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“Este es un momento de crítica a las instituciones y los liderazgos que tiene como trasfondo una demanda de mayor democracia” Rodrigo Márquez Coordinador Informe de Desarrollo Humano del PNUD:

“Este es un momento de crítica a las instituciones y los liderazgos que tiene como trasfondo una demanda de mayor democracia”

Pedro Pablo Ramírez
Por : Pedro Pablo Ramírez estudiante de periodismo
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El último informe de politización en Chile elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, concluyó que existe una fuerte crítica desde la ciudadanía al poder y las élites que participan en la toma de decisiones. La sociedad chilena comienza a interesarse en los procesos políticos y la demanda por mayor participación y más democracia toma fuerza en el último año, amenazando al poder e incomodando a los partidos y grupos empresariales que controlaron la política en las últimas décadas.


La actual crisis política que vive el país a partir de los escándalos por financiamiento irregular de campañas políticas, ha puesto una gran interrogante acerca del futuro que vendrá en este ámbito. Lo interesante de este momento político –en opinión de los analistas– es que, como en todo momento de conflictividad, las bases, conceptos o ideas que predominan en el sentido común de las mayorías comienzan abrirse a nuevas configuraciones, que hacen que lo que antes se entendía como normal hoy comience a cuestionarse.

Ese proceso de discusión sobre lo que se entenderá como correcto o sobre qué entenderá la ciudadanía por democracia, participación o derechos, hoy adquiere fuerza y pone incómodos a los partidos, grupos empresariales o élites que han tenido el poder de la toma de decisiones en el país durante las últimas décadas, las mismas que ven como una amenaza que las personas comiencen a interesarse en estos aspectos y sientan la necesidad de ser parte de las decisiones, pero por sobre todo de la definición de las reglas del juego y los límites de lo público, aquello que puede ser decidido colectivamente por todos.

Estas son algunas de las conclusiones que se pueden leer en el informe 2015, “Los tiempos de la politización” en Chile, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Rodrigo Márquez, coordinador del informe, habla con El Mostrador acerca del fenómeno que tiene en incertidumbre a la clase política.

-¿Qué significa que la sociedad chilena se ha ido politizando?
-Este es un proceso en el que se disputa acerca de lo que se puede decidir socialmente. Es la discusión sobre cómo se toman las decisiones colectivas, qué se puede decidir colectivamente y quiénes participan de esas decisiones. Esto es bien potente, porque se desafía la manera en que se ejerce el poder. Entonces, es este el tipo de disputa el que aparece de mayor forma en el espacio público.

-Esto implica un cambio. Es decir, que existía una legitimidad de lo que se entendía por democracia y que hoy se comienza a cuestionar. ¿Qué es lo que se cuestiona la sociedad chilena de su sistema?
-Lo primero que hay que decir es que este tipo de pugnas se dan en distintos espacios y son siempre disputas que apuntan a una profundización democrática. Cuando nosotros estudiamos este fenómeno sabemos que las personas hacen críticas a lo institucional, por ejemplo, pero lo importante es que lo hacen desde una importante valoración de la democracia.

La gente valora más la democracia que la democracia que creen que existe realmente. Para la gente tiene que ver con un modo de relaciones en donde se pueda incorporar a las personas en las decisiones y generar una horizontalidad en términos de respeto y dignidades. Entonces, este es un momento de crítica a las instituciones, a los liderazgos, etcétera, que siempre tiene como trasfondo una demanda de mayor democracia. No es solo una cuestión procedimental sino también relacional.

[cita] “La manera en que se toman las decisiones, qué se puede decidir colectivamente y quiénes toman las decisiones es la pugna finalmente”. [/cita]

-¿Esta crítica a lo institucional tiene que ver con que no logra ser un canal efectivo para solucionar los conflictos que en la sociedad entran en disputa?
-Claro, o no sería lo suficientemente inclusivo de todos los actores que debiesen estar en el debate. Fíjate que nuestra forma de entender el proceso de politización es que las personas están diciendo: ‘Nosotros queremos discutir sobre el rayado de la cancha’. Una institucionalidad que plantea que las rayas son inamovibles y que los actores que deciden son los que son y no son otros, las reglas del juego son las que son y no son otras, entonces existen nuevas voces que comienzan a presionar para abrir esa cancha.

