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Roberto Ampuero: el hombre que olfatea y sigue el poder en la dirección que sea Las expectativas de los especialistas frente a su nominación como futuro Canciller

Roberto Ampuero: el hombre que olfatea y sigue el poder en la dirección que sea

Felipe Saleh
Por : Felipe Saleh Periodista El Mostrador
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Ha vivido dice, menos de un tercio de su vida en Chile. El escritor de unos 20 libros ha demostrado una habilidad para mantenerse cerca del poder en los últimos 40 años, sin importar el color ni la ideología. Cuando estaba de moda, fue muy comunista. Ahora es un converso vociferante en el neoliberalismo, vinculado a la derecha más ortodoxa, aunque los íconos de izquierda son más rentables para titular sus novelas.


Para más de alguno fue sorpresa la nominación de Roberto Ampuero al mando del Ministerio de Relaciones Exteriores. Pero solo alguien muy despistado podría negar su evidente fidelidad al Presidente electo Sebastián Piñera. La manera en que comenzó la relación entre ambos, solo es una muestra más del olfato canino de Ampuero para detectar hacia dónde va el poder. En 2009, poco antes de la elección que ganó Piñera, el escritor anunció en una columna: “Yo voté una vez por Frei y ahora voy a votar por Piñera. Es hora de cambio, la Concertación lleva más de 20 años y ya se ha agotado su modelo”, escribía. Aunque no era una carta al estilo de Alberto Mayol o Manuel Riesco criticando el modelo económico, Ampuero con ese anuncio cimentaba una relación que había comenzado años antes con Piñera. El escritor y su esposa, Ana Lucrecia Rivera, habían compartido unos días en Miami con los Piñera Morel.

Gatillo fácil en Twitter

Por eso, fue algo natural que el Presidente lo nombrara embajador en México a partir de diciembre de 2011, y luego, cuando Luciano Cruz-Coke renunció para intentar ser candidato, lo ascendió a Ministro de Cultura en junio de 2013.

En septiembre del año pasado, Ampuero reveló algunos detalles de cómo era el trabajo en el gabinete de Piñera. “Lo que más recuerdo de mi paso por su gabinete era la intensidad del trabajo. Era súper estresante, algunos ministros le tenían miedo. Piñera pedía informes de lo que se iba a hablar en una reunión y luego te interrogaba. Si no te preparabas bien se notaba. Era como rendir un examen de grado”, contó a La Tercera.

A pesar del estrés, Ampuero no dudó en aceptar repetirse el plato. Su nombramiento a primera vista se puede interpretar como un premio a la lealtad. Durante la campaña fue de los más mediáticos detractores de Guillier. Antes de la primera vuelta electoral se prendió en llamas cuando hizo circular un posteo en que Nicolás Maduro apoyaba a Alejandro Guillier. Pero poco después pidió disculpas a sus 43.800 seguidores en Twitter cuando se demostró que el mensaje era falso. “Este supuesto mensaje del dictador Nicolás Maduro no corresponde a la realidad y lo incluí en el fragor del debate twitteriano. Lamento haber inducido a error a quienes me leen y pido las disculpas del caso”, dijo.

Pero pocos días después de la elección en que Piñera finalmente triunfó, volvió a polemizar cuando contestó un desafortunado mensaje de la diputada Karol Cariola, que registraba con sorpresa el exceso de votantes “con pelo muy rubio” en su distrito de Recoleta e Independencia.

Ampuero contestó con una especie de descripción antropológica.

«Discriminación racista que practica izquierda en Chile contra personas de pelo rubio, como lo hace diputada Cariola (PC), es de vieja data: ya Víctor Jara cantaba contra los rubios del Barrio Alto», dijo, rematando con un llamado a terminar con el racismo en Chile.

El comunista privilegiado

Ahora, la izquierda es para Ampuero el depósito de todos los males, pero hace cuarenta años fue durante mucho tiempo su tabla de salvación. A los 20 salió de Chile, pero no exiliado, sino por su propia cuenta y recibió ayuda de personas que trabajaban en la embajada de la ex Alemania Oriental. Hijo de un funcionario de una agencia naviera, estudió en el Colegio Alemán de Valparaíso y el manejo del idioma, más su militancia en las Juventudes Comunistas, le ayudó a conseguir una beca en la Universidad de Leipzig.

