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Médico y filántropo Patricio Mardónez: ‘‘Patch Adams me enseñó que la medicina tiene que ser ética’’ PAÍS

Médico y filántropo Patricio Mardónez: ‘‘Patch Adams me enseñó que la medicina tiene que ser ética’’

Silvia Peña Pinilla
Por : Silvia Peña Pinilla Periodista de El Mostrador.
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El médico ha dedicado sus últimos 10 años a ayudar a personas neurodivergentes y con capacidades especiales. Hoy su corporación es la única donde los aportes no son públicos ni privados, sino propios. Amigo de Patch Adams, dice que humanizar la atención de los pacientes es parte de su misión.


El médico anestesiólogo y bombero Patricio Mardónez Arias abre la puerta de la Corporación Ratoncito Pérez –ubicada en el paradero 9 de Gran Avenida–, de la que es director y fundador.

Se mueve y habla rápido, mientras muestra los tres pisos que alojan, entre otras cosas, consultas médicas donde atienden profesionales a bajo costo (kinesiología, pediatría, oftalmología, además de otras especialidades), oficinas administrativas, salas de reuniones convertidas en bodegas temporales de las muchas sillas de ruedas que pronto se irán a nuevos destinatarios y otras que serán recicladas. También está la oficina de diseño, donde un joven con trastorno de espectro autista grado 1 (antes denominado síndrome de Asperger) trabaja meticulosamente creando prótesis en 3D que ayudarán principalmente a niños con alguna discapacidad.

“Todos nuestros colaboradores en la corporación tienen alguna discapacidad. No es un requisito, pero es muy bien visto. Nuestros ingenieros son autistas, otras personas tienen enfermedad de Tourette”, señala.

Todas las ayudas, salvo las consultas, son gratis.

Empezaron hace 10 años realizando exámenes de diagnóstico. Hoy son la corporación que, después del Estado, entrega más ayudas técnicas a nivel país. Esto es: burritos, andadores, sillas de rueda, catres clínicos, colchones antiescaras, bastones ortopédicos, entre otros elementos.

La primera acción que realizaron fue atención odontológica a pacientes con necesidades especiales. De ahí el nombre Corporación Odontológica Ratoncito Pérez. La falta de dentadura es una realidad poco visibilizada en niños y jóvenes neurodivergentes, pero que afecta a la mayoría de los pacientes.

La idea surgió porque Mardónez, en su labor médica, se encontró con muchos niños desdentados.

“La salud oral casi no existe para pacientes con discapacidad severa, en especial las de tipo neurológicas, donde la anestesia es muy complicada de aplicar. No cualquier odontólogo atiende autistas severos. Hablamos de personas que a veces no toleran ni el agua, que se golpean, que caen de boca o que toman una cantidad innumerable de fármacos que terminan destruyendo su dentadura…”, explica.

Y añade:

“Mi señora es psicopedagoga, profesora de ciegos y trabaja también con sordos-ciegos. Yo, durante 30 años, he tratado pacientes con enfermedades neurodegenerativas, principalmente niños. Por lo tanto, conozco la dura dimensión de aquellos que, en edad muy temprana, se van apagando. Como médico me tocó ver, por ejemplo, niños y jóvenes completamente desdentados porque no existía salud oral para ellos. Tampoco había sillas de ruedas, ni prótesis, ni órtesis disponibles”, relata Patricio Mardónez.

Señala que, a excepción de la Teletón, no existía otra institución que se preocupara de la rehabilitación. Y los pacientes postrados no contaban con una red de apoyo. Ante esta realidad, pensó en hacer algo. Tenía claro que no quería entrar en política, pero sí llegar a los más desamparados.

“Soy creyente y dije: ‘Si Dios en su infinita bondad me da la oportunidad de hacer algo, lo haré’. Así nació la idea de la corporación. Mi señora y mis cuatro hijos me acompañaron en esta locura. Una locura, porque es la única corporación donde los aportes no son ni públicos ni privados. Son fondos que, en su mayoría, vienen de mi familia y que gestionamos nosotros. Pero más locura hubiese sido no hacer nada”, agrega el médico.

Dice que al comienzo cuesta desprenderse de lo material, pero cuando se hace una costumbre esta situación se vuelve natural. “No salgo a pedir dinero, trato de hacer proyectos nacionales o internacionales, gestar a nivel internacional algunas ideas o ayudas técnicas. Nos acaba de llegar un container y vamos a poder llegar con ayuda a la ruralidad de Chile”.

Los viernes entregan las ayudas técnicas.

Viaje a las estrellas con Patch Adams

Patricio Mardónez nació en Chile, pero creció en el extranjero. “Después del golpe de Estado, mi familia tuvo que salir del país, como muchas otras, en un vuelo nocturno de Braniff International. Viajamos a Bolivia, luego a Brasil, Argentina y vivimos algunos años en Europa”.

Regresó a Chile por la Ley de Retorno y pudo convalidar su educación y estudiar medicina en Chile.

“Muy a mi pesar, mi familia decidió no volver. Mis hermanos, mis padres viven en el extranjero y han fallecido allá. Perdí el arraigo de mi familia en una edad muy importante. Pero logré reinsertarme y hacer mi beca en la Universidad de Chile. Fui médico general de zona, trabajé siempre en el sistema público”, cuenta.

Tiene cuatro hijos, de ellos, dos hijas con TEA.

“Mis hijas son muy especiales, poseen algunas características que las hacen relacionarse con el medio de forma muy diferente. Hoy tienen apoyo médico y son verdaderos genios chicos. Antonia, que es muy detallista, está egresada de Biotecnología de la Universidad de Grenoble en los Alpes franceses y actualmente cursa un máster en Bioingeniería Molecular y Genética en Francia; va a ser un aporte al país. Joaquín es noble de corazón, bombero, ama el servicio y estudia Ingeniería Medioambiental en la Universidad de Chile. Consuelo es científica, está estudiando una licenciatura doble en Francia: Física Química y Mecánica Matemática. Su tema fundamental es estudiar la termofusión nuclear. Elisa, la menor, estudia Derecho Internacional en Francia y se quiere especializar en ciberseguridad. Estoy muy feliz porque, a pesar de las condiciones especiales que ellas tienen, han sabido triunfar a través de la educación, la inclusión y el apoyo multisistémico”, expresa.

Hace varios años conoció al médico estadounidense Patch Adams, inventor de la risoterapia. Cada año, Adams organiza jornadas con voluntarios de todo el orbe para recorrer el mundo vestidos de payasos y visitando enfermos, principalmente niños. Patricio Mardónez realizó junto a él varias visitas médicas a India y a otros lugares. Así nació una gran amistad.

Como Adams, Mardónez encontró en la medicina una herramienta de cambio social. “Curar  es un intercambio de amor y no una transacción económica”, ha dicho el estadounidense. Con esa premisa fundó el Gesundheit Institute, que ha desarrollado el concepto de payasos humanitarios.

“Él me enseñó muchas cosas y la más importante es que la medicina tiene que ser ética, humanizar el proceso de atención de salud y fundamentalmente los procesos de inclusión. Esto se estaba hablando hace 30 años. Nosotros estamos todavía empezando, cuando en 1987 Patch ya lo decía en las universidades”, destaca.

Adams vino a Chile en 2017 a inaugurar Anestimagen, el centro de imágenes donde se realizan exámenes a bajo costo y cuya particularidad es que los pabellones y salas están ambientados como naves espaciales para que los niños no sufran estrés. El mismo Mardónez y los tecnólogos trabajan vestidos de comandantes estelares.

“Para mí es una verdadera experiencia, en la cual traté de aplicar los conceptos éticos de la atención en salud, el concepto de humanización del proceso de atención, la empatía y fundamentalmente el acompañamiento. Hemos sido un referente a nivel país. La medicina no puede ser sinónimo de miedo”, enfatiza.

