Publicidad
“El Buda dorado de mi padre”, de Guillermo García: más que crónicas de viajes CULTURA|OPINIÓN

“El Buda dorado de mi padre”, de Guillermo García: más que crónicas de viajes

Nicolás Bernales
Por : Nicolás Bernales Escritor y columnista literario. Ha publicado el libro de cuentos "La Velocidad del agua" (Ojo Literario 2017), por el cual se adjudicó el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura en el área de creación. En 2023 publicó la novela "La geografia dell` esillio", Edizioni Ensemble. Roma.
Ver Más

El autor escribe un libro de viaje total; literario, culto, informado, capaz de traspasar al lector la sensación de movimiento que se aprecia al viajar. Al interior del objeto habitan los lugares, su historia, los personajes sumidos por la velocidad con que se mueve la tierra a diario rotando a 1600 km/h.


Guillermo García es poeta, editor e ingeniero agrícola, además de un viajero y coleccionista incansable, lo que es tal vez el tema central en estas quince crónicas que integran “El Buda dorado de mi padre”.

En una primera impresión podemos pensar que el motivo de cada uno de estos viajes puede estar dictado por el afán del coleccionista, el del buscador de objetos de forma azarosa, quien en esa exploración se entrega al encuentro fortuito entre el objeto y la persona, encuentro que justificaría el viaje.

Pero luego de terminar el libro uno tiende a sospechar que estos objetos son parte de algo más complejo. Tal vez son la parte tangible de lo experimentado, en ellos habita la historia y es la experiencia del viaje la que palpita en la memoria del escritor.

En su labor de editor y poeta García sabe que en cada creación literaria subyace un viaje, el viaje como metáfora de la existencia. ¿Por qué se viaja? Podría ser una pregunta pertinente y tal vez incontestable. Las respuestas pueden ser infinitas. ¿Por qué viaja el autor de este libro?

Más allá de las razones utilitarias, en las que el autor no se detiene detalladamente, me quedó con lo que propone Santiago Elordi en el prólogo: «Se viaja por curiosidad, por las ansias que suscita lo desconocido, por inconformismo también, o por ilusión». luego cita a Baudelaire: «Los verdaderos viajeros solo parten por partir», y también la novela Tubab de Beltran Mena donde arriesga la paradoja de que se viaja para volver, para poder contarlo.

García lo cuenta de más de una forma, lo cuenta desde la experiencia y la memoria, y a través de ese objeto que encuentra en el camino. Lo cuenta a través de dos lanzas masáis compradas en un campamento en Kenia, a través de una puerta dogona subastada en Fez, a través de dos libros tibetanos requisados en el aeropuerto Gengis Kan en Ulán Bator, Mongolia, por los que se vera involucrado en un aprieto legal nada menor.

En cada una de estas peripecias suma también a los personajes, al sujeto que es parte del viaje, de la historia, de la memoria del lugar y tal vez parte del objeto. A veces ambos.

Y no son solo los viajes del autor, estos se ven hermanados con los de otros en distintas épocas. Personajes de la esfera literaria como Miguel Serrano navegando rumbo a la Antártica en 1947, Pablo Neruda y Josie Bliss “la pantera birmana” en Rangún, dos dibujos de Braulio Arenas en una feria de París. Armando Uribe, Ai Weiwei y la transferencia de la soberanía de Hong Kong a manos de la República Popular China combinados en una misma crónica que abarca distintas décadas.

Unidos por un hilo invisible que recorre el libro en toda su extensión, ese hilo que intenta atrapar la esencia del viaje en memoria, exploración y objeto. Esa es tal vez la inquietud del autor, transmitir en detalle lo que está viviendo, por eso hace uso de un presente que genera expectativa y nos transporta al interior de la página, una invitación a sentirnos parte de lo sucedido y lo aceptamos con curiosidad y asombro.

En otras los personajes son comunes y casuales, florecen desde el interior por necesidad. El empresario chileno que lo ayuda con sus problemas legales en Mongolia, el doctor que atiende a su mujer en Corea del norte y les habla sobre las maravillas de la medicina de su país, la mejor del mundo. Seres que nunca más verá.

A veces el objeto y el viaje son cercano y singular, es un pedazo de madera que se desprende de la cruz en el funeral de Nicanor Parra en Las Cruces, o un bastón en James Smith & Son Umbrellas en Londres. A veces es un recuerdo familiar, una pequeña escultura que atesoraba su padre en la oficina, cuyo origen parece no estar del todo claro, hasta que García se encuentra con su imagen original en Birmania, y en ese momento los puntos se conectan, el Buda dorado de su padre traza una línea entre continentes y recuerdos, un hallazgo que conecta los hechos de ayer y de hoy.

Las crónicas sorprenden y entretienen. En definitiva, García escribe un libro de viaje total; literario, culto, informado, capaz de traspasar al lector la sensación de movimiento que se aprecia al viajar. Al interior del objeto habitan los lugares, su historia, los personajes sumidos por la velocidad con que se mueve la tierra a diario rotando a 1600 km/h.

Ficha técnica

Ediciones Lastarria & De Moras
239 pág.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias