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Gonzalo Rojas Sánchez critica libro de Julio Isamit: «Su talento aun no supera el sentido común» «Educación: una transformación pendiente», Ediciones Libertad y Desarrollo, Santiago, 2016

Gonzalo Rojas Sánchez critica libro de Julio Isamit: «Su talento aun no supera el sentido común»

Las mayores falencias de la obra están al momento de hacer proposiciones. Isamit sabe mucho mejor cómo derrotar al enemigo, porque ve con claridad los defectos de la trinchera rival, pero por ahora no es capaz de proponer soluciones de peso para mejorar la calidad de la educación chilena “en tiempos de paz”.


Un libro de trinchera. Así nos dice el autor cómo es que él mismo califica su obra.

En pleno centenario de dos de las batallas más memorables de la guerra de las trincheras, Verdun y el Somme, el lector podría abandonar de inmediato la tarea, pensando que se va a encontrar con metralla y gases, con bayonetas y granadas. Y dadas las características bélicas de tantos encapuchados, (supuestamente, estudiantes) podría pensarse que el autor ha decidido hacerse justicia por sus manos.

Poco de eso, casi nada.

En realidad, Julio Isamit ha conseguido darle a su propia trinchera una dignidad especial, un carácter más dialogante que agresivo. De las páginas de la obra fluyen recuerdos y no rencores, argumentos y no consignas, datos y no prejuicios, proposiciones y no sólo reacciones. Isamit defiende su trinchera, pero lo hace con el afán de conseguir la paz.

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Hay, ciertamente, un ánimo combativo: está presente de continuo la necesidad de confrontar opiniones -Giorgio Jackson es el rival favorito, como si Isamit estuviera advirtiéndole que aspira a encontrárselo en la Cámara el 2018; las reformas del gobierno Bachelet son agujereadas de continuo por la munición del autor- pero el tono es agradable, sereno.

En todo caso, que no se piense que estamos frente a un tratado excelso sobre la educación en Chile. No. La obra corresponde a un joven talentoso, pero su talento en muchas materias no supera aún el sentido común. Eso es mucho decir en tiempos de leseras globalizadas, pero no basta. Por eso, las mayores falencias de la obra están al momento de hacer proposiciones. Isamit sabe mucho mejor cómo derrotar al enemigo, porque ve con claridad los defectos de la trinchera rival, pero por ahora no es capaz de proponer soluciones de peso para mejorar la calidad de la educación chilena “en tiempos de paz”. En esa dimensión, el sentido común deja espacio a lugares comunes: más recursos, menos alumnos por sala, evaluación estricta de los profesores, mayor involucramiento de los padres, etc.

Todo bien, pero todo necesitado de otro nivel de concreción.

Por ejemplo, el retorno a la cultura clásica, insinuado pero no desarrollado; por ejemplo, el desarrollo del sistema de educación informal mediante los museos y otras instituciones de cultura, excesivamente simplificado.

Ahí, ciertamente, el libro pierde fuerza, pierde atractivo y el mismo autor cuando lo lea en cinco o diez años podrá decir, con la típica frase de la primera madurez: bien, fue una obra de juventud, eso ya quedó atrás.

Pero eso no va a impedir que el texto mueva a otros dirigentes estudiantiles -secundarios y universitarios- a reconocer que es así cómo se debe intentar el diálogo, el estudio y la práctica educativa: con textos, con debates, con investigaciones, sin gritos, sin pancartas, sin tomas, sin saqueos.

Gonzalo Rojas Sánchez
Profesor universitario

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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