El centro es reconocido internacionalmente como una innovación en el modelo de atención en salud, y especialistas de Reino Unido, Alemania, China y Argentina han venido a conocer la propuesta. “Aquí los pacientes no vienen a tomarse un examen, sino a vivir un viaje a las estrellas. Con este giro en la atención y el contexto, hemos logrado bajar el estrés y la ansiedad ante procedimientos y eso, sin duda, genera tranquilidad y confianza recíproca. Evitamos el uso de anestesia, privilegiamos la medicina no invasiva, y evitamos riesgos o complicaciones derivadas de una intervención. La mejor cirugía es aquella que no se hace, y la mejor anestesia es la que no se necesita”, afirma Patricio Mardónez.

Con Patch Adams en 2017.

Anestimagen.

Para devolver sonrisas

Según el último censo, 2.835.000 chilenos tienen alguna discapacidad. De esos, el 10% –unos 300 mil– califica para recibir ayuda técnica. Pero antes deben ingresar a una nómina. Una lista que se transforma en una espera de tres años aproximadamente.

-¿Cómo la gente llega a ustedes, trabajan con los consultorios, con la ruta de la salud pública?
-Si hay alguien que es ineficiente en este país es el sistema público de ayudas técnicas, porque demora 3 años en llegar. Nosotros trabajamos y coordinamos a través de las redes sociales. La mayoría de las personas al principio no cree que les estemos entregando algo gratis.

Señala que para la adjudicación no pide registro social, como tampoco postulación especial.

“El único requisito es tener la verdadera necesidad. Sabemos que cuando un padre o un hijo queda tetrapléjico o parapléjico por un accidente de tránsito o por una herida de bala y necesita una ayuda, la requiere rápido. La cuidadora o cuidador quedan presos, porque aquella persona que cuida cumple 24 horas de turno los 7 días de la semana. Y lo único que no se vende en el supermercado es vida. Por lo tanto, somos dichosos porque trabajamos con ángeles, que son las personas que colaboran con nosotros. Y con superhéroes que son esos papás, hijos, familiares que cuidan a esas personas y pagan con vida”, destaca.

Pero las donaciones no llegan solo a las personas, también han entregado ayuda a varios hospitales públicos, entre ellos, el Barros Luco, Exequiel González Cortés, Félix Bulnes, San Juan de Dios, Roberto del Río, San José, Universidad de Chile, Posta Central, Hospital de Talagante, por nombrar algunos. En la Región Metropolitana le han donado sillas de ruedas al 90% de los hospitales públicos.

Durante la pandemia todos los esfuerzos se concentraron en las urgencias, “para que los pacientes pudieran ser, al menos, atendidos en una silla de ruedas y no esperar en las ambulancias que se necesitaban para traer a más personas. Eso permitió que, por lo menos, hubiese una silla de ruedas con un balón de oxígeno para que la persona no muriera en la ambulancia. Fue un trabajo gigantesco, pero nos dejó la alegría de que pudimos participar en la recuperación de muchos chilenos y chilenas”.

Por estos días la corporación crece a toda máquina. En San Miguel, avanza la construcción de cinco pabellones odontológicos quirúrgicos –la meta es tener 15– que esperan inaugurar el próximo año.

Decidieron construir pabellones propios porque destinan mucho presupuesto para el arriendo de ellos (con anestesia general, fluctúa entre 1.5 y 2,5 millones de pesos).

“Eso nos va a permitir atender 600 pacientes al mes. Agradecemos al Gobierno que nos dio la oportunidad y la excepción a la norma. Vamos a ser el primer centro odontológico con anestesia general abierto. Las personas van a tener que cooperar y ayudarnos en la coparticipación, porque los costos odontológicos son tremendamente caros. Casi 3.500 millones de pesos solamente en infraestructura. Estamos trabajando para llegar a eso. Pero lo más importante es que lo estamos logrando sin créditos”, subraya.

