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La caída de Cheyre, el militar favorito de Ricardo Lagos Procesado en el caso Caravana de la Muerte

La caída de Cheyre, el militar favorito de Ricardo Lagos

El general (R) fue importante en calmar los temores de los militares y el pinochetismo aún poderoso, que veían con recelo la posibilidad de otro socialista en La Moneda. Para el laguismo, el ahora procesado ex militar pasó a la historia por su «nunca más» en materia de violencia política y, a pesar de enfrentar una de las peores tragedias del Ejército en Antuco, se mantuvo en el puesto.


Si hay que situar en el tiempo el comienzo de la buena relación entre los socialistas, pero específicamente entre el ex Presidente Ricardo Lagos y el comandante en Jefe del Ejército durante gran parte de su período, Juan Emilio Cheyre, es necesario retroceder hasta mayo de 1996.

En aquel mes, Cheyre, agregado militar chileno en España, junto con el embajador socialista en la península, Álvaro Briones, organizaron el seminario «Las Fuerzas Armadas y la transición a la democracia: Los casos de España y Chile”, organizado por la Fundación Ortega y Gasset en el hotel Victoria Plaza El Escorial.

Entre los invitados estaba una nutrida delegación de históricos socialistas, en conjunto con militares y civiles adictos a Pinochet. La lista la integraron el entonces Ministro de Obras Públicas, Ricardo Lagos; Camilo Escalona, histórico del  PS; Jaime Gazmuri y Enrique Correa, que ese año daría curso a Imaginacción, su conocida empresa de lobby.

En efecto, del encuentro se conocen muy pocos detalles y, para quienes lo interpretan a la luz del tiempo y los hechos posteriores, fue clave para lograr que los militares terminaran con el temor que producía la candidatura presidencial de Ricardo Lagos, el otro socialista en La Moneda después de Salvador Allende.

Pinochet era todavía, en 1996, un hombre poderoso, que se preparaba para saltar desde la Comandancia en Jefe del Ejército a un cupo vitalicio en el Senado. Y en representación del mundo militar concurrieron los coroneles Carlos Molina Johnson, Jaime García y José Manuel Puizzi, además del asesor civil de la dictadura Sergio Rillón y el ex ministro de Relaciones Exteriores Hernán Felipe Errázuriz.

Aunque no han trascendido los detalles del encuentro, el propio Camilo Escalona diría al año siguiente –en La Tercera– que fue precisamente el embajador Álvaro Briones la persona que «ha trabajado con mayor tenacidad para sostener una relación con el mundo militar que tiene un sentido estratégico: la candidatura de Ricardo Lagos».

Y los favores en política no prescriben. Si Cheyre ayudó a «poner la fianza» por Lagos en el mundo militar a lo largo de su ascendente carrera militar, Lagos lo hizo por Cheyre en el mundo de la izquierda. De esta manera, en 2001, cuando Cheyre era jefe del Estado Mayor del Ejército, Lagos anunció su nombramiento a la cabeza de la Comandancia en Jefe de esa rama castrense, en reemplazo de Ricardo Izurieta.

Aquel año Cheyre había integrado la comitiva de militares que acudió a la parcela de Los Boldos para convencer a Pinochet de que se sometiera a los procedimientos judiciales, exámenes e interrogatorio, a partir de las querellas que enfrentaba el dictador.

El 10 de marzo, a los 54 años, Cheyre asumía y su relación con Lagos sería especialmente fluida.

En noviembre de 2004, Cheyre escribiría su famosa carta institucional pidiendo un «nunca más» en materia de violencia política. Documento que –según el laguismo que lo defendió de las actuales acusaciones– lo hizo pasar a la historia 

En 2005, el entonces general entraba a su último año de mandato y sería el peor.

En mayo murieron 44 conscriptos que fueron enviados a marchar por la nieve en condiciones de mal tiempo, en lo que sí pasó a la historia como la Tragedia de Antuco, y su trayectoria pudo ser empañada con un fin abrupto de su carrera, por la responsabilidad de mando que le cabía, pero esa decisión presidencial no se materializó.

Al contrario, en agosto, cuando murió Carlos Forestier –el suegro de Cheyre– encausado como ex jefe del campo de prisioneros en Pisagua en 1973, Ricardo Lagos dijo: «Lo voy a llamar por teléfono y veré si lo alcanzo a visitar».

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