En ese lugar conocería a un periodista cubano que le presentaría a Margarita Flores, hija mayor de Fernando Flores Ibarra, jerarca del régimen de Fidel Castro, apodado “charco de sangre” por ordenar ejecuciones sumarias luego del intento de invasión en Bahía Cochinos, ocurrido en abril de 1961. Suficiente para conocer la cara más privilegiada del comunismo.

Ampuero estudió literatura en la Universidad de La Habana y se instaló en el elegante barrio de Miramar, donde vivió con su esposa desde julio de 1974. Ahí se codeó con diplomáticos como Raúl Roa, quien fue canciller de Fidel Castro, y con otros integrantes de la nomenclatura cubana, como Manuel Piñeyro, encargado del apoyo internacional desde el PC cubano a los otros partidos de Latinoamérica.

Sin embargo, el matrimonio se acabó. Sin sus contactos, empezó a vincularse con disidentes del régimen, como el poeta Herberto Padilla y su esposa, la también poeta Belkis Cuza. Fue interrogado por un representante del partido, el militante chileno radicado en la isla, Oriel Viciani, quien recomendó que el partido no “avalara” al entonces incipiente escritor, lo que le significaba perder sus privilegios y ser un proletario más. Ampuero apeló a su caso y fue otro dirigente chileno quien revisó su expediente. Ernesto Ottone, presidente de la Federación Mundial de Juventudes Comunistas, porteño e hincha de Wanderers como Ampuero, recomendó mantener la sentencia.

Camino a la conversión

En 1977, Ampuero se vio obligado a salir de la isla. Este episodio, sin mencionar a Ottone por su nombre, el escritor lo cuenta en su libro Nuestros años verde olivo, publicado en 1999, donde repasa su experiencia en el socialismo real y que lo convertiría en el cubanólogo preferido de Cristián Bofill, exdirector de La Tercera.

[cita tipo=»destaque»]Ahora, la izquierda es para Ampuero el depósito de todos los males, pero hace cuarenta años fue durante mucho tiempo su tabla de salvación. A los 20 salió de Chile, pero no exiliado, sino por su propia cuenta y recibió ayuda de personas que trabajaban en la embajada de la ex Alemania Oriental. Hijo de un funcionario de una agencia naviera, estudió en el Colegio Alemán de Valparaíso y el manejo del idioma, más su militancia en las Juventudes Comunistas, le ayudó a conseguir una beca en la Universidad de Liepzig.[/cita]

Mucho antes, Ampuero consiguió volver a Alemania, protegido como militante del Mapu por Enrique Correa, experto en ayudar a chilenos  con  los recursos de la resistencia a Pinochet, de uno a otro lado del bloque soviético. Ampuero volvió como alumno a la escuela de cuadros Wilhem Pieck, una academia de adiestramiento ideológico. En una nota de 2004, el actual senador Juan Pablo Letelier lo describe como un comprometido dirigente. “Lo conocí como un dirigente político que se perfilaba muy bien dentro de la UJD, una organización política juvenil que estaba en Europa. Me sorprende un poco su conversión hacia la literatura, pero bueno, cada uno elige su propio camino y la manera de canalizar su experiencia “, dijo Letelier, quien actualmente pertenece a la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.

De Bofill a Nicolás Ibáñez

“Dejé de ser comunista porque empecé a desear democracia y libertad. Fue por mi experiencia en Cuba y Alemania Oriental”, admitió Ampuero a La Tercera.

Hacia 1980, Ampuero ya olfateaba que el socialismo real venía en bajada y los vientos corrían hacia Occidente. Hacia allá se movería. Gracias a los chilenos José Miguel Gacitúa y Stefano Rossi, se convierte en corresponsal en Bonn de la agencia IPS, con sede en Roma.

Descrito por escritores de su generación como un “animal social”, entre cócteles y aperitivos con su nuevo rol de periodista, vuelve a toparse con la diplomacia. Esta vez con la embajadora de Guatemala en Alemania, Ana Lucrecia Rivera. Se casaron en 1987 y Ampuero regresa a Chile en 1993 prácticamente como un desconocido, que se dedica al corretaje de propiedades en Valparaíso. Hasta que publica su primera novela con Planeta, que editaba el “boom” de escritores chilenos a principios de esa década. ¿Quién mató a Cristián Kustermann?, inaugura la saga del detective Cayetano Brulé, quien lleva ese nombre en homenaje a su padre, Roberto Ampuero Brulé.

