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“El último romántico. El pensamiento de Mario Góngora” de Hugo Herrera: un libro fundamental CULTURA|OPINIÓN

“El último romántico. El pensamiento de Mario Góngora” de Hugo Herrera: un libro fundamental

Bernardo Subercaseaux
Por : Bernardo Subercaseaux Profesor Titular U. de Chile.
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La lectura  del libro me llevo a pensar en el presente. Góngora falleció en 1985, no habría sido capaz -sospecho- de soportar el mundo actual, un escenario hipertecnologizado y vulgar, en que importan más las redes sociales y los personajes de la farándula que las ideas de un pensador valorado por historiadores de ideologías tan dispares como Sol Serrano y Gabriel Salazar.


Cuando recibí -en verde- el libro de marras había leído solo el ensayo más conocido de Góngora sobre el Estado y la nación (“Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX”), y algunos de sus artículos.

En “El último romántico. El pensamiento de Mario Góngora” se trata de un estudio en que Hugo Herrera indaga la génesis biográfica de su pensamiento y luego con acuciosidad va recorriendo paso a paso su obra, citándola y sobre todo parafraseándola, lo que permite al lector tener la impresión de que ha leído a Góngora completo sin en realidad haberlo leído.

Puede parecer algo impertinente, pero es la sensación con que queda el lector gracias a la mediación y exégesis que lleva a cabo el autor. Siguiendo a Góngora, pone en tensión la polaridad entre ideas mentales, abstractas y la realidad o situaciones concretas, entre ilustración y romanticismo, entre ideología y cultura.

Ante la idea de una racionalidad universal omnicomprensiva Góngora se pliega al polo de lo particular y de la vida concreta, aspecto que constituye el hilo conductor de su pensamiento, de su idea de historicidad y también del análisis que realiza Herrera de su obra.

Otro punto que destaca el libro es la suspicacia de Góngora ante el discurso científico como la panacea que abre el mundo. Los pensamientos racionales para el historiador -no importa cuán cuidadosamente sistematizados sean- son incapaces de captar plenamente la realidad. De esta suspicacia deriva otra, frente a la técnica y a un mundo crecientemente tecnologizado.

La lectura  del libro me llevo a pensar en el presente. Góngora falleció en 1985, no habría sido capaz -sospecho- de soportar el mundo actual, un escenario hipertecnologizado y vulgar, en que importan más las redes sociales y los personajes de la farándula que las ideas de un pensador valorado por historiadores de ideologías tan dispares como Sol Serrano y Gabriel Salazar.

No le habría quedado otro camino que convertirse en un anacoreta.

Con referencia al presente, el capítulo sobre el derecho indiano y los argumentos para incumplir la ley -que así funcionó en la Colonia- y que trata en detalle el libro, se lo recomendaría a los abogados que defienden a las Isapres. Hay ahí argumentos que no dejan de ser interesantes.

Me sorprendió también la lucidez de su pensamiento filosófico, las reflexiones por ejemplo sobre los conceptos de existencia y destino. La justificación del título del libro que hace Herrera en el último apartado hilvana el hilo conductor del estudio en base a las ideas del romanticismo alemán, revelando un conocimiento de las fuentes con que se nutrió Góngora, muy diferentes a las del romanticismo social francés.

Tengo si algunas observaciones, cuando al comienzo se refiere a la generación del 38 -que fue la de Góngora- Herrera lo hace como si fuese una generación intelectual y políticamente homogénea, lo que no fue. En esos años se produjo en Hispanoamérica, sobre todo en México, Argentina, Uruguay y Chile un inmenso espacio de solidaridad con la España republicana, particularmente en el campo de la cultura.

“Era el año de 1936, escribe Luis Oyarzún- y de pronto sobrevino algo que vino a romper y a cambiar considerablemente el destino de la literatura, de la cultura y de la historia: la Guerra Civil Española. Los que hoy son jóvenes apenas podrán imaginar el efecto que ese hecho produjo en Chile y en todo el mundo.  Aún a los que éramos muy jóvenes, nos obligó a un examen de conciencia y a una toma de posición… Había una segunda Santa Alianza decidida a impedir el progreso democrático de los pueblos”.

Son años en que luego de su trágica muerte, Federico García Lorca es convertido en una figura emblemática de las luchas y los ideales por el rol de la cultura en la transformación de la realidad. Por otra parte algunos de los autores que Herrera nombra como parte de esa generación coquetearon con el corporativismo y con un hispanismo católico que se aproximaba a quienes derrotaron a la República.

De hecho, entiendo que el historiador Jaime Eyzaguirre, tuvo algo que ver con la placa que está al pie de la estatua de Pedro de Valdivia en el Cerro Santa Lucía, colocada allí por “El círculo de admiradores de Franco”.

Por último, me preparaba con mucho interés para leer el capítulo de Crítica cultural, que es el campo de mi interés, pero me pareció que más que crítica cultural se trata de la crítica política y filosófica que lleva a cabo Góngora.

En todo caso, ninguna de estas observaciones empaña la calidad y seriedad del estudio, de un libro que es fundamental para entender y valorar a uno de los pensadores más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

Ficha técnica:

“El último romántico. El pensamiento de Mario Góngora”, de Hugo Herrera, Santiago, Editorial Planeta, junio de 2023.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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