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Madres migrantes: el poder de las mujeres chilenas que construyen un hogar sin fronteras BRAGA

Madres migrantes: el poder de las mujeres chilenas que construyen un hogar sin fronteras

Desarrollo educativo, laboral, búsqueda de seguridad integral y calidad de vida, junto con el amor son algunos de los motivos que llevan a decenas de chilenas a dejar el país. Según la ONU, las mujeres representan casi la mitad de los migrantes en el mundo y los países más elegidos por chilenos y chilenas son Argentina, Estados Unidos y Suecia (Ministerio de Relaciones Exteriores, 2018). Todas las caras de la experiencia migrante en el relato de doce mujeres que apostaron por renacer del otro lado de la frontera.


Roxana Muñoz (39) es ingeniera en informática y junto a su esposo, gerente de finanzas, tenían un buen pasar económico en Chile. Trabajaban en grandes empresas y el inglés era el primer idioma en la mayor parte de sus actividades diarias. Vivían en casa propia y hacía poco tiempo que había nacido su hija, que estaba a días de cumplir el año. Pero sentían que algo les faltaba, algo que no podían comprar: tiempo. Tampoco calidad de vida. “No hay dinero que pueda comprar todo lo que hoy tenemos”, aseguró Ro.

Hace cinco años llegaron a Nueva Zelanda con una bebé en brazos y cinco maletas llenas de ropa y sueños. La primera noche, en medio de una jornada lluviosa, con el colchón mojado y la dificultad del acento inglés local, se miraron a los ojos y pensaron: “qué hicimos”. A la mañana siguiente, un vecino les golpeó la puerta para compartirles un plato de comida caliente y sintieron que todas las dificultades, incluidos los visados, la búsqueda laboral sin contactos y todo el proceso valdría la pena. Hoy festejan su nueva vida como dueños de una empresa de limpieza, con hijos bilingües y felices y una casa propia cuya ventana muestra un verde que, sin abrirla, genera la sensación de un aire profundamente limpio. “Nueva Zelanda es un país que parece en HD”, dijo.

 

Roxana y su familia

La calidad de vida que Roxana y su esposo le heredarán a su hija fue uno de los alicientes que los llevó a apostar por el cambio. Es que cada vez más personas eligen migrar en búsqueda de mayores oportunidades laborales, educativas, familiares, en suma, una mejor calidad de vida. Según la ONU, existen 244 millones de migrantes alrededor del globo (2016) y casi la mitad son mujeres, cifra que aumentó en las últimas décadas. Y muchas de ellas viven la migración a la par de la maternidad o bien quedan embarazadas años después en un país en el que la mayor parte de las veces, las redes de apoyo familiares están presente sólo a través de las pantallas del Zoom o WhatsApp.

Es el caso de Sofía Becker, quien luego de conocer a su pareja en un viaje decidieron volver juntos a Argentina, el lugar donde él nació, para formar una familia en un lugar “donde la salud y la educación son gratis para todos”. Pese a los vaivenes económicos del país vecino, y los numerosos trabajos por los que ella (abogada) junto a su pareja pasaron- desde fiambrería hasta secretaría- los hijos que tuvieron pudieron asistir siempre al mismo club deportivo, a talleres y actividades recreativas y a un buen colegio en un tranquilo pueblo de Buenos Aires, alejado de la urbe (Pergamino). Todo eso sin pagar ni un peso, o pagar un mínimo de valor accesible.

“No quise volver a Chile (…) queríamos tener niños y yo dije no, no quiero que su vida dependa de si nosotros tenemos o no tenemos plata, de si nos va bien o nos va mal, que tuvieran la oportunidad de ir a la universidad sin endeudarse (…) costó, no fue fácil, pero hoy los veo y digo valió la pena’”, contó Sofía.

Tanto Roxana como Sofía están separadas por unos cuántos kilómetros de tierra y agua. Pero ambas comparten su experiencia migratoria en la ONG Mamás Chilenas Abroad (MCA), una red de mujeres y madres que se convirtió en una tribu virtual de apoyo y acompañamiento de las maternidades, donde más de 5 mil mujeres de todo el mundo, organizadas por embajadoras locales y continentales, intercambian conocimientos y experiencias para la inserción efectiva en el territorio: salud, educación, visado, apoyo emocional, dudas respecto a documentos y más son algunos de los temas que se trabajan de manera colectiva.

