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Ciencia y tecnología: fondos concursables o convenios de desempeño Opinión

Ciencia y tecnología: fondos concursables o convenios de desempeño

Emilio Rodríguez Ponce
Por : Emilio Rodríguez Ponce Rector de la Universidad de Tarapacá
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Pensar en una estrategia de desarrollo para la ciencia y la tecnología implica en primer lugar comprender el rol, que esta juega en el progreso y desarrollo del país. En efecto, en la sociedad actual, la fuente esencial de la ventaja competitiva de las naciones, las organizaciones y las personas reside en el conocimiento; específicamente, en la capacidad para: crear, compartir y aplicar conocimiento.

Las ventajas comparativas requieren conocimiento para transformarse en ventajas competitivas. Así por ejemplo, disponer de litio o potencial para la generación hidrógeno verde, constituye un recurso valioso y esencial, pero su producción en condiciones competitivas y sustentables no resulta posible sin ciencia. La ciencia es la fuente de conocimiento que hace competitiva a las naciones.

La creación de un Ministerio de Ciencias, Tecnología, Conocimiento e Innovación fue una iniciativa valorada muy positivamente por la sociedad; pero, en sus primeros años de funcionamiento, un resultado paradojal es que la inversión en investigación y desarrollo cayó de un 0,36% a un 0,34%.

Con todo, Chile exhibe un sistema con alta productividad y se ha planteado que la concursabilidad es la condición esencial para estos resultados. ¿Es esto cierto? Lo cierto es que la alta productividad en investigación y desarrollo de Chile se sustenta en los talentos y en las capacidades académicas, que tiene el país en sus universidades. Son las universidades las que constituyen la columna vertebral y el cerebro que da vida a la mayor parte de la investigación que se realiza desde Arica y Parinacota hasta Magallanes. Estas capacidades son, a su turno, la resultante de la implementación de políticas públicas, tales como: proyectos Mecesup, convenios de desempeño, Becas Chile, sistema de acreditación, etc.

Por consiguiente, estimar que el éxito en productividad en ciencia y tecnología es explicado por la concursabilidad resulta ser una perspectiva reduccionista e insuficiente. Ciertamente, la concursabilidad de los fondos de investigación y desarrollo constituye un eje central para lograr resultados concretos; por lo cual – en múltiples ocasiones- la Ministra Etcheverry ha sostenido, que: este sistema competitivo continuará en las magnitudes actuales. Esto es correcto y necesario, ya que la concursabilidad permite priorizar recursos en un contexto de escasez.

Sin embargo, la pura concursabilidad como base de una estrategia de largo alcance es, claramente, insuficiente para que Chile se inserte competitivamente en la sociedad del conocimiento. Una perspectiva estratégica debe, en consecuencia, reconocer que en el sistema de ciencia y tecnología existen brechas muy relevantes, que de no ser resueltas, afectarán el desarrollo armónico de este.

En efecto, aunque “Todo Chile es Chile”, en la realidad no existe un desarrollo territorial equilibrado, que garantice que, en cada región del país, existan las capacidades esenciales para desarrollar ciencia y tecnología. Además, la necesaria mayor descentralización del país, exige capacidades insustituibles, que simplemente no están presentes en algunas regiones, debido a la ausencia de políticas públicas vigorosas en tal dirección.

Una estrategia de ciencia y tecnología no puede omitir este hecho y, desde luego, la concursabilidad no resuelve una problemática como la planteada. Tampoco resuelve las brechas de género, el justo balance entre diferentes disciplinas, ni garantiza igualdad de oportunidades a los investigadores más jóvenes.

La estrategia define los instrumentos y no al revés. La estrategia determina los resultados y los instrumentos son mecanismos acerca de cómo avanzar en el derrotero definido a nivel estratégico. Hoy el sistema de financiamiento de la ciencia y tecnología se basa en fondos competitivos, al que pueden acceder pequeños grupos o individuos.

Este es un hecho y tiene una ventaja importante: fomenta la productividad; y tiene una gran debilidad: genera brechas estratégicas cuyas consecuencias de largo plazo pueden ser dañinas para el país. Por lo tanto, parece razonable sustentar los niveles actuales de recursos asignados por esta vía competitiva.

En cambio, los necesarios incrementos presupuestarios para ciencia y tecnología demandan nuevos instrumentos, que reconozcan que las universidades son las instituciones, que disponen de los cuerpos académicos, la infraestructura, el equipamiento, las redes de trabajo y, en definitiva, de los recursos y capacidades esenciales para generar, difundir y aplicar conocimiento. Recurrir a convenios de desempeño con las universidades es una medida imprescindible si se pretende avanzar profundamente ante las exigencias de la sociedad del conocimiento, de manera armónica, integrada y equilibrada.

Finalmente, las empresas privadas pueden sumarse en la creación de valor estratégico, como ocurre en el resto del mundo, con los adecuados y necesarios incentivos, que también deben ser considerados en una estrategia de desarrollo de la ciencia, tecnología, conocimiento e innovación para un país, que necesita con urgencia insertarse en una sociedad en la que el que se duerme o no invierte en conocimiento, simplemente no prospera e hipoteca el futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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