Publicidad
Ernesto Lejderman y su libro “Pactos de silencio”: “El trauma me acompañó siempre” CULTURA

Ernesto Lejderman y su libro “Pactos de silencio”: “El trauma me acompañó siempre”

Marco Fajardo
Por : Marco Fajardo Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
Ver Más

El hijo de una pareja de militantes latinoamericanos asesinados poco después del golpe de Estado en la región de Coquimbo participó este lunes en el lanzamiento del libro “Pactos de silencio”, de la periodista Sofía Tupper, que cuenta la historia, en el Museo de la Memoria.


Ernesto Lejderman (Santiago, 1971) tenía apenas dos años cuando militares asesinado a sus padres. Ocurrió el 8 de diciembre de 1973 en Vicuña, en la región de Coquimbo. Su padre, Bernardo Lejderman, era argentino, y su madre, María del Rosario Ávalos, mexicana. Ambos, como otros militantes latinoamericanos de izquierda, habían llegado a Chile ilusionados con el gobierno socialista del Presidente Salvador Allende.

Tras el crimen, Lejderman fue llevado a un convento y luego rescatado por sus abuelos paternos, que lo criaron en Buenos Aires. Su caso es uno de los más emblemático entre las decenas de extranjeros que fueron víctimas de violaciones a los derechos humanos tras el golpe de Estado del general Augusto Pinochet contra el gobierno constitucional de la Unidad Popular.

Este lunes, Lejderman participó en el Museo de la Memoria en la presentación del libro “Pactos de silencio” (Ediciones B), de la periodista Sofía Tupper, que cuenta la historia del caso.

Lejderman (al centro) entre sus padres, junto a otra mujer no identificada.

Según un sitio web del Ministerio de Cultura de Argentina, Bernardo Lejderman era estudiante de abogacía. En Argentina había comenzado su militancia en el Partido Comunista (PC), para luego pasar al Partido Comunista Revolucionario (PCR) y finalmente a la Juventud Guevarista.

Su madre era mexicana, estudiante de sociología y trabajaba de bibliotecaria en la Universidad Autónoma de México (UNAM). Se conocieron en México, a donde su padre se había exiliado en 1968.

“Mis padres llegan a Chile en el año 70, llegan atraídos por el gobierno de la Unidad Popular. Mi mamá estaba embarazada. Yo nací en junio del 71, o sea que ya llega a finales del 70 o principios del 71 a Chile. Yo nací en Santiago, mis padres llegan en circunstancias en que gobernaba el compañero Salvador Allende. Vivieron primero en Providencia y luego el Valle del Elqui. Mi padre estaba militando en el norte con el gobernador del Mapu, ya estaba muy bien identificado en la gobernación de Vicuña”.

Tras el golpe “se esconde junto a nosotros, junto a mi mamá que está embarazada de nuevo, junto a mí, yo tenía dos años y medio, y bueno, esas son las circunstancias previas al crimen”, cuenta a El Mostrador.

El crimen

Según la causa judicial, ese 8 de diciembre un grupo de soldados del regimiento “Arica” de La Serena llegaron a la zona del Valle del Elqui y, tras descubrir a la familia, asesinaron a ambos padres y los enterraron en el lugar.

Bernardo tenía 30 años, y María del Rosario, 24. Años después, Lejderman pudo recuperar los restos de su padre, pero no los de su madre, que fueron incinerados. Ambas víctimas figuran en el informe Rettig.

Por los asesinatos, investigados por el ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, Joaquín Billard, fueron condenados el brigadier Fernando Polanco Gallardo, y los suboficiales (R) Luis Fernández Monje y Héctor Vallejos Birtiola, todos miembros del Ejército de Chile. La Corte Suprema determinó en 2009 para ellos la pena de cinco años y un día.

Birtiola falleció de cáncer en 2010, cuando cumplía condena en Punta Peuco.

