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Carlos Ruiz y Caso Fundaciones: “Lo que ha ocurrido es una suerte de crisis moral” PAÍS Créditos: Agencia Uno

Carlos Ruiz y Caso Fundaciones: “Lo que ha ocurrido es una suerte de crisis moral”

Rodrigo Córdova
Por : Rodrigo Córdova Periodista en El Mostrador
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Motejado como el ideólogo del Frente Amplio (aunque nunca ha militado en ninguno de sus partidos), el sociólogo ha visto crecer el grupo. Ha sido testigo de las crisis internas y conoce bien los pormenores de antiguas tensiones que se sostienen en ese conglomerado político, y fue parte de la elaboración de las ideas que forjaron el FA. Ruiz analiza el momento actual del Frente Amplio en medio de los casos de corrupción que, señala, se dieron al alero de una cultura política que terminó en este caso y que también responden a una “renuncia de todo proyecto” histórico. La salida a esto, dice, puede ser “una oportunidad que tiene que ser refundacional”.


Sentado en un café ubicado al frente de la Plaza Ñuñoa, Carlos Ruiz, que en diferentes ocasiones ha sido catalogado como uno de los ideólogos o mentores del Frente Amplio (FA), se refiere a la actual crisis del conglomerado que vio crecer.

Si bien conoce de cerca a actuales autoridades del Gobierno actual y ha tenido una relación muy larga con este movimiento político, está un poco alejado del círculo y no se siente un referente intelectual doctrinario dentro del conglomerado.

Pese a ello, conoce muy bien los engranajes y las galeras del Frente Amplio, y afirma de forma lapidaria sobre la situación actual: “Esto podría tomarse como una oportunidad, pero una oportunidad que tiene que ser refundacional”. 

El sociólogo y doctor en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile dirigió en la década del noventa La surDa, movimiento en el que se asentó la izquierda autonomista que, luego de varios años, terminó decantando en Convergencia Social. Antes, el 2006, estuvo cerca del Movimiento Pingüino, y el 2011 conoció a la generación que hoy está gobernando. 

Fue presidente de la fundación Nodo XXI, principal centro de pensamiento ligado al FA y que fue presidido por Gabriel Boric, pero hoy está fuera de eso. Nunca fue militante del Frente Amplio y tampoco fue parte oficialmente de alguna organización política ligada a esto. Su labor ha estado más a modo de consulta, pero también se sabe que ha forjado una estrecha relación con varias personas que hoy son alcaldes, ministros e incluso, con el Presidente. 

Ruiz ve con preocupación el estallido del caso Democracia Viva. Cree que pegó en el corazón del discurso del Frente Amplio que resulta ser crítico, pues, a su parecer, el FA “empezó a depositar todo el ideario, toda la posibilidad de renovar la política en Chile en la cuestión moral. Entonces, la probidad, aparentemente, sería el sustento suficiente para una renovación de la política. Eso es absurdo, porque eso no reemplaza la falta de proyecto histórico”. 

-¿Cuál es su visión de lo que ocurrió ahora? ¿Por qué golpeó tan gravemente al Frente Amplio?

-El gran problema de lo que ha sucedido, y que deja en tan mal pie al Frente Amplio en este momento, es que se truncó desde hace un rato la discusión que conducía a elaborar proyectos. Se fue imponiendo una visión de ciertos sectores, que yo creo que estaban vinculados en ese momento a la cuestión más oficialista del gobierno de (Michelle) Bachelet, cuando eran opositores del FA, con la idea de parar cualquier tipo de juicio a la Transición y por lo tanto de ahí se fue frenando la posibilidad de elaborar un relato post transición.

El FA aparece en la escena como una suerte de promesa o donde se depositan muchas expectativas de algo que empieza a llenar los espacios de representación política que hay en Chile. Eso dependía de que sea capaz de elaborar un proyecto postransición con un universo y con un horizonte de modernización social y política hacia adelante.

Por otro lado, aparece esta fuerza, que yo creo que es una entrada muy conservadora desde el mismo FA, que hace clausurar la discusión y que se vaya imponiendo cada vez más como una fuerza hegemónica, y empieza a depositar todo el ideario, toda la posibilidad de renovar la política en Chile en la cuestión moral. Entonces, la probidad, aparentemente, sería el sustento suficiente para una renovación de la política. Eso es absurdo, porque eso no reemplaza la falta de proyecto histórico.