Cuenta que cuando presentó el proyecto se cerraron las puertas unas tras otras: los bancos, la municipalidad, el Gobierno Regional…

“Pero suele ser así, cuando hemos querido entregar algunas ayudas y coparticipar en los proyectos con los gobiernos, tampoco nos han ayudado. Entendemos que esta lucha es solitaria, porque a veces la política no va de la mano de la ética. Los políticos están cuando hay votos. Y cuando se dan cuenta de que el paciente con discapacidad severa no vota… no es prioridad. Eso duele”, dice.

-¿También gestionan ayudas internacionales?
-Coparticipamos. Pagamos, por ejemplo, el transporte, el ingreso de aduana a Chile, el container… Y una vez que está acá, la familia completa, con un montón de colaboradores, bajamos las ayudas, las llevamos a una bodega, las armamos y, después, las entregamos de Arica a Punta Arenas.

Otro proyecto reciente es la creación del primer laboratorio de simulación médica en conjunto con la Universidad de la República. En él capacitan a las cuidadoras y los cuidadores en la atención de personas con discapacidad. Por ejemplo, cómo dar vuelta a un paciente de 120 kilos, cómo cambiar pañales, alimentar y aprender a realizar procedimientos menos complejos. Pero como esto está al alcance solo de quienes viven en Santiago, están desarrollando un canal de YouTube orientado a entregar estas capacitaciones abiertamente. Planean llegar a 450 millones de personas. “Vamos a ser el primer canal desde San Miguel al mundo, que tendrá como foco la discapacidad hispanoamericana parlante”.

Involucraron a los hospitales públicos para que, a través del área de hospitalización domiciliaria, participen en el proyecto de cuidados domiciliarios. “Que lo que enseñamos pueda ser un contexto estándar, validado, certificado por el sistema público de salud. Nuestras áreas son diversas, porque la discapacidad es tremendamente diversa. Como sociedad deberíamos hacer ingeniería social: ajustar todos los procesos productivos para que nuestros colaboradores que tienen discapacidad se puedan reinsertar laboralmente. Me llama la atención que se habla mucho de inclusión social, de igualdad. Quien quiera inclusión, que aprenda braille, lenguaje de señas, que no ocupe el estacionamiento para discapacitados. Nadie está asegurado de no tener una discapacidad en el futuro. El 10% de las personas son discapacitadas y el 43%, a lo largo de su vida, va a sufrir un proceso de discapacidad temporal”, dice.

Destaca especialmente el proyecto de kinesiología ciudadana o kinesiología comunal que ha desarrollado con el kinesiólogo y concejal por Lo Espejo, Roberto Canales. “Hemos instalado cuatro centros de kinesiología en distintas áreas de Lo Espejo. Partimos con kinesiología, fonodiología, terapéutico-emocional, estamos también con las evaluaciones para los pacientes autistas, quiropraxia y, ahora, tenemos algunas matronas para las niñas”.

-¿Qué opinión tiene sobre la Ley de Cuidados?
-No lo veamos como un deber solo del Estado. La sociedad en pleno tiene que hacerse cargo de esto. Si tenemos una cuidadora o un cuidador que está entregando su vida para cuidar a otro. Le van a pagar una miseria por su vida. Pero qué pasa si sacamos a esos pacientes de la casa y los incluimos en un proyecto productivo. Tenemos que hacer ingeniería social, ajustar todos esos procesos para que quien es hemipléjico, parapléjico o tetrapléjico pueda reinsertarse laboralmente y se sienta mejor. Porque mirar el techo acostado en la casa es la peor película que he visto.

-¿Cómo se hace algo así?
-Educando, educando, educando. Por eso nació el proyecto de YouTube, para enseñar. No solo dar ayuda material. Y además de capacitar para atender a personas con discapacidad, también hay que enseñar a ser empáticos, porque no entendemos la real dimensión del drama que vive una familia al tener un hijo con una discapacidad severa, donde sus padres no tienen permiso para morirse porque nadie los va a cuidar como ellos. El chileno es solidario, pero hay que empujarlo, porque le dura muy poco. Y eso incluye ajustar todo el sistema público y privado para que las personas con discapacidad formen parte del todo. La Ley de Accesibilidad Universal (2017) todavía no se cumple en ningún lado. Les pregunto a los lectores: ¿su edificio tiene ascensor para camillas? Si tuviera un accidente vascular, por ejemplo, ¿cómo lo van a bajar? Hay que hacer las cosas con un fin a largo plazo. Chile es un país que está envejeciendo rápidamente, debemos hacer un proceso para que nuestros adultos mayores tengan la mejor y más amplia reinserción posible y eso implica que no se desconecten del medio, porque, si se encierran, rápidamente pierden la autovalencia y terminan postrados.