-¿Quiénes serían esos actores?
-Por un lado, están los movimientos sociales que han presionado a los actores de la política tradicional a mirar ciertos espacios sociales que no estaban siendo observados e incorporarlos en la discusión. Ese es uno de los factores.

– Existe esta demanda de más democracia, ¿pero existe la disposición de la ciudadanía para participar por mayor democracia?
-Tiene que ver con las contradicciones del proceso, es muy sorpresivo y variable. Lo que nosotros apreciamos es que, en la subjetividad de la ciudadanía común y corriente, la demanda por mayor participación en las decisiones colectivas es más bien un criterio de evaluación que una disposición a la acción. Efectivamente la gente dice: Quiero mayor participación en la toma de decisiones; bueno, entonces venga y participe; no, no quiero. Esto hay que entenderlo como parte del proceso.

Esto tiene que ver con distintas variables. Existe un tema de memoria, de la comprensión de si efectivamente se puede incidir o no. La tarea está en ver cómo generar mayor sintonía para crear espacios de participación sabiendo que no todos participarán de la misma manera. Ahí, por ejemplo, podemos decir que votar es una manera de participación, pero está lejos de ser la única forma de involucrarse con la política. Opinar, participar de acciones colectivas, ir a manifestaciones o adherir con causas públicas son distintas formas de participar de lo político. Ahí los actores tienen el desafío de lograr que la demanda de cambio se transforme también en mayor participación.

-¿Esa es una crítica a la forma en que se ha desarrollado el poder? ¿Las personas reclaman mayor horizontalidad y transparencia en la toma de decisiones?
-Una de las hipótesis que se manejan en ese aspecto es que existe un rechazo a todos los actores que se han visto o son apreciados como poderosos. Ahí de nuevo aparece el tema de lo relacional. Lo que las personas reclaman es que existen tipos de relaciones sociales asimétricas, paternalistas, en que los poderosos tratan a la sociedad como niños chicos y quieren que se muevan en fila. Eso está fuertemente rechazado por la gente y la demanda de horizontalidad tiene que ver con ser escuchado, incluido y reconocido.

Existe un tema de memoria, de promesas que no se han cumplido, que hace que mucha gente crea que poco va a cambiar con su participación. También existe una observación de que hay actores que no quieren ceder su poder. Fíjate que, por el contrario, hay algunos ejemplos que demuestran que, cuando la gente cree que puede incidir, sí participa. Hace unos meses, en la comuna de Santiago, se sometió a votación un conjunto de iniciativas locales, dentro de ellas la mantención del nombre del cerro Santa Lucía, y fue mucha gente la que participó, cerca de 60 mil personas. Por tanto, cuando la gente ve que puede participar, toma esos espacios.

-¿Cuál es la reacción que tienen las élites en el poder frente a este fenómeno?
-Es más bien una reacción de amenaza y esa es una diferencia bastante importante entre la percepción de las élites y la ciudadanía que ve este periodo como una oportunidad. Esto se entiende por el hecho de que la amenaza está en perder el propio poder que ellos tienen, cómo se configura, cómo se ejerce. Cuando ya no puedes tratar a la sociedad en fila se complica, porque tienes que comenzar a incorporar a otros actores del mundo social.

En la élites ese es el problema. Y es que efectivamente ven una amenaza que no veían antes. Nosotros podemos comparar el proceso de politización con los informes que realizamos en años anteriores y en el año 2004 la élite decía explícitamente que no se sentía amenazada por nada. El 2006 vino el pingüinazo. Es decir, que existe una élite que no tuvo la capacidad de ver, de escuchar lo que realmente ocurría en otros espacios sociales.