Al final, terminó siendo el único mástil de este barco y cuando se te cae el mástil, y tienes uno solo, te queda la embarrada y es muy difícil que recupere su ímpetu original. 

-¿Eso explica que le pegue más fuerte al FA que a otros partidos cuando tienen problemas de corrupción?

-Esto no tiene nada de normal, porque si tú identificas un partido de derecha, como RN o la UDI, tiene un proyecto histórico, igual que el PS y el PC. Si les ocurre algo como esto, tienen sus respectivos paredones políticos y ejecutarán a las personas que están metidas en un problema de este tipo y el ideario sigue.

A la gente no le va a cambiar el proyecto comunista, socialista, de la UDI o RN. Aquí quedó en nada, quedó en vacío, porque el FA no fue capaz de avanzar en otra cosa. Ahí es donde viene este discurso absurdo de que algunos llegaron, antes de que ocurriera esto, a festinar con la idea de “somos la Nueva Nueva Mayoría“. Como se dijo, bueno, perfecto, aquí estamos sin nada y esperando a que el Socialismo Democrático nos salve. 

-Más allá de que hubo una presión del Socialismo Democrático de ocupar más carteras en el Gobierno, también surge una idea de que vienen a aportar con experiencia …

-Hay un problema del régimen político de la Transición que viene hacia el desgaste. Incluso, esa crisis se acelera en medio de la crisis social y de la revuelta popular más grande de la historia inmediata, que tuvimos hace poco. En esos contextos, esas fuerzas no son capaces de elaborar un horizonte y se repliegan en ese defensismo moral.

Aquí hay una generación que se vincula a un paradigma de la política como administración, no como transformación. Pierde anclaje social y es todo puramente administración sostenida sobre un discurso moral. Entonces lógicamente el golpe es a la médula. 

-¿Y cómo entraba el Frente Amplio en ese panorama?

-Aparecía como una fuerza capaz de responder a ese dilema histórico. Ahora, el otro día me encontré con una respuesta de un personaje del FA que decía que le daba pena que hayan llegado a dónde están y ahora está pasando esto. Disculpa: lo que tiene que dar pena, si algo nos da pena, son las personas que le tenían que llegar estos recursos para trabajar esas cuestiones. No me digas que estamos metidos en este ombligo y no vemos nada.

No hay una capacidad de dimensionar lo que empieza a ocurrir. ¿Se gastaron esos recursos? ¿En qué, si es que se gastaron? No por eso estoy diciendo con eso que el Estado tenga que ocupar todas las funciones y que la subsidiariedad signifique terminar con cualquier tipo de asociación con actores privados, para nada. Se trata de preguntarse si hemos sido efectivos o no en el combate contra la pobreza.

Por un lado, está la capacidad perniciosa de construir corrupción política, clientelismo político. Pero, por otro lado, te queda, además, la dimensión social, no política. No escucho a nadie hablando de esto, de verdad. Recordemos, en algún segundo, que estamos hablando de los pobres. Aquí estamos hablando de obras sanitarias, de agua potable, de donde no había techo, de la dignidad humana. Entonces,  el problema es mucho más grande. Después, nos vamos a quejar de la desidentificación con el Estado.

– ¿Cómo se encauza la filosofía precursora del partido político que tenía un horizonte transformador? 

-No creo que se pueda construir una alianza en un momento político tan crítico, de las viejas alianzas, de las viejas coaliciones, las grandes coaliciones de la Transición y emerger como una alternativa a todo eso, con un vacío de proyecto político, de relato, etcétera, que golpea incluso la definición hasta para enfrentar el tema de los 50 años. Desde eso hasta el vacío estratégico que hay de cómo enfrentar el tema de la crisis política que te genera la caída del único mástil sobre el cual está sostenido prácticamente tu existencia política.

-¿La expectativa de solo un partido único al Frente Amplio entonces se cae?

-Aquí hay dos caminos. O se toma como una oportunidad, pero siempre implica un esfuerzo refundacional real. Muchos procesos de discusión política fueron abortados con esta idea de ser la nueva nueva mayoría, como le pusieron, digámoslo, que en el fondo es repetir el viejo cuento. Eso es como un parto en una funeraria. O bien, que siga proyectándose hacia adelante como una fuerza burocrática más de la esfera política, sin ningún rasgo novedoso hacia la política institucional y, por lo tanto, se asimile sencillamente al paisaje.

-¿Entonces el FA fue abordado por la izquierda tradicional?

