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Otra vez no nos vieron venir, otra vez el desconcierto de la clase política Yo opino

Otra vez no nos vieron venir, otra vez el desconcierto de la clase política

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En los últimos días Chile discute sobre victorias y derrotas. El espíritu neoliberal encarnado en hombres y mujeres de los partidos políticos sigue, a través de la palabra y el discurso, introduciendo en la esfera pública la lógica binaria del pensamiento heteronormativo, patriarcal y competitivo; algunos declaran ganadores a sus partidos, otros acusan perdedores a sus opositores, mas todos reconocen sorpresa ante los resultados. Todos menos las organizaciones feministas y los movimientos que devinieron del 18 de octubre.

Es un hecho que la demanda por una asamblea constituyente resurgió en Chile con letras cursivas y spray fucsia en Octubre de 2019. Los medios de comunicación masivos no pudieron obviar este petitorio dispuesto en los miles de carteles en las marchas, en los remixes digitales que daban cuenta de las múltiples demandas de lxs secundarixs y los movimientos sociales por vivienda digna, pensiones, salud, educación, o plurinacionalidad.

[cita tipo=»destaque»] La posibilidad de una asamblea constituyente se levanta, la ética del cuidado entra a la agenda y es necesario aprender nuevos dialectos para comprender una decolonización de la forma de gobernar y administrar los bienes comunes. [/cita]

En tanto, los principales partidos políticos, la llamada “clase política” fue desconociendo la estética de la revuelta popular, siendo incapaces de intuir que la demanda por Justicia Social también reclamaba empatía, apañe mutuo y solidaridad. Es así como desde las asambleas territoriales se vuelven a organizar ollas comunes para enfrentar la pandemia. Es así como ante la ausencia de reconocimiento, la corrupción y cooptación empresarial de los partidos políticos, los pueblos buscan otras formas de organización política para disputar la Convención Constitucional.

Sin embargo, nuevamente no lo vieron venir. Aunque expertos del hemisferio izquierdo del bacheletismo, como Pedro Güell, hayan declarado su expertis para interpretar la alteración de los sentidos comunes que produce la Revuelta de Octubre. A pesar de que tras la llegada del “Apruebo” comunicara que había aprendido a leer “la expresión simbólica de contenidos utópicos, los ritos que reproducen tradiciones y memorias, las protestas, el rayado, el panfleto y las expresiones emocionales del descontento o de la esperanza”, no esperaban la irrupción de actorías populares dentro de la cancha delimitada para la composición del órgano constituyente.

Y es que a un poco más de una semana de las elecciones, la profunda desconexión de la clase política chilena con la movilización social feminista y popular, continúa. Las palabras de Fernando Atria sobre la irrupción de nuevos “agentes”, que podrían crear fricciones al tratarse de sectores sociales que han sufrido la exclusión y que no pueden participar de la discusión constitucional como expertos en filosofía política, denota un pensamiento patriarcal que es necesario deconstruir de forma urgente. Así mismo, y nuevamente en clave feminista, parece importante decir que la irrupción de nuevos cuerpos en la Convención Constituyente no exonera a la clase política de la suscripción de un “Acuerdo por la paz y nueva Constitución” que delimitaba la organización y funcionamiento del nuevo poder constituyente y muchos menos de la criminalización de la protesta social por medio de la ley antibarricadas.

En este sentido, creemos necesario construir una lectura otra, que permita trastocar la racionalidad política transicional de una concertación de partidos que pretende ser la delegada de “lo político”, en aquella perversa distinción que erige la democracia tutelada de la Constitución de 1980 entre lo político y lo social. No podemos pasar por alto la memoria de negociaciones a puertas cerradas, donde desde “las manos levantadas” del primer gobierno de Bachelet como respuesta a la movilización pingüina el 2006, hasta la suscripción del “Acuerdo por la paz” de noviembre de 2019, la clase política ha cerrado filas para proteger su lugar de clase.

