Publicidad
Los beneficios extra de las oficinas son una tontería

Los beneficios extra de las oficinas son una tontería

Los beneficios que importan más no son los tacataca ni las mesas de ping pong. La gente quiere seguro de salud, vacaciones y días por enfermedad, la posibilidad de recibir premios por buen desempeño y un plan de ahorro para el retiro. En el fondo, lo que quiere es que le paguen.


La mesa de ping-pong de la oficina es un insulto a la inteligencia de los empleados. Todos queremos estar contentos en el trabajo, donde los estadounidenses pasan una gran parte de su vida, pero los empleados no somos tontos. Sabemos que las mesas de ping-pong y los expendedores de bebidas no hacen que el trabajo sea divertido o gratificante. Y por cierto no reemplazan a un salario como Dios manda.

Los beneficios extra son significantes, una forma que tienen las organizaciones de expresar compromiso con una cultura empresarial despreocupada y, en algunas compañías, un premio consuelo por salarios bajos y trabajo poco interesante. La tendencia se inicia con Google y Zappos. Ambas edificaron empresas enormemente exitosas en base a productos populares y definieron su cultura en materia de lugares de trabajo con la ayuda de pufs de bolitas de poliestireno. Desde entonces proliferan los extras en las startups, las organizaciones de medios y las compañías tecnológicas que esperan que un ambiente más confortable motive a los empleados y les dé ganancias de la magnitud de las de Google. Algunas investigaciones relacionan la cultura de la empresa con las ganancias. Esto, a su vez, llevó al fenómeno de querer seguirle el tren a Google por el que determinados beneficios se volvieron casi obligatorios.

“Aquí en Silicon Valley está casi demodé tener vacaciones ilimitadas, perros en el trabajo o comida gratis, créanlo o no”, dijo Scott Dobroski, director de comunicaciones de Glassdoor. “La gente se está poniendo más creativa”.

Lamentablemente las cápsulas para dormir la siesta no evitan que los trabajadores se vayan. “La mesa de ping-pong y el Red Bull son algo superficial”, dijo Evan Porter, que trabajaba en una agencia de marketing digital de Atlanta que tenía las consabidas mesas de ping-pong y los pufs de poliestireno. Cuando lo entrevistaron por primera vez para el trabajo a los 25 años, la simpática oficina “decididamente me pareció atractiva”, dijo. Pero finalmente partió porque “la gestión diaria y las cosas que ocurrían me cansaron pasado el tiempo”.

Porter, que ahora tiene 29 años, trabaja como editor en Upworthy, que lo atrapó con beneficios tan atractivos como vacaciones pagas y flexibilidad para trabajar desde su casa para poder cuidar a su hijo. También le pagan más y le gusta más el trabajo.

Los beneficios que importan más no son los tacataca. La gente quiere seguro de salud, vacaciones pagas y días por enfermedad, la posibilidad de recibir premios por buen desempeño y un plan de ahorro para el retiro, reveló una encuesta de 2015 de Glassdoor.

En el fondo, lo que la gente quiere es que le paguen. Existe la idea de que los millennials, los integrantes de la Generación Y, prefieren trabajar en una oficina “cool” que recibir un buen sueldo. Pero la remuneración siempre ocupa un lugar importante en la satisfacción del empleado, en especial para los millennials, que se reciben con una deuda promedio de más de US$35.000.

Los trabajadores ven la mesa de ping-pong como lo que es: algo insignificante. “No creo que tenga un efecto duradero si las demás cosas no están en su lugar, como la de tener un camino claro hacia el crecimiento y el salario: los verdaderos beneficios que uno necesita”, dijo Porter. “No creo que a la larga eso ayude a que la gente se quede”.

Publicidad

Tendencias