Publicidad
Sociólogo Manuel Canales: «esta sociedad, así partida como está, no se aguanta en sí misma» CULTURA

Sociólogo Manuel Canales: «esta sociedad, así partida como está, no se aguanta en sí misma»

Marco Fajardo
Por : Marco Fajardo Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
Ver Más

«En Chile hay dos países, dos conjuntos que se separan incluso en la geografía de la ciudad y quisieran en el color del pelo y de los ojos, como sea», analiza el académico de la U. de Chile, que en su libro «La pregunta de octubre» hace hincapié en la existencia de una sociedad estamental, casi de castas, que se arrastra desde la colonia. «Octubre es esencialmente clasista y trae, por ejemplo en su demanda de la dignidad al modo que la entiende, una queja total contra ese orden partido entre A y B, los que son y los que no, los que podrán y los otros, y así, la gente bien y los no tanto…», asegura. «El neoliberalismo, y la Concertación no crearon esta desigualad. Ni acaso la aumentaron. Lo que sí fueron muy logrados en reproducirla fielmente y hasta hacerla invisible o ‘natural'». Y advierte: «Es la cuestión final: con esta matriz productiva –clorofila, geología, demografía- no hay cómo sostener un orden social en chile. Así ha aguantado por siglos. Y así el neoliberalismo lo puso “full” como gusta decir. Y así también octubre lo puso patas arriba y se solazaban abajo viendo el temblor de un orden que parecía tan sólido y que de pronto parecía que se desvanecía en el aire». También le dispara a la Convención: «Octubre no demanda una nueva Constitución. Octubre es el hastío del sujeto popular neoliberal con el mismo orden en que cada vez sale perdiendo, todo, la existencia». «No es que hayan ido muy lejos, como se les cuestiona por ‘maximalistas’, ni que el pueblo fuere muy lento en esos viajes, cuando se imaginan como ‘adelantados’. Fue que se fueron para otra parte, a otro pueblo, a otra cosa», dice.


Un libro para entender qué ocurrió a partir del 18 octubre de 2019 ha escrito el sociólogo Manuel Canales, académico de la Universidad de Chile.

Para hablar sobre el mismo, Canales participará este jueves en una actividad de editorial LOM, que publicó «La pregunta de octubre».

«Este libro quiere responder a octubre, propiamente formular su pregunta, lo que deja pendiente como futuro, lo que permite entender de lo pasado que nos trajo hasta entonces», explica Canales.

El texto se origina en el curso «Sujeto y Cotidiano en Chile Neoliberal», de la Universidad de Chile, en el que hace ya una década el investigador viene sistematizando sus estudios sobre el modo en el que el esquema neoliberal «nos entrenó en su ethos y me baso en eso, ese acostumbramiento por la praxis cotidiana del mercadeo, la conformidad que lo mantuvo en orden tanto tiempo».

«Es la memoria de mis 45 años de oficio siguiendo a la sociedad que nacía por entonces», explica.

Allí analiza, entre otros, a los jóvenes de esa «nueva clase media» que estudiaron en universidades no tradicionales para lograr un mejor nivel de vida, pero que quedaron endeudados y en trabajos mediocres porque las plazas estaban reservadas para los mismos de siempre, de las mismas universidades, de los mismos apellidos. Y todo a pesar del discurso meritocrático vacío del «tú puedes», que para muchos nunca se materializó.

Escribe Canales sobre el orden neoliberal y sus consecuencias:

«La cotidianidad no se sostenía, no era vivible ni coherente. Había desesperanza, como antes, pero también desesperación».

Manuel Canales. Crédito: Universidad de Chile.

Desigualdad y revuelta

Para Canales, uno de los asuntos más notables de la Transición chilena es el olvido de la desigualdad, y así, en singular, para señalar esa que parte los destinos, en general y por costumbre de siglos, y atada a la cuna, al poder de copago del progenitor o progenitora, para hablar en jerga actual.

«En parte fue por hablar tanto, en vez, de ella, sobre la superación de la pobreza, el gran éxito del modelo y en cuyo crédito se giró el consenso social o la conformidad que permitía el leve y sutil, continuo, entrenamiento en esto de ser ‘mercaderes de la vida cotidiana’, ‘guerreros del Paseo Ahumada, temporeros de la vida'».

