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La aventura del chileno que viajó en un barco ucraniano a la Antártica en medio de la guerra CULTURA|CIENCIA

La aventura del chileno que viajó en un barco ucraniano a la Antártica en medio de la guerra

Marco Fajardo
Por : Marco Fajardo Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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Zarpó desde el país europeo en enero pasado con el fin de abastecer una base en el Polo Sur, pero el conflicto iniciado en febrero trastocó todos los planes de una tripulación donde Rodolfo Beyer es el único representante nacional. Pronto a zarpar desde Punta Arenas, ahora sus miembros navegan entre la incertidumbre y el desconcierto.


Una aventura ha resultado ser para el chileno Rodolfo Beyer su participación en el barco Noosfera, una nave que zarpó desde Ucrania en enero con rumbo a la Antártica para abastecer una base y que, por el momento, no podrá volver al país europeo tras el estallido de la guerra con Rusia.

Actualmente, el barco se encuentra en Punta Arenas y se prepara para tomar rumbo a las islas Falkland y luego Sudáfrica. Lo que sucederá después, es un misterio para sus tripulantes.

«Para mí los planes son continuar con la tripulación hasta donde se pueda. Al igual que mis camaradas, no sé hasta dónde ni cuándo dejaré este barco», cuenta a El Mostrador el único tripulante nacional de la expedición.

Enganche

Hasta el año pasado, Beyer trabajaba para la empresa DAP Mares, en el «Betanzos», un barco dedicado a la logística antártica.

«El año pasado nos tocó hacer el cambio de personal y abastecimiento de la base ucraniana Vernadsky, y fue ahí donde conocí a la gente que más tarde me invitaría a participar del nuevo proyecto en el que se estaban embarcando: la compra del rompehielos Noosfera (ex James Clark Ross)», cuenta el chileno.

Pasados unos meses después de dicha expedición, desde Ucrania se contactaron con él para ver si estaba dispuesto a unirse a la tripulación, ya que necesitaban a alguien con experiencia. Llegado el momento, voló desde Chile a Ucrania para luego embarcarse en Odessa, el 26 de enero.

Ruta

Tal como estaba previsto, el Noosfera zarpó desde Odessa, hizo una parada de reabastecimiento en Las Palmas, Islas Canarias, y desde estas zarpó con dirección a Punta Arenas, Chile.

En un principio, el objetivo era el reabastecimiento de la base Vernadsky, recambio de personal invernal y expediciones científicas con el personal de verano.

La tripulación que zarpó desde Ucrania incluía 34 personas, entre ellos cinco científicos. Por nacionalidad eran 26 ucranianos, cuatro británicos, tres letones y Beyer, el único chileno.

Todo iba bien, hasta que estalló la guerra.

La guerra

El 23 de febrero, la tripulación estaba celebrando el día de Poseidón por cruzar la línea del Ecuador. Hasta ese momento, todo el viaje había sido perfecto, «gente muy alegre y de muy buena disposición, todos trabajábamos felices y sin mayores problemas».

Todo cambió el 24 en la mañana, cuando Beyer se enteró de que Rusia había comenzado la invasión a Ucrania.

«Corrí al puente para informar lo que estaba sucediendo. La tensión comenzó a sentirse en el ambiente, luego tuvimos una reunión de parte del capitán, diciendo que para nosotros nada había cambiado, ‘aún hay gente en la Antártica que depende de nosotros. Y mientras no nos digan lo contrario, nosotros continuaremos adelante'».

«Esos días la gente se levantaba a trabajar, comer y después volver a dormir. La diversión y la buena onda murió en el barco. Aun así, debo destacar a que, a pesar de todo lo que estaba ocurriendo, ninguno desistió de su labor. Aún hoy no me deja de asombrar esa fuerza para continuar», expresa.

Con el comienzo de la invasión, se cambiaron un poco los planes.

«Se decidió que no eran tiempos para la ciencia, y todo el personal de verano que estaba a cinco días de viajar a Chile, se quedó en Ucrania. Entonces, solo continuamos por la gente que estaba esperando en la Antártica para volver a casa. Para la tripulación fue duro continuar, pero con el paso del tiempo, y las buenas noticias de nuestros seres queridos a salvo, comenzamos a recuperar el ánimo otra vez».

Llegada a Chile

Ya en Punta Arenas, la nave embarcó más cargamento para la base, comida y el personal invernal de la base Vernadsky. Desde Punta Arenas navegó a la Antártica y, una vez cruzado el Paso Drake, hizo una parada en la Isla Rey Jorge, para entregar comida a la base polaca Artowtsky, y después continuó a la base Vernadsky, ubicada en Islas Argentinas.

«Para la tripulación ucraniana fue muy interesante la Antártica, algo nuevo para ellos, estaban maravillados. Fue un buen momento, conocieron las complicaciones de la navegación antártica, pero sin problemas se lograron los destinos fijados y se hizo el trabajo. Conocieron nuevas personas y asombrosos lugares», relata Beyer.

Reabastecida la base y hecho el recambio de personal, el barco regresó a la base polaca por el personal que volvía a casa, para luego retornar a Punta Arenas.

Incertidumbre

Hoy, de la tripulación original, quedan 22 personas: 19 ucranianos, un británico, un letón y Beyer. Obviamente, los dueños de casa son los más afectados.

«Desde que comenzó la guerra, la incertidumbre de lo que sucedería después comenzó a aflorar, pero en el camino de regreso a Chile, esa incertidumbre empezó a matarlos. No saben lo que será de aquí en adelante, el plan era retornar a Odessa, lo que ahora significaría la destrucción o captura por parte de los rusos. Volver a Ucrania por otros medios significa combatir. Una vez adentro, para los hombres es muy complejo volver a salir, para un marino significa dejar de sustentar a su familia. Entonces, las opciones son continuar trabajando para mantener a una familia en la inseguridad de un país en guerra, o volver a verlos para luego perder la opción de salir a trabajar, y combatir. Para aquellos cuyas familias dejaron Ucrania, las opciones son más fáciles», señala.

Ahora, lo que queda en adelante es una parada en Stanley, Islas Falkland, por una entrega de cargamento, y después rumbo a Ciudad del Cabo, Sudáfrica.

«Una vez en Sudáfrica recién sabremos qué será de nosotros. Para el Noosfera será una espera segura para la siguiente temporada antártica», concluye.

 

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