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Marcela Cubillos: la hija del consigliere de Pinochet que usa el poder como su padre PAÍS

Marcela Cubillos: la hija del consigliere de Pinochet que usa el poder como su padre

Al igual que su padre, importante orejero de Agustín Edwards y Augusto Pinochet, la ahora candidata a alcaldesa por Las Condes sabe aprovechar las oportunidades cuando aparecen. Eso fue lo que hizo con dicha comuna y es lo que quiere hacer –dicen algunos– con la Presidencia. Su poder está en alza.


Si nada extraordinario ocurre, es muy probable que en octubre de este año Las Condes tenga una nueva alcaldesa: Marcela Cubillos, quien esperó su momento en silencio, observando y moviendo palillos en forma subterránea y telemática, hasta que los astros se alinearon en favor de ella, después que la actual alcaldesa, Daniela Peñaloza, se viera acorralada por las denuncias de corrupción y decidiera no ir a la reelección, en uno de los debut y despedida más penosos de la política chilena.

Semirradicada en Madrid desde hace dos años junto a su esposo, Andrés Allamand, tiene claro que si algún día quiere llegar a la misma pole position en que está Evelyn Matthei hoy, ya no le sirve repetir algunos de sus cargos del pasado. Fue diputada por Ñuñoa y Providencia (entre 2002 y 2010), ministra del Medio Ambiente y de Educación (entre 2018 y 2020), además de convencional constituyente, pero el verdadero poder ya no está allí, como ocurría antaño, aquellas añoradas épocas en que una buena diputación o un buen ministerio abrían puertas ipso facto a alguna campaña presidencial muy bien financiada.

Para nada. Ella sabe –como lo saben también Matthei, Vodanovic, Carter y otros alcaldes– que el verdadero poder de estos días pospandemia y posestallido está en aquello que el Frente Amplio designa con el eufemismo de “los territorios”, es decir, en el día a día de las personas en el entorno en que viven.

Aunque hoy se allegó al Partido Republicano, Cubillos es una exponente químicamente pura de lo que fue la UDI. Nacida en 1967, en los años 80 fue alumna de Jaime Guzmán en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica y no es casualidad, entonces, que en los años 90 haya ejercido en el mismo plantel como profesora de Derecho Constitucional, la cátedra favorita de su mentor, y que hoy esté haciendo lo mismo en la Universidad San Sebastián, donde ha recalado buena parte de la UDI, encabezada por Andrés Chadwick.

Cercana desde siempre al poder, tampoco es casualidad que esté casada en segundas nupcias –luego de haber votado en contra de la Ley de Divorcio– con Andrés Allamand, una de las caras más visibles de la famosa “patrulla juvenil”, quizás la principal encarnación de una derecha supuestamente renovada que nunca pasó más allá de ser una promesa. Hoy Allamand pasa sus días en España a la cabeza del SEGIB, la Secretaría General Iberoamericana, un organismo internacional del cual nadie sabe mucho qué hace.

Con la bendición de José Antonio Kast, la exministra de las carteras del Medio Ambiente y de Educación en el segundo Gobierno de Sebastián Piñera llegó con la oferta de unir a las derechas, compuestas por ese sector de la UDI que pololea con el Partido Republicano y que no trepidó en dejar los pies en la calle para la fallida candidatura de Kast, además de aquellos que se sientan a la derecha de la UDI, y que combinan a republicanos con libertarios. Cubillos, a fin de cuentas, representa el tono político confrontacional que tanto le gusta a la ultraderecha. En España la comparan con Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, quien ya tiene un máster en confrontar al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez.

Más allá del tono, sus pasos por la carteras de Gobierno dejaron estelas de críticas. Desde el comienzo de su gestión en Medio Ambiente, la entonces ministra tuvo serios problemas en la administración de la institucionalidad ambiental, con demoras en planes de descontaminación, en la presentación de proyectos, y conflictos con los trabajadores y con su propio subsecretario, Rodrigo Benítez, quien renunció tras agotársele la paciencia con Cubillos.

La salida de Medio Ambiente y su arribo en Educación, que en su minuto se pensó como una fórmula para descomprimir la presión que existía sobre ella y el entonces titular del ministerio, Gerardo Varela, terminó por causar el efecto contrario. Cubillos enfrentó una acusación constitucional –de la cual zafó en la Cámara–, fue acusada públicamente de mentir en torno al proyecto Admisión Justa, bajó abruptamente su valoración política en 28 puntos y se enfrentó con el Colegio de Profesores, quienes pidieron su renuncia tras 51 días de paro. Aun se recuerda una interpelación callejera que le hizo una profesora, con quien se encontró en el Cementerio General: “Ahí va la Cubillos, la displicente, la que no tiene ni herramientas ni competencia”, fueron parte de las críticas que luego se convirtieron en virales.

