gente no entiende”, “el pensamiento de derecha es más difícil de entender”. Nunca van a dar su brazo a torcer. Nunca (bueno, esto corre para los otros políticos también).

El cuico político de verdad sufre con el gobierno actual, sufre a un nivel mucho más profundo de lo que sufre cualquier otra persona no política (que no esté de acuerdo con el gobierno actual). Para él/ella es una angustia constante ver cómo las cosas no se están haciendo “bien” (para sus parámetros obviamente), y a la vez una satisfacción secreta cuando los números objetivos validan su pensamiento: la desaceleración de la economía o el aumento del desempleo en el fondo fondo tiene al cuico político saltando en una pata. Nada mejor que ver en desgracia a sus enemigos.

El cuico político obviamente tiene su vida, va de veraneo y hace un montón de cosas al igual que el resto de los cuicos, pero pasa a ser irrelevante porque el cuico político está definido por su “pasión” por la política, por su pasión por el “bienestar” del país, por defender a los suyos (derecha) y odiar a los otros. El resto pasa a segundo plano. Puede que tengan familia, puede que vayan a la playa, muchas cosas. Pero su sello es su “vocación de servicio público”. El resto es música.

*Esta columna fue publicada originalmente en el sitio Cuicoterapia.

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