Esto último se refiere a tanto a los vendedores ambulantes de la peatonal del centro de la capital como los temporeros del sector agrícola, ambos atados a la precariedad y la auto explotación, y que también son protagonistas de su libro.

«El espejismo de un Chile al fin ya no ‘dual’, eso que tanto ansiaba (el presidente Eduardo) Frei Montalva y quizás todo el Chile de ese tiempo, se comienza a quebrar en 2005 o 2006, con los ‘pingüinos’ –que traen una fuerte impronta de ‘pueblo’, los temporeros y los contratistas de la minería, todos ellos con esa marca de clase que no borrada. Así lo veía en un escrito de ese año: se ha cerrado un ciclo, comienza una crisis que irá tomando cuerpo en la misma forma que tome cuerpo ese pueblo nuevo, o que de nuevo, volvía a aparecer», reflexiona Canales.

«Por ahí comenzaría el lento camino de la reaparición de lo que con tanto ahínco siempre se quiere silenciar: que en Chile hay dos países, dos conjuntos que se separan incluso en la geografía de la ciudad y quisieran en el color del pelo y de los ojos, como sea».

«Octubre es esencialmente clasista y trae, por ejemplo en su demanda de la dignidad al modo que la entiende, una queja total contra ese orden partido entre A y B, los que son y los que no, los que podrán y los otros, y así, la gente bien y los no tanto…».

El sujeto del estallido

Canales sostiene que «Octubre» tiene por primera característica el ser un movimiento popular, de estamento: todas las formas, desde los empobrecidos hasta esa que puede llamarse nueva clase media, y por cierto la gran y amplia clase media baja que se iba a acumulando después de la salida de la pobreza y no pudiendo progresarse mucho más allá. Y de reverso, ningún actor o institución, ni masas tampoco, de las clases medias tradicionales o de la clase dirigente».

«En El Monte se puede vivir, pero no surgir», la frase de un colectivero de la zona, citada en el libro, sintetiza esta situación y también la frustración de un importante sector de la población, en su opinión.

En cambio, a su juicio, el 2022 fue un movimiento dirigido por las instituciones y los lideres de la clase meda clásica y sus modos también clásicos de plantearse.

«La base sí era popular, proveniente de las nuevas universidades e institutos de educación superior no selectivo, de mercado, y que traen también su bien marcada filiación de clase».

Sin embargo, «‘Octubre habló, o gritó, por sí mismo. Y eso es lo que más despista a los analistas y a los propios dirigentes, que saben en el fondo que octubre no tiene nada que ver con sus antiguas referencias. Que se sale por esto: pues primera vez acaso en la historia de pueblo solo, ante sí mismo, y hallándose fuerte, y probando eso de remecer el orden y asistir al pavor y arrepentimiento de los dominantes. Es cierto también que sin proclama, ni organización, ni proyecto».

«Y ahí quedamos, ahí seguimos, en esa crisis de hegemonía, pues la plantea una actor de la estructura social y el otro, el dirigente, aún no atina a ni sabe que responderle».

¿Importa que en octubre hayan participado miembros de la clase media, ilustrada e incluso propietaria?

«Que hayan participado personas de clases medias tradicionales, o hasta de la alta élite, como gustan llamarse ahora, no contradice lo anterior sino lo reafirma: es en calidad de elementos, no de corrientes, no de masas. Y acaso sea el misterio también que haya habido, junto a la Plaza Italia, otro sitio, la Plaza Ñuñoa, y acaso no fueren los mismos públicos…», responde Canales.

Santiago 18 octubre 2020
Miles de manifestantes se reúnen en Plaza Italia a un año del estallido social.
Marcelo Hernandez/Aton Chile

Estamentalidad

Canales admite que su libro cargó las tintas en eso de la estamentalidad chilena, «pues así puedo enfatizar el modo de la desigualdad chilena: no es que haya o no desigualdad –a alguno aquello le podrá parecer adecuado o no, eso es asunto de ideología de cada quien- el tema es la forma de la desigualdad, y acaso, la forma desigualdad chilena que no es la de nuestros vecinos, ya hace tiempo, ni que decir de las sociedades en que tanto nos gusta, o gustaría más bien, parearnos».

