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¿Cuales son los pilares en la formación de la personalidad de las mascotas? Mascotas

¿Cuales son los pilares en la formación de la personalidad de las mascotas?

Daniela Adonis
Por : Daniela Adonis Estudiante de Periodismo, Universidad Santo Tomás
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La personalidad de nuestros animales domésticos tiende a ser un reflejo del ambiente en el que viven y el cuidado que reciben. Es importante considerar que la personalidad se define por la consistencia individual en cómo un perro o gato responde a los estímulos o situaciones.


Cuando hablamos de la personalidad, tenemos que entender que existen factores no genéticos que moldean la forma de ser de nuestra mascota; por ejemplo, la interacción con su entorno, incluyendo a humanos y otros animales, como también la exposición hormonal materna durante la gestación.

Paola Mujica, académica de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad de Las Américas (UDLA), comenta que “la genética juega un rol en cuanto a la predisposición a presentar ciertas características de personalidad que son diferentes para cada raza y cada cruza, pero la genética por sí sola no determina la personalidad de un animal. Si bien la heredabilidad de las características de personalidad es en general baja, se ha demostrado que el ‘miedo’ y el ‘interés por perseguir objetos’ tienen mayor heredabilidad que otras características, por lo que se debe considerar a la hora de planificar cruzas y/o diseñar programas de estimulación para cachorros cuyos padres presenten estas características”.

Tal como manifiesta la profesional de Medicina Veterinaria, aunque los genes influyen, su rol es predisponer más que determinar, lo que implica que la personalidad de la mascota se ve influenciada fuertemente por su entorno desde el nacimiento e incluso antes.
Dentro de algunos aspectos fundamentales a considerar, la experta señala que “la personalidad que exhibirá un animal dependerá en mayor medida del ambiente al que haya estado expuesto, desde el nacimiento o incluso antes.

Por lo tanto, los cuidados y el trato que los humanos le proporcionamos a nuestros animales, desde incluso antes de nacer, modulará la forma en que ellos se comportarán con su entorno, por lo que la responsabilidad de proporcionar un ambiente adecuado comienza con el tutor responsable de la madre de los cachorros o gatitos y continúa con el tutor que recibirá a ese animal y se hará responsable de él durante toda su vida”.

A su vez, la académica comenta que “todas las interacciones que tienen las mascotas, especialmente durante su primer año de vida, van a impactar la conducta del animal” y señala que “existe evidencia de que el adiestramiento con refuerzo positivo contribuye a minimizar el desarrollo de conductas no deseadas. En el trabajo de Lohi y colaboradores (2022) se demostró que existe una correlación negativa entre la capacidad de foco en entrenamiento y la impulsividad/escasa atención como característica de personalidad en perros. Lo que se traduciría en que un adiestramiento adecuado con refuerzo positivo a edad temprana, que fomentaría el desarrollo del foco o la voluntad para aprender y además el vínculo con el humano, a su vez tiene un impacto positivo en reducir la impulsividad en perros. Por lo tanto, es muy beneficioso establecer sesiones de entrenamiento, adecuadas a la edad de los animales, y mejor aún si son realizadas por su tutor porque se sabe que contribuyen a fortalecer el vínculo humano-animal”.
Es por ello que es importante considerar que tanto la rutina de cuidados, interacción social y adiestramiento son fundamentales para minimizar conductas no deseadas.

Así como se considera importante criar a una mascota desde cachorro, es fundamental considerar su procedencia. Paola Mujica enfatiza en que “la falta de contacto adecuado con humanos, de interacciones positivas con otros animales de su misma especie, la ausencia de estímulos adecuados y controlados, la presencia de estímulos negativos y también la sobreestimulación pueden causar un impacto negativo en el desarrollo de la personalidad del animal”, por lo que recalca que “es recomendable siempre asegurar experiencias positivas para el bienestar de los animales”.

Qué se recomienda:

Minimizar el estrés en las hembras preñadas y fomentar el vínculo positivo con ellas a través del refuerzo positivo, como cariño, juego suave, sesiones de entrenamiento cortas, en general, todo lo que favorezca un estado emocional de calma y felicidad en la perra.
Asegurar una correcta crianza de los cachorros a través de un ambiente seguro para su desarrollo y proporcionar la mayor cantidad de estímulos posibles (exposición a diferentes ruidos, olores, texturas, estímulos táctiles, manipulación humana, sociabilización con distintos tipos de humanos y perros, etc.) pero siempre de manera controlada, dosificada y acorde a cada una de las edades de los cachorros (la sobreestimulación es muy perjudicial también).

Educar a los nuevos tutores sobre el manejo conductual de los cachorros, entregándoles información sobre aspectos propios de la personalidad de cada animal en caso de que una persona los haya criado u observado durante un tiempo.
No separar a los cachorros de su camada antes de las 10 semanas de edad e informarse como criadores o personas que rescatan

animales de la calle para trabajar con la camada durante este tiempo de manera adecuada, antes de que vayan a sus nuevas familias, para poder identificar las diferencias entre cada cachorro y entregar las recomendaciones específicas a cada nuevo tutor acerca de su nuevo miembro de la familia.

La académica finaliza comentando que “es importante recordar que cada cachorro tendrá distinta predisposición a expresar algunas características propias de personalidad, que estarán determinadas por el componente genético y es muy importante educar a los tutores para que puedan trabajar de la manera más adecuada posible, según las características de su cachorro”.
En última instancia, cada interacción, cada gesto de cuidado y cada momento de enseñanza son piezas fundamentales en el rompecabezas que define quiénes son nuestras mascotas. Al ser conscientes de este poder que tenemos como cuidadores, podemos trabajar hacia una convivencia más armoniosa y gratificante para ambas partes: nosotros, como humanos, y ellos, como seres que enriquecen nuestras vidas con su presencia y amor incondicional.

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