-¿Este momento político abre la oportunidad para que emerjan nuevas expresiones políticas?
-Sin duda y muchas de ellas que no se expresan en las formas tradicionales como los partidos políticos, una forma que es súper criticada, pero que sigue siendo valiosa. Se puede apreciar la emergencia de movimientos culturales, movimientos sociales, movimientos a nivel comunitario y, por sobre todo, mucho movimiento territorial. Fue interesante lo que sucedió en el incendio de Valparaíso y cómo movimientos culturales juveniles fueron en masa a ayudar. Estos movimientos tienen limitaciones, pero son un nuevo tipo de expresiones que emergen desde la sociedad civil y que buscan tener una palabra, una injerencia en la toma de decisiones.

Ahora, esto no quita que los partidos políticos sigan siendo la principal herramienta para participar y transformar la política dentro del espacio institucional, pero es cierto que estos están altamente cuestionados. Por tanto, deben repensar su relación con la sociedad. La reinscripción de los partidos políticos puede se una tremenda oportunidad para revincularse.

[cita] “La gente valora más la democracia que la democracia que creen que existe realmente. Para la gente tiene que ver con un modo de relaciones en donde se pueda incorporar a las personas en las decisiones y generar una horizontalidad en términos de respeto y dignidades. Entonces, este es un momento de crítica a las instituciones, a los liderazgos, etcétera, que siempre tiene como trasfondo una demanda de mayor democracia. No es solo una cuestión procedimental sino también relacional”. [/cita]

-Pensando en la crisis política que vive el país, mucha gente cree que esos mismos partidos o esa élite en el poder es en gran parte el problema. ¿Cómo pueden entonces repensarse?
-Hay que pensar que este es un proceso de largo aliento, en el que hay que ir demostrando concretamente que existe una nueva relación, que se puede confiar, y no solo en los antiguos partidos políticos sino también en los nuevos actores que están emergiendo.

La gente critica enormemente la política, entendida como lo institucional, pero eso es sabido. Hoy, hablar de política es como un garabato y los políticos son objeto de críticas muy ácidas, al punto de que nunca van a hacer algo bueno, pero por otro lado las personas critican a la política porque está ausente en su vida cotidiana, porque le gustaría que estuviera presente. Hay una brecha muy grande entre sociedad y política.

-A menudo los dirigentes estudiantiles dicen ser los reales representantes del movimiento social, pero el informe indica que la ciudadanía no percibe realmente esa relación. ¿Por qué sucede eso?
-Porque los temas son más complejos. Las personas tienen más consenso o claridad en que saben lo que no quieren, pero no saben bien lo que sí quieren. En ese sentido, se ha abierto el abanico de posibilidades y eso es normal. Entonces, cuando un actor pretende creer saber todo lo que la ciudadanía quiere, de alguna forma evade ese segundo momento de pasar a la propuesta y la evaluación de lo que las personas realmente quieren.

La valoración de los movimientos sociales es muy ambivalente. Las personas valoran enormemente la capacidad de poner temas sobre la mesa. La gente dice ‘si no fuera por ellos no estaríamos hablando de esto, la posibilidad siquiera de hacer cambios’. Aun así, las personas se distancian por los métodos que utiliza el movimiento social en sus manifestaciones. A la gente le gustan las manifestaciones y no los manifestantes, lo que tiene que ver con una aversión al desorden que existe en la cultura chilena. Esta distancia hay que estudiarla, trabajarla y, por sobre todo, sintonizar con las personas.

-¿Cuáles son las salidas a este conflicto político que vive el país?
-Es muy difícil preverlo, son muchas salidas. Lo importante es que hay que entender que no porque estemos discutiendo este tema vamos a dar paso a grandes transformaciones. La politización a lo que nos desafía es a entrar en una discusión en la que se puede ir a un lado u otro. Lo importante es hacerse parte de esa discusión, si no, los que definen serán otros. Finalmente el contenido de esas transformaciones la definirán los actores que estén en la disputa.

-Eso está en el centro del asunto, ¿no? Eso es realmente la disputa del poder, correr los límites de lo público o dejarlos como están, y quiénes acceden a ello…
La manera en que se toman las decisiones, qué se puede decidir colectivamente y quiénes toman las decisiones, es la pugna finalmente.

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