El sociólogo alude a la forma “natural” de nacimiento: según se tenga sangre india y apellido entonces mestizo común, o no se la tenga, o se haga el esfuerzo por parecer no tenerla, o se busquen alianzas demográficas para irla borrando, como sea, según la clase social pegada a la piel y la historia de siglos, sea así, se sabe mucho de cada quien en su vida personal».

«Claro, no es total, sería una asfixia inmediata. Pero es fuerte, y es una asfixia igual y por estalla…», advierte.

«Es cosa de ver una pagina de las llamados ‘sociales’: observe los apellidos y reflexione sobre la ‘muestra’ que allí se representa. Basta compararlas con el listado de una selección de futbol, o de un curso común de colegio. ¿Cómo tanto orden de siglos y no se toma por una asunto esencial? ¿Cómo se olvida lo que se restriega?», se pregunta.

Para el investigador esto es tan es así que las y los migrantes también lo saben y se orientan en el mapa de la ciudad según su propia filiación posible: los blancos a una parte, los de orígenes mestizos de indígenas, a las restantes.

«Estamental es una forma de desigualdad donde los que están arriba lo están por nacimiento, que no ningún merito ni por ninguna conquista suya. Y los que no, por lo mismo contrario. Son las cunas y los destinos en Chile hoy, tanto quizás como en el siglo 19», critica.

«Es la forma etno-calsista, esa sutileza racista chilena, en que la diferencia es total, y cubre hasta cualquier contacto. La ciudad partida es el piso, y en el habla, y en los recorridos. No es que haya ricos y pobres, acaso ni siquiera sea el tema, es el caso es que son siempre los mismos. El neoliberalismo, y la Concertación no crearon esta desigualad. Ni acaso la aumentaron. Lo que sí fueron muy logrados en reproducirla fielmente y hasta hacerla invisible o “natural”. Eso es lo que les perdió: terminaron creyendo de un estamento superior. Y hasta la burla se permitieron, el chistecito del que habla desde arriba. Y arriba no existe, no al menos naturalmente, Y entonces se les vio el gesto estamental: por eso luego nunca más se aparecieron con bríos por las calles. Escondieron el gesto, se asustaron y supieron que no era tiempo de andar pavoneando su privilegio. Hasta inventaron a (el candidato presidencial Sebastián) Sichel como el meritocrático que iba a salvar la cara de sus siglos de ventaja por genética o algo así».

Por eso para Canales hay todo una historia que contar de cómo se olvidó la desigualdad y su forma «etnoclasista, racista, chilena».

Por ejemplo, con el programa del primero mandato de la presidenta Michelle Bachelet, donde «junto con abrazar todas las causas nobles de la humanidad discriminada, se dejaba al fondo, en el modo de la pobreza inaguantable, decían, la cuestión de los estamentos, de la clase de apellido, de ‘los pómulos y el pelo’ innegables, cómo decía la gran Gabriela Mistral».

Convención

Aunque en su libro Canales no se explaya sobre la Convención, escribe que, de haberla en el futuro, debiera centrarse en los derechos económicos-sociales. ¿Por qué no lo hizo esto la Convención pasada y dejó este tema para el final, a su juicio?

«Octubre no demanda una nueva Constitución», responde. «Octubre es el hastío del sujeto popular neoliberal con el mismo orden en que cada vez sale perdiendo, todo, la existencia».

«En el caso del proceso constituyente habido, fue notorio el énfasis en asuntos distintos a las prioridades e intereses manifiestos en octubre. La Constituyente se desvió –así lo planteo en el libro- cuando se olvidó, de nuevo, de la desigualdad, del aliento de clase de octubre. De su respiro de dignidad. Y su pregunta».

«Podría haberse dado una articulación: en el registro de los llamaos derechos económicos sociales, estamos hablando al mismo tiempo un asunto de razón universal, de derechos humanaos, como cuando hablamos de feminismo, o indigenismo, por ejemplo, pero a diferencia de ellos, estamos hablando específicamente también de ‘intereses de clases’. ‘Salud digna’ reclama el de Fonasa. ‘Educación con sentido’, reclama el municipal o el particular subvencionado. Eso de que sobran, no lo pueden cantar los de la clase que ahí se denuncia como los tales privilegiados más o menos en el mismo sentido aquí indicado», insiste en alusión a «El baile de los que sobran», la canción de Los Prisioneros que cita una y otra vez su libro.