La resignificación de las redes sociales que realizan los nuevos movimientos sociales, alertan sobre las trampas de la Convención: el quórum de dos tercios para su funcionamiento; la cantidad y forma de elección de lxs constituyentes; y, la misma suscripción de un acuerdo sin representantes de la movilización popular. Así mismo, debe ponerse en valor el que la lucha por la paridad, los escaños reservados para pueblos indígenas y el cambio de los requisitos para las listas de independientes, se hayan impulsado por las consignas y demandas de las manifestaciones callejeras y virtuales.

El proceso constituyente se lleva a cabo en un contexto de profundas discusiones y desacuerdos propios de la lógica partidista en que se crea el mecanismo de reforma constitucional. La “Convención Constitucional” reemplazó así a la Asamblea Constituyente, no sólo como un modo de hacer a la derecha parte del proceso, sino como un mecanismo que no se establecía desde el debate, y los cabildos ciudadanos que se habían articulado en el marco de la movilización social. Una escena competitiva repleta de injusticias sociales que por unos momentos -se pensó- podía poner en jaque la sororidad y hermandad entre los pueblos oprimidos. La acción colectiva desapareció por meses de la esfera pública oficial, y rostros y más rostros se presentaron ante nosotras y nosotros, intentando convencernos y convencerse de que la democracia representativa era la única vía de abordar el momento constituyente.

Sin embargo, las comunicaciones internas mediadas por lo tecnológico no cesaron, los grupos de whatsapp de mujeres y de quienes no tienen nada que perder, transformaron el “Con todo sino pa qué” en la paciencia para doblar cuatro enormes papeletas con centenares de nombres. Esos no valorados grupos digitales de organización colectiva lograron impugnar a la democracia representativa; la contracultura de la democracia ciudadana volvió a correr los límites de la exclusión.

Y así, aún entre la prisión política, la muerte, tortura y perdigones disparados a los ojos, las colectividades se abrieron paso haciendo uso de la paridad, los pueblos ancestrales de los escaños reservados y las listas de independientes rompieron el orden político. Con todo esto, la derecha no alcanzó siquiera el tercio de representantes para actuar como veto contra las posiciones de las mayorías y partidos como la Democracia Cristiana entraron en crisis por obtener solo dos cupos.

A punta de laser, grafitis y celulares, en Chile se crackeo el sistema impuesto por la élite política para una nueva transición, y a punta de trap, perreo y reguetón se sigue disputando el ritmo de la política y la configuración del poder, impidiendo las posibilidades de enriquecimiento a costa de la precarización de las vidas. Centenares de feministas, mujeres y disidencias han acusado el abuso en las instituciones y reclaman sobre los afectos, distanciandose de la lógica competitiva de la política representativa y de sus instituciones.

Entonces, es importante aprender nuevos dialectos para hacer nuevas lecturas. Aprender el coa chileno que se dignifica. Salir del privilegio y dar valor a las fuerzas ancestrales que permiten la entrada de Otres, esos invisibles, muchxs hijxs y nietxs de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos de la dictadura. No lo vieron venir, porque leen y no comprenden las letras del trap que suena en el Consejo Municipal de la República Independiente de Puente Alto tras el arribo de la Coordinadora Social Shishigang.

No lo vieron venir porque no saben leer la amabilidad de un vocero del Movimiento de Defensa por el acceso al Agua, la Tierra y la Protección del Medioambiente que renuncia a ser llamado por el nombre de gobernador que le otorga el Reinado de Santiago-. No lo vieron venir porque no consideran a una madre disfrazada de pokemón, un factor clave para romper con la pirámide de opresión capitalista.
No lo vieron venir porque el patriarcado mucho sabe de competencia y poco comprende de empatía y solidaridad.

La posibilidad de una asamblea constituyente se levanta, la ética del cuidado entra a la agenda y es necesario aprender nuevos dialectos para comprender una decolonización de la forma de gobernar y administrar los bienes comunes. Es necesario puesto que hoy, se ha descentralizado el poder. Las pueblas de Chile, una vez más, han hackeado el sistema.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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