De acuerdo a los datos del Segundo Registro de Chilenos en el Exterior (2018), Argentina continúa en el ranking del país con la mayor cantidad de chilenas y chilenos (42.4%), seguido de Estados Unidos (13.4%), España (10.2%), Suecia (5.4%), Canadá (4.1%), Australia (3.6%), Brasil (2.5%), Venezuela (2.3%), Francia (2.2%) y Alemania (1.9%). El estudio comparativo respecto del registro anterior, realizado por el Ministerio del Exterior y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), mostró que según su distribución continental, en Europa se registró un mayor aumento de la población chilena, en tanto que Centroamérica disminuyó.

Isabel Navarro (33) pertenece a esa segunda mayoría de chilenas y chilenos residentes en el exterior. Vive en California y es una de las coordinadoras de MCA. Madre de dos hijos chilenos y uno estadounidense, hace seis años dejó Chile luego que le propusieran un trabajo a su marido en el país del norte. “Fue pensarlo muy bien, estábamos viviendo bien en Viña del Mar, teníamos una buena situación, amistades, nuestras familias, así que lo pensamos mucho”, señaló. Sin saber inglés, se instaló con su familia en un barrio marcado por la “multiculturalidad”, donde conviven niñas y niños americanos, africanos y de los más diversos lugares del planeta. La salud, aseguró, fue el tema más complejo debido a que el sistema es siempre pago y con valores “muchas veces inalcanzables”.

 

Isabel y su familia

Otra de las mujeres que vive en EEUU e integra la agrupación es Belén Antillanca (35), quien migró por amor. Contadora auditora de profesión y actualmente dedicada al cuidado de sus dos hijas de dos y tres años, se radicó en un país que nunca tuvo como anhelo residir al enamorarse de un estadounidense y allí nacieron sus dos hijas bilingües, que crecieron con una mamá que aprendió el inglés al tiempo que ellas. Uno de los aspectos que más le ha llamado la atención en su experiencia migratoria y vinculado a la maternidad, son las distintas formas en que culturalmente se construye la misma.

 

Belén y su familia

“La maternidad se vive diferente cuando uno es de una cultura distinta, acá los papás necesitan salir sin sus hijos y dejarlos en casa, salir aparte, en cambio a mi me pasa exactamente lo contrario y creo que las madres chilenas en general, somos súper aprensivas”, comentó en una entrevista realizada por Zoom en la que participaron el resto de las mujeres entrevistadas.

Esto mismo le llamó la atención a Leslie Cornejo (34), aunque en otro continente. En 2021 llegó a España y ya desde la distancia entre madres e hijas/os entre las calles de Pamplona notó estas diferencias en los modos de concebir la maternidad y la misma infancia. “Los niños caminan a un metro de su mamá o más”, observó. Ese primer gesto, aunque pequeño, le causó una extrañeza similar a lo que le provocó al advertir los numerosos espacios pensados en la convivencia entre niñas/os y adultas/os, la cantidad de plazas y parques cerca de los bares y la independencia de hijas/os y madres.

“Tengo un hijo neurodivergente de seis años, que fue el principal motivo por el cual emprendimos este viaje (…) él tenía entonces cuatro años y se ha integrado súper bien, aquí el sistema el totalmente distinto al de Chile, se centra en las necesidades que cada niño tiene y no en la discapacidad, hay mayores oportunidades de desarrollo humano y el sistema está totalmente preparado para eso”, sostuvo Leslie, quien además de su maternidad estudia una carrera, enfocada en el desarrollo educativo de las diferentes necesidades de niños y niñas.

Leslie y su familia

Otra de las chilenas que se sumó a la entrevista virtual, que terminó por convertirse en una conversación que duró cerca de cinco horas, fue Daniela Ortiz (42), que también reside en España pero hace 19 años. Radicada en Valencia, llegó sin hijos y ahora tiene una hija de 16 y un hijo de 5 años, que crecieron entre Chile y el país europeo. Como educadora diferencial, uno de los aspectos que más valora de España es que no existen las escuelas diferenciales, y tampoco la educación diferencial ya que se conciben las diferencias como constitutivas de cada persona, por lo cual el sistema se centra en el apoyo de todas y todos, y se esfuerza por equiparar las posibilidades de acuerdo a las distintas necesidades.

Daniela y sus hijos

“Una de las cosas que más cuestan en España es el idioma, cada comunidad tiene el suyo y por ejemplo acá las clases son 100% en valenciano, entonces los niños suelen aprender primero el idioma y ellos le enseñan a sus madres, o lo mismo con expresiones… por más que hablemos Español hay expresiones que no se entienden, y ahí están los hijos”, reflexionó. Al contar con más años de experiencia migratoria a su espalda, su amistad y relación con otras mujeres migrantes la convirtió en una de las referentes a la que madres de todo latinoamérica consultan sobre el sistema educativo, el sistema de becas y otras interrogantes que no siempre son fáciles de encontrar al googlear.