-¿Qué le parece el tema isapres?
-No puede ser que la salud privada en Chile sea tan cara. La salud es un derecho, no un bien de consumo. Cuando uno está hospitalizado en una clínica privada es paciente cautivo. No puede escoger el tratamiento ni el medicamento. Le dan la canasta con valores que pueden llegar hasta el 1000% de costo. Una resonancia magnética en cualquier centro ambulatorio puede llegar a costar 260 mil pesos Fonasa nivel 1, pero en las clínicas, como estás hospitalizado, te hacen el examen en horario fuera de turno, etc., etc. O llegas a la red de urgencia y te cobran 800 mil pesos. El lucro tiene que ser ético. Y ese es el gran punto de la salud privada. Los ingenieros comerciales le pusieron un prefijo al paciente: cliente-paciente; y a los trabajadores de la salud, metas. A uno lo miden por la cantidad de consultas que hace y exámenes que pide. No la cantidad de altas. Ni la calidad del alta que das. Ni si el paciente está mejorado o no. Yo nací en el Sermena y recuerdo a aquellos profesores que me daban 30, 40 minutos para atender. Hoy la consulta en el sistema privado a lo máximo debe ser de 15 minutos. Y en el consultorio público te dan 6 minutos. ¿Qué se puede lograr en 15 minutos o en 6? Si no se estandarizan los costos para que sean transversales, este sistema está condenado a desaparecer.

-¿El sistema de isapres?
-Claro, porque ha maximizado la rentabilidad y no la permanencia. Ahora tienen un montón de demoras con los reembolsos y problemas. Dicen que van a ir a quiebra, pero su último balance de ganancias fue positivo y bastante alto. O sea, no hay pérdidas. Siempre hay para pagar a los accionistas, pero no para las prestaciones. Mi hija vive en Francia y no puede creer que el sistema de salud francés sea más barato que el chileno. Una medicina de primer mundo más barata que una medicina de tercer mundo. Y qué decir de los fármacos. No puede ser que el paracetamol de un gramo para el tratamiento oncológico en Chile cueste 12 mil pesos y en Europa el de liberación retardada, dos veces de mejor calidad, cuesta 2 euros (2 mil pesos). En síntesis, en Chile tenemos los medicamentos más caros a nivel sudamericano y dentro de la OCDE estamos en el segundo puesto. No puede ser que la inmunoterapia que se utiliza para el tratamiento del cáncer en Chile, si la compra un laboratorio, puede costar entre 800 mil y 1 millón y medio de pesos, pero en una farmacia lo venden en 7 millones. Pero las clínicas hoy impiden que el sistema lo traiga directamente. El gran punto es que, además existe integración vertical, o sea, el dueño de la clínica lo es también de los centros de salud, de las farmacias, de los laboratorios y hasta de los seguros… Y muchos de esos dueños son las isapres. Eso hay que regularlo. Milton Friedman, el Nobel de Economía de los Chicago Boys, dijo que el mercado se regula; en Chile el mercado se colude, basta ver los últimos ejemplos. Aquí Friedman se equivocó.

Como corporación también han colaborado con la Primera Notaría de San Miguel, para que tenga indicaciones de trámites en braille, lenguaje de señas, un mesón a la altura de las sillas de ruedas, porque las personas con discapacidad también tienen que firmar documentos. “Igual nos falta muchísimo. Debemos hacer ingeniería social, pero en todos los espacios, desde la municipalidad hasta el local de la esquina”, sostiene.

Mardónez también es voluntario de Bomberos.

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