El escritor, que se jacta de haber vivido menos de un tercio de su vida en Chile, sigue a su esposa hasta Suecia, donde reside entre 1997 y 2000. Ya se perfila como un escritor del establishment. El Mercurio ha premiado su segunda novela policial, Boleros en La Habana, y el acceso como residente en la Universidad de Iowa a los papeles de José Donoso, le abre las puertas en La Tercera.

Mientras hace clases en Iowa, Ampuero se mantiene como columnista criticando a la Concertación y su viraje hacia la izquierda. Especialmente el viaje de Michelle Bachelet a Cuba, durante su primer gobierno, cuando sale de un acto oficial sorpresivamente para ir a reunirse con Fidel Castro, quien luego apoya públicamente las peticiones de Evo Morales por acceso al mar. El escritor vuelve sobre el tema de la traición, la conversión ideológica y la crítica al comunismo. Pero no tiene problemas en usar íconos de la izquierda para sus libros, como El último tango de Salvador Allende, El caso Neruda o el testimonial Detrás del muro. Aunque en términos ideológicos se ha acercado a la derecha más ortodoxa como investigador en la Fundación Para el Progreso, financiada por el empresario Nicolás Ibáñez.

El canciller inédito

El diputado Guillermo Teillier, presidente del Partido Comunista, criticó su nominación. “Dentro del Gabinete aparece uno de los nuevos ministros, que es el de Relaciones Exteriores, que es una señal muy dura para los pueblos y los países de América Latina. El nuevo Presidente no ha hecho anuncios, pero nos parece que esto va a acentuar la intervención de Chile en los asuntos internos de otros países, lo que nos parece no debiera suceder de ninguna manera. La tradición de la política externa de Chile es otra, no es precisamente esa. Poner en RR.EE. al señor Ampuero, es una señal dura hacia una parte importante de los pueblos latinoamericanos», afirmó.

En el ministerio que todavía encabeza Heraldo Muñoz tienen su propia impresión. Su nombramiento causó sorpresa, teniendo en cuenta que el nombre más probable era el de Hernán Larraín, que finalmente quedó en Justicia. En la Cancillería creen que su designación responde a una estrategia de tener a alguien con poco peso político y no muy conocido para que sea el propio Presidente quien lleve las relaciones internacionales. El hecho de que no se maneje bien técnicamente, afirman, le dará mayor tranquilidad para trabajar al equipo de agentes chilenos en La Haya.

El senador PPD, Ricardo Lagos Weber, tiene expectativas favorables sobre el desempeño de Ampuero, pero reconoce que debe moderar sus opiniones sobre Cuba y Venezuela. “Espero que sea una gestión que busque mejorar nuestra relación con los países amigos latinoamericanos. Él tiene una opinión muy dura sobre Cuba y Venezuela, y creo que en esto se debe actuar como Estado, por lo que espero que podamos ayudar a las soluciones y no a agudizar los conflictos”, dijo el parlamentario integrante de la Comisión de Relaciones Exteriores.

El abogado, diplomático y profesor, José Rodríguez Elizondo, cree que la nominación de Ampuero marca un hito.

“Fuera de los abogados hegemónicos, en Chile hemos tenido un surtido de cancilleres de distintas profesiones o actividades: politólogos, sociólogos, ingenieros, médicos, militares, empresarios. Incluso hemos tenido cancilleres diplomáticos. Por eso, el nombramiento de Roberto Ampuero como canciller es un desafío interesante, tanto para él como para el Presidente Piñera. Creo que es primera vez, en nuestra historia, que tenemos un canciller claramente definible como novelista”, afirma.

Rodríguez Elizondo cree que “interpretando al Presidente electo (que para eso estamos los analistas), esto supone un proceso crítico respecto al manejo de nuestra política exterior, que se expresa en una ‘operación descarte’: no a los políticos, con o sin algún grado de tecnicidad; no a los diplomáticos, con o sin habilidades políticas, y no a los expertos, con o sin título profesional”.

En esa línea, su desafío –según Rodríguez Elizondo- es privilegiar el recurso imaginación mediante un nombramiento inédito. “Para Ampuero, el desafío está claro: asumir que la flexibilidad que le permiten sus personajes de la ficción, poco tiene que ver con la resistencia que siempre plantea la dura realidad”, concluye.

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