Tamara Navarro (37) es profesora de historia y el sistema educativo chileno le impactó de sobremanera en su salud mental dado que dedicaba todo el día a su quehacer. Hace cinco meses llegó a Barcelona (España) para acompañar a su marido que estudia un posgrado y debido a su visa, sólo puede trabajar de manera freelance. La búsqueda de alquiler fue un desafío pues según comentó, arrendar con menores es complejo en un país donde la ocupación de viviendas es una preocupación generalizada. Pese a esa gran dificultad, valoró también el abordaje de la educación para necesidades más específicas.

Tamara y sus hijos

“Uno de mis hijos tiene trastorno del lenguaje y antes de llegar a Barcelona hablaba muy poco, pero apenas lo inscribimos acá le dieron una plaza de necesidades educativas especiales y lo derivaron al Cediap, un centro de niñez gratuito hasta los 6 años donde tienen todos los especialistas necesarios y nunca diferenciaron entre extranjeros y nacionales, ha sido una maravilla contar con eso, en Chile habríamos desembolsado cantidades groseras de dinero, sin embargo acá todos los niños pueden atenderse ahí”, recalcó.

También en España pero en la comunidad de Andalucía vive Fernanda Roman (33), quien salió con tres hijos y un título en derecho y hoy tiene su pequeña empresa de chocolate orgánico y cinco hijos de entre un mes y 11 años. Tras un accidente casero, que la tuvo durante meses con dificultades de movilidad, se sumó a su marido en un viaje motivado por una falsa oferta laboral en la que terminaron viviendo en situación irregular debido al engaño. De allí en adelante, varias dificultades tuvieron que pasar, donde su salud mental resultó especialmente afectada.

“Salía a la calle y me daban náuseas, me mareaba, no quería nada con la sociedad, con el país (…) migrar tiene muchas cosas buenas y siempre hablamos de lo bueno. Pero también tiene procesos y circunstancias o situaciones muy difíciles, muy dolorosas para las que nadie te prepara”, apuntó.

Erna es contadora pública y estudia un magíster en el País Vasco, donde llegó junto a sus hijos y se quedaron por amor al territorio.

En el noreste europeo vive Geraldine Bauer (36) junto a su marido que la impulsó a dejar Chile cuando su hijo tenía menos de un año. Motivado con continuar sus estudios en Helsinki (Finlandia), la ingeniera comercial decidió acompañarlo y dejar su trabajo de consultora, que tenía un ritmo “muy intenso” porque al convertirse en madre se dio cuenta que “no quería dejar solo” a su hijo frente a un sistema en el que la maternidad y el trabajo son poco compatibles.

“Toda la vida que tú tenías cambia, hay muchas barreras desde lo idiomático en muchos casos, el mismo clima, nosotros vivíamos en Santiago y de pronto nos encontrábamos con lluvias abundantes, -20 grados en invierno, luz a las 12 de la noche en primavera, incluso en el plano laboral hay muchos obstáculos”, comentó durante la instancia. Pero ser mujer y madre, consideró, otorga un poder y una “resiliencia” que permite enfrentar esos obstáculos con más fuerza.

 

Francisca Córdova (35) es psicóloga y llegó con sus hijos y su marido a Alemania motivada con la vida que él vivió allí cuando pequeño, marcada por la seguridad integral de un Estado de derecho.

En el norte de América, Daniela Aguilera (36) vive junto a su marido en Toronto, Canadá. Tomaron la decisión de irse de Santiago luego de que un familiar residente en el país los entusiasmara con un tipo de vida distinto a la “presión” de las jornadas del sistema chileno. Entre la cantidad de horas que les destinaban y la mayor demanda de tiempo que sus dos hijos requirieron, se fueron en 2016. El proceso de inserción laboral, por sobre todo, ha sido lento por los tipos de visas que obtuvieron, la pandemia y el nacimiento de una tercera hija. Tanto su esposo y sus dos hijos son neurodivergentes y como en España, no existen las escuelas especiales ni la diferenciación entre niñas y niños.

“Acá todos los estudiantes van juntos, no importa si son neurodivergentes, si tienen síndrome de down, falta de visión, todos son iguales y eso está muy naturalizado, todos son acompañados de acuerdo a sus necesidades, entonces hay una visibilización positiva de las diferencias”, subrayó la mujer, estudiante y madre, a la par que mostró que los costos de los medicamentos “son caros” cuando no se tiene un trabajo. “Ahora que tenemos beneficios laborales pasamos, por ejemplo, de una boleta de 170 dólares a una de cinco.

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