-El Frente Amplio fue abordado por un conservadurismo concertacionista. Lo dije en su momento. Aquí reclamamos que la política se hacía en unas cocinas, pero después se terminó haciendo en el living de ciertas casas. Ahí se genera un control elitario muy fuerte de la política. Si tú te fijas, empieza a haber una discusión a nivel intelectual en la derecha por una reinterpretación de la historia del pasado inmediato: Daniel Mansuy con Allende y Hugo Herrera con la imagen de Góngora y Sebastián Edwards hablando del neoliberalismo en Chile.

Fíjate que empieza a aparecer un discurso, una elaboración que no está coordinada ni mucho menos, pero son personas que están elaborando una interpretación que puede, en algún, rato empezar a conducir a un ideario de nación futura. ¿Qué estamos haciendo nosotros a la izquierda de eso? Nada, nada.

-¿Y Noam Titelman?

-Bueno, eso te digo, que la nueva izquierda es la nueva mayoría, él le puso nueva mayoría. ¿Qué es eso?

-Bueno, él dice que el Frente Amplio perdió al votante social cristiano, en el fondo, era necesario un proyecto desde la DC hasta el PC…

-Eso tenía que ver con la expectativa que hubo después de la última elección, de la necesidad de incorporar al sector de la negociación al Gobierno, si incorporaba la Democracia Cristiana al Gobierno. Esto va a quedar muy raro. Si nombras a los siete ministerios más importantes, búscame a alguien del Frente Amplio. No hay ni uno.

¿Qué es lo que está en este momento administrando las cuestiones? Yo no niego la energía que hayamos tenido de extender la alianza social y política, pero se tendría que haber hecho de cara a una ciudadanía, con una discusión y con un programa, con un proyecto, con un relato, eso no se hizo. Entonces, claro, ¿en qué termina esto? En distribución que, al final, es lo que cansa la gente.

-¿No era necesaria la presencia de otros para sostenerse?

-Es que tampoco existe una alianza de Gobierno. Yo he insistido en eso. Se crea en segunda vuelta un sentimiento más anti Kast que pro Boric. En primera vuelta, del total de la votación posible el Presidente saca el 12,5%, con eso pasa a segunda vuelta. En segunda vuelta llegan al 30,7% del total. Se nos olvidó muy rápido que Kast había ganado en primera vuelta. Yo recuerdo haber puesto el grito en el cielo porque llevábamos tres semanas celebrando y dije que Kast nos estaba respirando encima. Dicho y hecho. En segunda vuelta se junta gente que viene de dos carreras presidenciales distintas.

Una alianza accidental, no deliberada, es la que sostiene este Gobierno. ¿Cómo se llama la alianza que preside este Gobierno? No tiene nombre. No hay programa. En función de eso, empiezan a aparecer los vacíos de conducción estratégica ante la crisis política. Son una serie de contradicciones que escalan prácticamente hacia todas las autoridades, de versiones contrapuestas, y que creo que muestra, sobre todo, una incapacidad de conducción política estratégica de la situación que está planteada, porque aquí hay un problema más serio. 

-¿Qué tanto hay de la inexperiencia del FA que Socialismo Democrático viene a aportar?

-Prefiero hablar de falta de proyecto. Tú puedes organizar la experiencia de uno u otro modo, en función de metas que tú defines. La experiencia no es la que pone las metas, sino que administra los fines para buscar unas metas que tú decides y construyes un proyecto. Pero aquí lo que tenemos, más bien, es que lo que entraron a predominar fueron las viejas metas. Hay una renuncia a todo proyecto aquí.

Y aquí es donde viene la preocupación de que ofrecer el rechazo a la política, termine siendo una reacción a toda política posible. Ahí estamos en una crisis mayor. Es una responsabilidad histórica en estos momentos y ya tuvimos una crisis hace no tanto. 

-¿Qué se puede ver de los casos de transferencia a las funciones y el proyecto del Frente Amplio?

-Lo que empieza a quedar claro, y esto posiblemente arrastra a varios Gobiernos para atrás, es que hay un Estado que hace rato viene delegando muchas de las funciones del combate de la pobreza. Yo entiendo que puedan intervenir organizaciones de la sociedad civil, pero parece que llegamos a un nivel monstruoso.