«Pero el ánimo que predominó allí estaba en la grandes ideas humanas, y no en la concretas demandas de clase popular chilena: trabajos no sacrificiales, que se pueda surgir, no sólo vivir, que haya trato digno de salud, vejez, que los caminos de estudios no sea un fraude, que si ha de haber desigualdades no lo sea de este modo esclavista ni lo sea de este modo en que siempre los puestos se ocupan por los mismos».

La victoria del Rechazo

Consultado sobre cómo explica el resultado del plebiscito del 4 de septiembre, Canales plantea que el cuerpo constituyente no se arrimó al sentimiento popular.

«No es que hayan ido muy lejos, como se les cuestiona por ‘maximalistas’, ni que el pueblo fuere muy lento en esos viajes, cuando se imaginan como ‘adelantados’. Fue que se fueron para otra parte, a otro pueblo, a otra cosa», dice Canales.

«Entonces pudo el farsante desplegar sus noticias falsarias, sus inventos, sus eternos anuncios del terror. Pero a la base, está el olvido de lo que nos convocaba, y en su lugar mil ideas, todas buenas, pero ideas de otra gente, de otra parte, de otro pueblo».

La propuesta de la derecha

En cuanto a cómo ve a la clase dirigente, específicamente a la derecha, y si la ve capaz de plantear una propuesta alternativa, en vista del vencimiento de la ya existente, el investigador recuerda que en una entrevista del 2016, al periódico The Clinic, que tituló la nota “Todos íbamos a ser alguien”, ya planteaba el curso hacia la colisión que se anunciaba, y decía que lo que más inquietante era la carencia total de repertorio en las clases dirigentes para responder a las contradicciones que estaban animando.

«La clase dirigente que tuvo la potencia extraordinaria de dibujar la sociedad que somos, con (el ex ministro) José Piñera en la pluma, y (el general Augusto) Pinochet en la bayoneta para el subrayado, y en (el senador) Jaime Guzmán su segunda voz de afinamiento. Hoy, y hace ya los casi veinte años que vienen de los pingüinos, no tiene nada que ofrecer».

José Piñera, ex ministro de la dictadura militar.

«Es cosa de escucharle ahora, cuando reaparecen como debajo del abrigo sacando la voz: mano dura, ‘libertad de elección’. Pero son caminos que ya hicieron y les rindieron lo suyo, y les explotaron como saben», afirma.

«Es la cuestión final: con esta matriz productiva –clorofila, geología, demografía- no hay cómo sostener un orden social en Chile. Así ha aguantado por siglos. Y así el neoliberalismo lo puso ‘full’ como gusta decir. Y así también octubre lo puso patas arriba y se solazaban abajo viendo el temblor de un orden que parecía tan sólido y que de pronto parecía que se desvanecía en el aire», analiza Canales.

«La clase dirigente chilena es lo pendiente: ¿Cuándo se animan a un proyecto de sociedad que no sea solo ir de proxenetas del clorofila, la geología o explotando el bono demográfico propio, o el de los países vecinos? ¿Cuándo un proyecto de sociedad donde las personas puedan encontrarle sentido a su existencia productiva, educacional, etc.? Hasta ahora han hecho una sociedad para ellos y acaso para salir de la pobreza de los restantes. Pero no pueden olvidarse que eso está hoy cuestionado. Con eso, después de Octubre, ya no basta. Con eso, se anuncian nuevos octubres de modo casi tan natural como la desigualdad chilena», alerta.

¿Qué previsiones tiene Canales para el futuro del país?

«El pasado es uno, el que fue, los futuros son múltiples y depende de lo que hagan o no los actores», responde el investigador.

«Lo que sí creo que no hay futuro en Chile que no se haga cargo de la pregunta de octubre: refundación o desmán. Esta sociedad, así partida como está –la torta y como esta, también, pelado el chancho- no se aguanta en sí misma».

Para el académico, «o se responde a la demanda por trabajos no sacrifícales, trato digno, e igualdad de oportunidades en los estudios, o seguirá pendiente el orden público, político, porque seguirá pendiente la construcción de ese orden social nuevo. Nada fluirá, como fluyó en los 90 y dejó de manar en cuando los primeros conflictos del pueblo nuevo –estudiado, ya no pobre, y de nuevo abajo- avisaron que se venía algo así como Octubre».

Publicidad

Tendencias