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Crítica de cine: “3 corazones”, el azar de los sentimientos

Crítica de cine: “3 corazones”, el azar de los sentimientos

Advertencia: esta es una obra que compite por situarse entre los mejores estrenos del año, gracias a las siguientes cualidades audiovisuales: distintas estrategias de grabación, para conseguir un efecto de la realidad fílmica, según las diversas situaciones dramáticas exhibidas por el libreto. Las recordables actuaciones de Charlotte Gainsbourg, Chiara Mastroianni y Catherine Deneuve, además de la trama que subyace en el fondo: el misterio de por qué elegimos querer a una persona, y a otra no.


“¿Me ama?’ El resultado de mil observaciones constantemente renovadas, pero también constantemente puestas en duda, era éste: ‘Todos sus gestos voluntarios dicen no; pero lo que hay de involuntario en los movimientos de sus ojos parece confesar que me tiene afecto”.

Stendhal, en La Cartuja de Parma

El anonimato de la noche, el poder estimulante del alcohol, la seducción de la oscuridad y la tranquilidad de una pequeña ciudad de provincias: un hombre y una mujer que se encuentran, y el misterioso entrecruzamiento de la vida, ingresa a la acción. Así comienza uno de los mejores filmes que se pueden apreciar por estos días, en la remozada cartelera santiaguina: 3 corazones (3 coeurs, 2014), del realizador francés Benoît Jacquot (el mismo autor de la atrevida Adiós a la reina, que tuvimos la oportunidad de apreciar, el año pasado).

Ambientada bajo una puesta en escena, que se desarrolla entre las calles de París y un pueblo de suburbios, la presente cinta, además de reunir a un excepcional contingente de actores del cine europeo actual: Benoît Poelvoorde (Marc Beaulieu), Charlotte Gainsbourg (Sylvie), Chiara Mastroianni (Sophie) y Catherine Deneuve (Madame Berger); cuenta con una interesante propuesta de tratamiento audiovisual del relato, tanto de la imagen en relación al continuo dramático de la narración, así como de la música de la banda sonora, vinculada con ese mismo factor fílmico.

tournage "3 cœurs"

tournage «3 cœurs»

En efecto, para nada exageramos si enunciamos que, analizada dentro de los límites de ese concepto, 3 corazones se haya dividida en dos partes: la del inicio, la del conocimiento fortuito entre el protagonista y las dos hermanas (Gainsbourg y Mastroianni); y la otra, la segunda, cuando el principal papel masculino de la cinta (Marc, el contador auditor interpretado por Poelvoorde), se embarca en una relación afectiva, de carácter estable, con una de las Berger.

Al principio, el encuadre se evidencia capturado por una cámara en mano, en la idea de mostrar una realidad caótica, con un lente que registra el desequilibrio emocional que prevalecía en la sicología de los personajes, anterior al respectivo encuentro y enamoramiento múltiple.

Luego, en la siguiente mitad cronológica de la pieza, y con unos roles más definidos en su situación sentimental frente a las demandas de la historia, empieza a desarrollarse un plan fílmico que se propone contemplar -las numerosas situaciones argumentales que se suceden-; a través de planos fotográficos “abiertos” y en una perspectiva angular, que reflejan un espacio escénico donde se desenvuelven personalidades concretas y ya decididas, por lo menos en sus propósitos y anhelos afectivos.

tournage "3 cœurs"

tournage «3 cœurs»

Bajo esos parámetros “técnicos”, es que podemos referirnos a una cámara existencialista, para catalogar los códigos audiovisuales desplegados por el director Benoît Jacquot (1947), con el propósito de atestiguar los disímiles estados dramáticos y amorosos, que acometen a sus personajes, mientras transcurren las secuencias del largometraje.

Es en el desarrollo de esa táctica de rodaje, cuando la música incidental compuesta por el francés Bruno Coulais, también ingresa a disputar como un factor estético-fílmico, de importancia, en la factura total de la obra. Así, en los primeros minutos del crédito, las melodías de notas graves, se apoderan del tópico del sonido: la crispación espiritual y la búsqueda de sentido vivencial por parte del protagonista (el rol abordado por el actor Benoît Poelvoorde), está apoyada y estimulada por ese pentagrama en que prevalecen los motivos de acordes sombríos y lúgubres.

Posteriormente, en tanto, se escuchan temas –de reminiscencias “claras” y clásicas- lejanos a esa sensación de thriller y de suspenso macabro, que se deseaba crear en las escenas nocturnas, estelarizadas por Marc y el papel femenino encarnado por la inglesa Charlotte Gainsbourg.

tournage "3 cœurs"

tournage «3 cœurs»

Los tormentos cinematográficos de este triángulo amoroso, y sus disyuntivas en la “plácida” provincia gala, nos aproxima demasiado a temáticas diseccionadas por innumerables escritores y realizadores (cercanos o propios), de la cultura francesa: a Stendhal, a Honoré de Balzac, a Guy de Maupassant y a Patrick Modiano, entre los literatos; y a Eric Rohmer, a Francois Truffaut, a Claude Chabrol, a Stéphane Brizé (nunca he podido olvidar a su Mademoiselle Chambon), a los hermanos Dardenne (Dos días, una noche) y a Mathieu Amalric (por su reciente El cuarto azul), entre los creadores audiovisuales.

La ciudad de París, en esa esfera de comentario, emerge, entonces, como el territorio e imaginario de lo prohibido, de los lazos subterráneos, y de lo que no pudo ser ni efectuarse en la dimensión de lo “real”. Pues, Marc y Sylvie (Gainsbourg), sin ir más lejos, se citan en el Jardín de las Tullerías (un rincón proustiano, por excelencia), con el propósito de dar inicio a un frustrado vínculo romántico, pero de insospechadas torceduras y consecuencias en el futuro.

Y los continuos desplazamientos del personaje interpretado por Benoît Poelvoorde, no sólo significan una oportunidad de esperar lo nuevo y de renovarse emocionalmente, sino, también, la posibilidad cierta de cruzarse con lo inaudito, con lo desconocido y, por qué no mencionarlo, con esa recóndita felicidad, cada vez que desciende del tren, y posa sus pies y su humanidad, en esa estación de trenes rural, y se abraza con Sophie (Chiara Mastroianni), la otra hermana Berger, en un acto de fe y de reafirmación existencial.

3 corazones representa, de la misma manera, una lograda especulación e hipótesis de creación fílmica, en torno a contradicciones dramáticas y filosóficas, de indudable atractivo y vigencia artística: el secreto del azar, la interrogante de si un destino o un poder superior, dirige nuestros pasos; la obligación de elegir y de decidir que nos asalta a cada instante (planteada por Albert Camus, entre otros pensadores); la necesidad moral de responder por las opciones que escogemos en todo ámbito y en cualquier escala de valores éticos y de orden. Y el estilo de montaje (a veces brusco, pero claro narrativamente), la linealidad del guión, y la mirada de la cámara, se ordenan en la consecución de ese objetivo disruptivo e inesperado: una pasión de final abrupto, trunco e irreversible. Sin vuelta hacia atrás, salvo en la ensoñación y en la fantasía.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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