El consigliere

A Cubillos, sin embargo, aún le queda mucha cancha donde jugar y desplegar todo lo que vio de parte de quien, quizá, haya sido la mayor influencia que ha tenido en su vida: su padre, Hernán Cubillos, el gran consigliere de Agustín Edwards y Augusto Pinochet, entre otros personajes de los cuales fue orejero.

Hijo de un comandante en Jefe de la Armada, Hernán Cubillos Sallato también fue oficial de la Armada, pero se retiró siendo un joven teniente y muy pronto aterrizó en la redacción de El Mercurio, como asesor de la presidencia, donde forjó una estrecha amistad con Agustín Edwards Eastman.

Junto a otros personajes, como José Toribio Merino, Patricio Carvajal y Roberto Kelly, fundaron en 1967 lo que parecía ser un inofensivo grupo de amigos en Viña del Mar: “La Cofradía Náutica del Pacífico Austral”, la que –como dice Mónica González en su libro La Conjura– “sería determinante para la planificación del golpe y de los programas económicos que se impondrían una vez instaurado el régimen militar”. Cubillos llegó a ser presidente del consejo directivo del “decano de la prensa chilena” y en 1978 Pinochet lo designó ministro de Relaciones Exteriores, cargo que desempeñó hasta el frustrado viaje del dictador a Filipinas, tras lo cual dio una muestra de su muñeca política.

Como relatan Ascanio Cavallo, Oscar Sepúlveda y Manuel Salazar (recientemente fallecido) en La historia oculta del régimen militar, ante las numerosas críticas relativas a la negativa de aterrizar que recibió Pinochet en Manila, el dictador le dio la opción de renunciar, pero Cubillos se negó, diciéndole “le ruego que me pida la renuncia”, y así lo hizo Pinochet, entonces.

A ojos de los más furibundos defensores del dictador, Cubillos se convirtió en el responsable del fracaso, en el sujeto a quien había que culpar, en el único a quien había que calificar de “traidor” (como lo hizo Mónica Madariaga).

Sin embargo, como buen consejero que era, advirtió que debía aprovechar el desorden del momento para convertir una derrota aparente en un triunfo a largo plazo. Así, ninguno de los Mamo-lovers advirtió que, siendo despedido de la administración de Pinochet, Cubillos se bajaba en forma honorable de un buque que hacía agua por todos lados, especialmente en su relación con Estados Unidos, debido a la brutal idea de Pinochet y Contreras de mandar a asesinar a Orlando Letelier en Washington D. C.

Una evidencia de ello fue que, poco después de ser defenestrado y a ojos de muchos humillado, recibió en su casa –seguramente en presencia de la joven Marcela– una visita muy importante: la del embajador de Estados Unidos en Chile, George W. Landau, que en un gesto muy simbólico fue a saludarlo.

Ese fue el ambiente donde Marcela Cubillos creció, admirando al consigliere de los hombres más poderosos del país. Hace muy pocos días, de hecho, recordaba el aniversario de su muerte en Instagram, catalogándolo como “el mejor papá del planeta y un chileno ejemplar”.

Sandía calada

Aunque en una reciente entrevista con La Tercera ella dijo que no ha pensado en la presidencial y que “soy candidata a alcaldesa y punto”, no son pocos quienes la proyectan en esas lides, incluyendo al líder del Partido Republicano, José Antonio Kast, quien opinó en radio Duna que “ella es una carta presidencial a futuro”.

Sin lugar a dudas, no solo es una sandía calada para la alcaldía de Las Condes, sino que sería una buena carta presidencial para aquella derecha que no reniega de su esencia. Frontal, deslenguada, exalumna de la PUC, discípula de Jaime Guzmán, ministra de Piñera; hija, nieta y bisnieta de oficiales de la Armada; esposa de un integrante de la otrora “patrulla juvenil”, hija del excanciller de Pinochet, y exintegrante de la Convención Constitucional, donde junto con Tere Marinovic ayudaron a dinamitar por dentro el proyecto de nueva Constitución, que ya venía desahuciado por los “gustitos” del octubrismo.

Le quedan varios años por delante para ver si Las Condes efectivamente se transforma en una plataforma presidencial, o en una lápida, como le pasó a Joaquín Lavín. Pero hay algo en que coinciden tanto sus fans como sus detractores: sabe utilizar el poder, como lo hizo ahora arrebatándole el feudo a la UDI, y tal como lo hizo también su padre en 1980.

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