Detrás del estereotipo del “cuerpo perfecto” y los productos para adelgazar, se oculta una forma de violencia simbólica que afecta particularmente a las mujeres, moldeando no solo sus percepciones corporales, sino también sus roles y expectativas en la sociedad.
La era digital se ha convertido en un potente vehículo para la difusión de ideales estéticos que, lejos de promover la diversidad, contribuyen a perpetuar nociones inalcanzables de belleza.
En la publicidad, las redes sociales y los medios de comunicación, la representación de una corporalidad estereotipada se ha vuelto un contenido recurrente. Campañas que exaltan la delgadez extrema, medidas inalcanzables o una piel perfecta representan una violencia de género particular.
La violencia simbólica es difícil de percibir, está presente en mensajes e imágenes de la vida cotidiana y crea una idea generalizada de cómo debe ser, verse y sentirse una mujer, así lo explicó Clara Garriga, coordinadora de comunicaciones de La Rebelión del Cuerpo, una organización sin fines de lucro dedicada a erradicar este tipo de violencia.
“Decimos que es violencia porque limita las posibilidades, condiciona nuestra manera de habitar y relacionarnos con nuestro entorno y nosotras mismas”, afirmó.
Es el caso, por ejemplo, de las fajas reductoras, elementos de compresión utilizados y promocionados para modelar y esculpir el vientre. A fin de cuentas, los corsés de la actualidad. “Están hechos de tal manera que al verlos nos hacen sentir insuficientes y que la única manera de combatir este sentimiento es obteniendo el producto”, agregó Garriga.
Este tipo de herramienta, además de generar riesgos físicos como problemas gastrointestinales o daño en los órganos internos, representa consecuencias sumamente negativas para la salud mental de las mujeres pues interfiere en la percepción de la imagen corporal.
Según indicó la docente y nutrióloga, Maritza Rivas, no está comprobado que las fajas de uso estético reduzcan permanentemente la grasa abdominal sino que provoca un efecto óptico momentáneo, que no reduce ni quema grasas.
Las redes sociales, aunque se ha democratizado la difusión de contenidos, también se ha amplificado la presión de adaptarse a corporalidades poco realistas.
Imágenes excesivamente retocadas perpetúan la cultura de la comparación. “Influencers” promocionan productos para adelgazar, fajas moldeadoras y dietas extremas, generando una competencia feroz por alcanzar la imagen corporal perfecta.
La publicidad que promueve cuerpos perfectos e idealizados no sólo impacta la percepción de la propia imagen, sino que también refuerza estereotipos de género arraigados.
Al respecto, la Rebelión del Cuerpo dio cuenta de una serie de términos que son utilizados para promocionar este tipo de productos y presentarlos como una solución: “ser feliz” “mujeron” “mejorar mi autoestima” “confianza” “control” “sentirte segura”.
“Cuando un producto se hace viral, estamos hablando de que lo ven miles o millones de personas, es porque hay una estrategia de marketing detrás que está instalando la idea de que, si o si debes tener aquello que te ofrecen, sin cuestionarlo, sin pensarlo. Generan la necesidad de mostrar que lo compraste y que eres parte, sin importar cuanto arriesgues tu salud”, manifestó el colectivo.
Las mujeres son representadas como objetos para ser mirados y juzgados, en lugar de ser reconocidas por sus habilidades, logros o personalidades. Esta cosificación contribuye a la discriminación de género y perpetúa la desigualdad.
Es en este sentido que el 7 de septiembre de este año ingresó a la Cámara de Diputadas y Diputados el proyecto de ley “SERNAC Te Protege” cuyo objetivo sería, tal como en casos de publicidad engañosa, sancionar a empresas que promuevan o utilicen “estereotipos que justifiquen o naturalicen relaciones de subordinación, desigualdad o discriminación, por razones de sexo, género u orientación sexual”, según indica el proyecto que actualmente se encuentra en trámite. A él se sumarían multas de hasta 1500 UTM.
La obsesión por alcanzar el ideal de belleza publicitado ha llevado a un aumento alarmante de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).
Los productos para adelgazar, a menudo promocionados como soluciones rápidas pero pueden tener consecuencias nefastas para la salud física y mental de las mujeres, incluso en el desarrollo de su vida cotidiana.
Así lo reflejó el estudio de la Rebelión del Cuerpo, “Pensar el Cuerpo” de 2022 dónde el 83% de las encuestadas dejaron de realizar una actividad por cómo se sentían con su cuerpo. “Si lo vemos en más detalle son mujeres que están dejando de salir con amigos, de disfrutar del aire libre, de relacionarse con parejas y un sinfín de ejemplos más”, mencionó la coordinadora de comunicaciones de la agrupación.
En esta época del año, junto con la llegada del verano y el calor, la presión por los cuerpos se intensifica, para esto es fundamental prevenir la presencia de violencia simbólica en los medios.
Desde el colectivo proponen más mecanismos de control y sanción a las instituciones. Además mencionaron la importancia de concientizar al respecto para generar un pensamiento crítico que permita identificar más fácilmente este tipo de mensajes. “Aprender a detectar la violencia simbólica es lo más importante para empezar a deconstruir todas esas estructuras que se nos fueron formando internamente. Miremos todo el contenido de una forma crítica y con todos los sentidos para detectar cómo nos están afectando”, declaró Garriga.
En un momento en que la sociedad busca mayor inclusión y respeto, es imperativo cuestionar y desafiar aquella información que perpetúa la violencia simbólica. Exigir la diversidad en la representación corporal, promover la autoaceptación y fomentar un diálogo saludable sobre la imagen corporal son pasos cruciales hacia la construcción de una sociedad más equitativa y libre de violencias.