Infancia

Lejderman tuvo una infancia difícil. A los pocos años de llegar a Argentina, comenzó allí también la dictadura del general Jorge Rafael Videla, en 1976, que se extendió hasta 1983. Fueron años de silencio.

“Bueno, yo crecí con muchas dificultades. El trauma me acompañó siempre, sobre todo de niño y adolescente. De grande también, pero con menos intensidad”, explica Lejderman.

“De niño recuerdo las largas horas de tristeza, de llorar. Creo que tenía una especie como de autismo, la pasé muy solo, muy, muy triste. Mis abuelos eran muy grandes, me dieron todo lo mejor que tenían, todo el cariño, pero bueno eran gente bastante grande, vivían de una pensión mínima, por lo tanto las dificultades económicas eran muchas”.

Pasaron muchos años antes de que Lejderman se enterara de lo sucedido, recién a mediados de los años 80.

“Yo me enteré revisando los cajones de mi abuelo, a los 12 años de edad, cuando encontré una nota periodística que planteaba lo sucedido. También planteaba que mi mamá estaba embarazada y estaba malherida, y estaba viva, porque esa era la noticia de la nota periodística, y bueno, tuve la esperanza de que mi mamá esté viva, que esté en Suecia, en Noruega, no sé, en algún país de Europa, la suponía viva y exiliada, porque si mi papá había sido asesinado y mi mamá estaba malherida pero viva, yo tuve esa esperanza”, recuerda.

Sin embargo, esa esperanza se diluyó rápidamente.

“Prontamente empecé a hablarlo con mi abuela. Ella me explicaba que no, que habían sido asesinados los dos. Esto fue a los 12 años de edad, pero yo recién lo empiezo a conversar a los 15, 16 años con mi abuela, y después recién, después de los 21 empiezo a charlarlo con otra gente. Me costó muchísimo poder plantearlo, y conversar sobre este tema”.

Por estos hechos, Lejderman militó en Argentina en la agrupación Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.).

Proceso judicial

El proceso judicial fue arduo y difícil. El 4 de diciembre de 2000, Lejderman presentó una querella en la justicia chilena por el asesinato de sus padres. La causa fue cerrada a fines de 2009, decisión que fue apelada ante la Corte Interameriacana de Derechos Humanos, en un proceso abierto.

Para Lejderman, las penas fueron demasiado bajas, considerando la gravedad de los hechos. Valora que se haya admitido formalmente que se trató de un delito de lesa humanidad, pero cree que hubo más involucrados que no fueron condenados.

“Son los militares que tienen algún tipo de responsabilidad con este hecho. Tal vez el más conocido sea Juan Emilio Cheyre, contra el cual yo no tengo ninguna prueba de que haya participado en los hechos del crimen, pero sí sé que él tiene una autoridad en el regimiento, una persona muy importante”, relata.

“Por lo tanto, como se lo dije en la cara, cara a cara en el año 2013, en un estudio de televisión, yo creo, estoy seguro que él sabe, y mucho. O digamos, sabe poco, o bastante, yo creo que sabe bastante, lo que pasa es que él plantea que no sabe nada, no sé, no estaba enterado, lo cual dudo, pero bueno, es lo que yo pienso”.

Recalca que “los militares de más alto rango nunca fueron citados, ni siquiera citados a declarar, hubo como una red de protección para los militares con más jerarquía”.

Actualmente, Cheyre está a la espera del pronunciamiento de la Corte Suprema por el caso Caravana de la Muerte en La Serena, un proceso judicial en el cual fue condenado en 2018 a tres años y un día por encubrimiento.

“Como lo repetí siempre, no le deseo a nadie el mal, no le deseo a nadie lo que yo viví, simplemente ojalá que haya justicia para todos, en la medida de los hechos que sucedieron”, concluye Lejderman.

  • Para saber más de lo que está pasando en el mundo de la ciencia y la cultura, súmate a nuestra comunidad Cultívate, el Newsletter de El Mostrador sobre estos temas. Inscríbete gratis AQUÍ.
Publicidad

Tendencias