Alrededor de eso, todas esta generación empieza a generar una cultura política, o gran parte de ella, sobre todo en los estamentos directivos, y en particular en una organización más que en las otras y en una tendencia de una organización más que en las otras, a profitar de eso y se construye un verdadero clientelismo político allá adentro, que es el que se está destapando por todos lados. Lo que se construyó es una industria, esto tiene una escala industrial y estamos hablando de centenares de personas involucradas en esto que posiblemente no se conocían entre ellos, pero esto se construyó en cultura política. Aquí se reclutó, se formaban cuadros, se construía organización. 

-¿De dónde viene esa cultura política?

-Esto viene de los orígenes, de algunos que empezaron que tenían experiencia, que venían de ciertos colegios que estaban vinculados con la pobreza, de un Techo Para Chile, de la Fundación para la Pobreza, de ahí venían algunos de donde empieza a promoverse esta cuestión. No estoy diciendo que desde el principio fuese así, pero en esto derivó, eso es inobjetable. No estoy diciendo que alguien lo hizo conspirativamente desde el principio, eso es absurdo. 

-¿No solamente se refiere al FA?

-No conozco de quiénes están involucrados, pero sí hay gente del FA que estaba vinculada al proceso  de construcción de las organizaciones. Lo que trato de decir es que ese es el costo de la despolitización que se hizo hegemónica detrás del discurso moral. 

-El presidente de Comunes, Marco Velarde, sostuvo que había que reflexionar sobre la debilidad del Estado al ver tercerizados todos los servicios y discutir sobre la subsidiariedad. Sin embargo, parece una discusión en la que el FA no llegará en buen pie… 

-Estoy de acuerdo con Marco. Esto podría tomarse como una oportunidad, pero una que tiene que ser refundacional. No es una oportunidad que se resuelva con el discurso de ‘vamos a sacar las manzanas podridas’ porque aquí hay un problema mayor.

Aquí hay deformaciones de la cultura política con la que se construyó este aparato político y si no enfrentamos una discusión de esa profundidad, estamos eludiendo el problema de fondo y lo único que protegemos son sistemas administrativos.  Entiendo que el Gobierno tenga que tener control de daños, eso es otra cosa. Estamos hablando de un entramado político. Pero como todo se vuelve administración, entonces se confunde todo. 

-¿Cómo afecta el caso de Democracia Viva al Gobierno, en términos de convertirse en uno de administración, con una agenda relegada?

-Creo que esto entrampa, y probablemente en forma definitiva, los proyectos sociales y los proyectos económicos del gobierno. La reforma tributaria en la aspiración original, que ya ha venido cambiando, en la reforma de pensiones, que también ha venido cambiando, y ya del CAE se nos olvidó conversar.

Todo se empieza a reducir, desde la perspectiva de Gobierno, a una estrategia defensiva ante el empresariado: ya lo vimos ante la CPC, los discursos de Marcel ante la oposición política, y aquí viene un montón de refugios en la agenda energética y en la agenda de litio, como si fueran a resolver los otros problemas que había con estas líneas. Aquí va a venir el problema de la respuesta a la pobreza, porque lo que ha ocurrido, y ahora sí que me atrevo a hablar, es una suerte de crisis moral.

-¿No son los 50 años una oportunidad para el Gobierno para marcar una línea y una ofensiva?

-Con eso me ocurre algo que también quiero ser bien franco. Encuentro que toda la discusión se ha centrado demasiado en la figura de Patricio Fernández, a quien conozco, con quien tengo una relación cordial y más allá de la opinión que pueda tener de lo que hace, aquí hay una responsabilidad de Gobierno, no es de una figura.

¿Cuál es la línea del Gobierno respecto de los 50 años? Ese es el tema de lo que tenemos en este rato planteado y no estar con el tema de quiénes están a favor o quiénes están en contra, quiénes van a la Casa Adela o quiénes solidarizan, quiénes los condenan, etcétera. Es una forma de tapar el fondo del problema. Cuáles son las condiciones y las posibilidades que tiene la sociedad chilena de procesar una situación de memoria. 

Creo que el rótulo de Manuel Guerrero es muy claro: “Es un país que viene de una masacre, donde nunca hubo Núremberg”. En esas condiciones tenemos que ver hasta dónde podemos o no aspirar a que se resuelva de un salto, de un año a otro, la posibilidad de que estos dolores se puedan enterrar de otra forma. Entonces ahí se empiezan a cometer una serie de torpezas que tienen que ver, insisto, con los vacíos de definiciones que se arrastran en muchas cosas. Y en esto es, nuevamente, no una persona, es el Gobierno.

 

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